Jorge Enrique Lage: “Si te gustó La autopista…, te gustará Everglades

En el paisaje de la literatura cubana contemporánea, Jorge Enrique Lage es una especie de Jean-Dominique Bauby —escritor y periodista francés, al que un episodio cerebrovascular dejó en un estado conocido como “síndrome de encierro”, consciente pero incapaz de mover un músculo, salvo uno, el párpado izquierdo. 

En cierto modo es lo peor que puede ocurrirle a un ser humano: estar encerrado dentro de su cuerpo —una literatura como la cubana, una Revolución, un país—, completamente desvalido, incapaz de hablar o de hacer gestos, sin poder siquiera asentir o mover la cabeza. 

Según parece, Jean-Dominique Bauby estuvo en coma durante cuatro semanas, y el personal hospitalario tardó algún tiempo en percatarse de que había recuperado el conocimiento. Le habían relegado a la categoría de ser en estado vegetativo. Debía de ser como si te hubieran enterrado vivo, oír a la gente caminar por encima de tu “tumba” sin poder atraer su atención. 

El propio Jean-Dominique Bauby lo compara a estar dentro de una escafandra. Su libro se titula La escafandra y la mariposa, en la que esta última son sus pensamientos que revolotean por el interior de la escafandra, sin poder salir de ella… hasta que inventó el código del párpado. 

Esta es la imagen que quiero para esta entrevista: Jorge Enrique Lage guiñando un ojo en Cuba —a la manera de Jean-Dominique Bauby—, en su negativa al silencio. 

“Más temprano que tarde esto va a terminar convertido en un museo. Otro. Uno más. Y ya se sabe que por aquí todos los museos son, y seguirán siendo persistentemente, Museos de la Revolución”, así arranca Everglades (Editorial Hypermedia, 2020). En algún sentido, ¿crees que ese pueda ser el destino de la literatura cubana? ¿Reinaldo Arenas, Guillermo Cabrera Infante, Severo Sarduy, Lorenzo García Vega, etc., toda esa gente “deshuesada” y convertida en patrimonio de la Revolución?

Es muy posible. La Revolución es un agujero negro: no va a dejar escapar nada. Lo cual, por otra parte, es perfectamente normal. Es como el clima: ya está ahí, simplemente, y no es algo que tenga que ver contigo, sino con magnitudes físicas. La física deshuesa. En democracia, seguiremos teniendo Comités de Defensa de la Revolución, si bien bajo otros nombres. Los CDR, como dice su eslogan, son en efecto “una organización que nació para ser eterna”. Y nacieron, ¿hace cuántos años? No sé, una eternidad.

Pero, claro: un museo es un sitio donde el visitante entra, voluntariamente, y luego puede salir. 

Yo diría que el destino de la Revolución Cubana está garantizado; la literatura cubana, nunca ha tenido ninguno. Tiene que debatir ese destino en cada página. Tanto en las páginas que se escriben ahora como en las que escribieron los muertos. Debatir siempre ambos términos, para empezar: “literatura” y “cubana”. Si no, olvídate de salir. Ya no del museo, sino del propio CDR.

Yo tengo la teoría de que uno de los problemas de la literatura cubana contemporánea es que muchas veces resulta inargumental; tanto así que muy pocos textos se pueden reducir a una nota de contraportada, lo que resulta una jodienda a nivel de gestión editorial. Coméntanos un poco de qué va Everglades.

Bueno, pues en tenemos a un villano, a quien apodan El Ginecólogo, que es escritor. Ese tipo secuestra a un grupo de jóvenes, y las mantiene encerradas en su casa por razones que tienen que ver con el proyecto literario en que está inmerso. Pero sucede algo. Tal vez un asesinato. El “misterio del cuarto cerrado”, del policial clásico, se convierte en el “misterio del caserón colonial en cuarentena”, en un escenario retrofuturista. La novela va de la investigación que conecta los secuestros con un cadáver que, al parecer, esconde algunos secretos incómodos.

El detalle es que el detective a cargo de dicha investigación quizás está investigando algo muy diferente, y quizás sea la persona menos indicada en el lugar y el momento menos indicados.

También hay un águila.

¿Háblame de esa “tradición cubana de Innombrables, paralela a la de los Dictadores” que mencionas en la novela? ¿Quiénes la integran? Una listica con nombre y causa probable de cada uno.

Ya no serían innombrables, y ya sería otra novela. Porque con una lista así basta para hacer una novela (Everglades se hizo con dos listas), eso es seguro. De lo que no estoy seguro ahora mismo es quiénes la integrarían. No está lo suficientemente pensado. El narrador que habla de esa supuesta tradición cubana tiene la coartada del acceso, por la naturaleza de su trabajo (es una especie de agente secreto), a materiales ocultos, objetos de conspiración y servicios de inteligencia. Pero yo la mencioné sin coartada alguna: tan solo apoyarme en los silencios, en lo que no sé rellenar ni soy capaz de nombrar, para seguir adelante, para seguir escribiendo.

Por eso se hacen las listas: para pasar de un elemento a otro lo más rápido posible. Con esa idea, por cierto, escribí mi novelita Archivo (Editorial Hypermedia, 2015). Que no se hizo con una lista: es ella misma la lista.


