Un final feliz

Tengo que parar. El texto que compartiría hoy llevaba por título “Breves notas para un libro que no existe”. Ahora será: “Breves notas” o “Notas breves”. No sé…, no estoy segura. Las palabras tomaron el poder. Se han separado de mí y me controlan. He tenido otras veces esta sensación que incomoda. Como de persecución y fuga. 

En verdad no quería terminar. Llevo varios años escribiendo el mismo libro, acomodando los textos y las imágenes…, imaginándolo como quien desea un cuerpo por mucho tiempo y una vez saciado el deseo se detiene la conquista. No quiero ser coleccionista de mis propios libros. No soy posesiva, sino más bien desapegada. Ya tengo un libro publicado, ¿para que querría otro? Es como tener dos hijos. Dos hermanos que nacen de la misma madre, pero tan distinto uno del otro. Esta idea de lo distinto me compensa. Pero quién ha dicho que quiero ser madre. Uno pasa la vida perdiéndose y salvándose. Al menos así me sucede a mí. Buscaba la salvación en la literatura y aunque debería estar feliz, no puedo estar más triste. 

No me gustan los cambios, mucho menos las despedidas. Forzada por las circunstancias… suena demasiado épico, no quiero ser cosa del pasado. Me han sugerido que despida este espacio: agotada por las circunstancias… suena a debilidad. La verdad es que no sé cómo escribir una despedida. Es como imaginar un suicidio. Se dice que el suicidio casi siempre es una venganza. Me he iluminado. Tal vez deba comenzar por la crónica más leída: “Tres grandes desafíos de Corazón azul”. Confieso que no creo en la justicia, por esa razón no la dejo en otras manos que en las mías propias, las de la escritura, las de matar. Siempre son las palabras las que me condenan o salvan. Abrir o cerrar el pico, de eso se trata.

En este párrafo bien podría dedicarle unas palabras a Jorge Enrique Lage, pero la verdad es que estoy molesta con su olvido. Fue el primer lector de mis crónicas y las llamó: “raro artefacto”. Pensándolo bien, no debería escribir estas cosas que, en blanco y negro, ahora que mis dedos son balas, me viene la idea recurrente del suicidio. Alguien no confiable me puede estar leyendo y hacer ese trabajo por mí, y luego usar mis propias palabras para justificar un crimen planeado o imaginado, da igual, por mí misma, pero ejecutado por un matón. Y regresa nuevamente la sensación de peligro. Son las 3:00 a.m. y me ha despertado una masa uniformada de párvulos, procedentes de no sé qué parte, para participar en no sé qué desfile de otro Primero de Mayo proletario. La noticia me llega en otro “momento histórico”. 

Tal vez el problema sea más sencillo, una cuestión de humildad, como cuando era niña y mi mamá me decía: “Ya viene tu cumpleaños” y me quedaba esperando a que llegara algo, algo parecido a un carro de felicidad. Imaginaba un carromato lleno de payasos; al crecer, me di cuenta de que los payasos son tristes. 

El problema no es sencillo. No podría enumerar la crónica en la que me abandonó el editor. Enviaba el texto, insegura como soy —aunque finjo muy bien, no olvidar que soy actriz— y en dependencia de las preguntas de Lage y sus escuetos comentarios, constataba si le gustaba o no. Era el autor de Carbono 14La autopista… La primera vez que me editaba un escritor. Me daba sugerencias, y claro, yo no decía nada, pero me daba cuenta de que eran herramientas para la escritura, todo eso sin aleccionarme, como la ciencia ficción, donde manejas grandes ideas de una forma sencilla. 

Valoré dejar la columna en aquel momento. Había perdido a mi primer lector. Entonces Miguel se motivó más con mis escritos. Puede que mi vocación de actriz me conduzca a querer contacto inmediato con el receptor. O tal vez sea la propia naturaleza de este libro al que Lage llamó artefacto. Es menos íntimo porque parece que lo ha escrito una muerta. Alguien, como me han llamado, sin escrúpulos. Pero confieso que soy inocente y otra vez me sale aquello de… forzada por las circunstancias…, pues si soy una actriz difunta, ¿qué esperan de mí sino la despreocupación por las consecuencias? Y una nueva frase épica del difunto máximo líder ahora: “La parte de responsabilidad que me corresponda, la asumo”. 

Estoy harta de los tiempos heroicos, pero mi hartazgo no significa que yo pueda ser normal. Ya es demasiado tarde y pasó el tiempo. He aprendido a pensar desde la absurdidad. Hasta me río de mí misma. Soy milicia en esta tierra y el personaje de mi vida se llama Elena. Para Miguel siempre ha estado claro. Para mí no. 

Gilberto Padilla fue quien me sugirió una despedida. Pensar que al principio le hice rechazo. No era nada personal con él, sino conmigo misma. No quería a un nuevo editor. Ya he dicho que no soporto los cambios. Tal vez deba profundizar más en esa idea. La de la permanencia. Padilla tiene razón en adelantarse. Sé de algunos que me leen, les debo una explicación. Luego vienen las preguntas, y peor, la fabulación. Vivimos en época de posverdad. 

Estimados lectores:

Espantada de todo… 

Estimados lectores:

Me siento apenada por tener que cerrar estas crónicas de lo que han sido mis últimos diez años…

Ahora me doy cuenta de que llevaba la cuenta como si festejara un nuevo aniversario de rodaje. Miguel tampoco quería que la película terminara, quería seguir en el universo de Corazón azul y entiendo que ese sea justamente el problema. La película terminada nos congela y cualquiera teme a un crudo invierno, es natural. Un libro es una caja. Maquetar a Elena, Lynn, Caso número uno y Miguel. The End. Cerrando la playa desierta de los masturbadores. Las fantasías y el morbo en un planeta muerto. La revolución extendida fue también maquetada. Tal vez ese fue el drama de Fidel Castro. La imposibilidad real de extender la epopeya