Archivo - Jorge Enrique Lage

«Un buen archivo tiene dosis inexactas de terror, diversión y discapacidad. El de Jorge Enrique Lage me hizo llamar al Rescue a las dos de la madrugada». 
Legna Rodríguez Iglesias



Yo tengo la impresión —me sucede con muchos autores— de que a menudo la narrativa cubana se empantana, que varios títulos de un mismo autor —incluso de autores diferentes— son el mismo libro; no sé bien cómo resumirlo aquí, pero me pasa eso con Raúl Flores, por ejemplo, como si de alguna manera solo tuviese un libro que se repite… En tu caso, ¿qué diferencia Everglades de una novela como La autopista. The Movie?

La primera diferencia es el autor que las escribió. Ya sé que es común esa percepción (es la percepción correcta) de “no soy la misma persona de aquellos años”, pero creo que yo la he vivido de una manera especialmente acentuada, o exagerada, no sé por qué. Hasta el punto de que siento que La autopista… ya no es un libro “mío”. Por tanto, yo solo puedo ser el autor de un único libro, un libro que no se repite, porque de pronto ya no hay nadie ahí para repetir nada. Everglades en este caso. Todavía me puedo identificar OK en el autor de esa novela. A ver cuánto me dura.

Luego, el resto de las diferencias: una enormidad, me parece. Ahora que lo pienso, se me ocurre que podría hablar de cierto orden simbólico que pasa por la calidad de los terrenos. La autopista… tiene que ver con el asfalto; Everglades, con el pantano. Dos formas de movimiento. No obstante, me gustaría que funcionara el algoritmo: si te gustó La autopista…, te gustará Everglades

Varias veces Ahmel Echevarría y yo hemos bromeado con la hipótesis de que tus lectores no están en Cuba —del mismo modo en que los primeros libros de Ezequiel Vieta, por ejemplo, no parecen destinados a los lectores cubanos de los años 50—, ¿qué piensas tú, teniendo en cuenta que Everglades será un libro a la venta en Amazon, es decir, una novela cubana en una tienda virtual a la que no tienen acceso los cubanos de la Isla… ¿Esa “comunidad desobrada” de la que hablaba Rafael Rojas, refiriéndose a los cubanos del exilio, hace mucho que se extiende también sobre los que vivimos en Cuba? ¿Amazon es nuestro no-lugar?

Tengo la teoría (desde ahora mismo, me la acabo de inventar para poder responderte) de que no hay ninguna diferencia entre los lectores cubanos con acceso a Amazon, y que comprarían Everglades, y los lectores de la Isla, sin acceso a Amazon, interesados en leerse Everglades. No sé de cuánta gente estamos hablando, un puñado a lo mejor, pero creo que todos van a tener su ejemplar. Tarde o temprano. Impreso o digital.

Más que Amazon, ese no-lugar sería Cuba, la isla entera. Aquí ya somos la nube (de tan nublados). Aquí se da una situación curiosa: estamos prácticamente off-line y al margen del mercado del libro y nuestras librerías son un mal chiste, pero el que es lector de verdad, el que va en serio, ese ya está leyendo. Y está leyendo casi todo lo que quiere. Gratis. Si mañana se despierta con Amazon en el celular, y todas las librerías de La Habana son como La Central de Barcelona, lo único que va a cambiar es que ahora podrá comprar copias impresas de cientos de libros que ya tiene en su tablet o en su laptop.

Por supuesto, estoy exagerando un poco. Pero solo un poco.

Y por supuesto, al 99 % de la comunidad cubana, viva dentro o afuera, este asunto ni le va ni le viene. No sé si es una “comunidad desobrada”, pero sin duda es una comunidad que, en lo que respecta a libros (cualquier clase de libros), va más que sobrada: no es con ellos, no es su problema. Y tienen razón. El problema no va de acceso a Amazon, sino a lo que Amazon significa, todo lo que representa.

Por último, hace un tiempo, varios críticos —entre los que me incluyo—, comenzamos a hablar de una suerte de “olvido de Cuba” en la literatura cubana contemporánea, ¿en qué paró todo aquello? ¿Olvidarse de Cuba resultó ser un bulo, una modita literaria?

Tú eres el que sabe, pero yo creí entender que aquello de “El factor Cuba”, como le llamabas en tu ensayo, no apuntaba precisamente a un olvido de Cuba como tal. Recuerdo que en alguna parte hablabas “lo cubano en paro técnico” y de examinar los signos de lo cubano como si fueran fósiles. Me identifico 100 % ahí. No tengo otro modo de ver esos signos (por otra parte, ¿cuáles serían?) que como fósiles. Me gusta el instrumental de la ciencia-ficción, las movidas con el tiempo. Y me gusta trastear cacharrería en paro técnico. Para otras cosas más productivas, incluyendo ser parte de una moda literaria, se necesitan habilidades de las que yo carezco. 




Jorge Enrique Lage - Ahmel Echevarría

Retrato de Lage

Ahmel Echevarría

Una imagen en ‘ausencia’ del escritor Jorge Enrique Lage


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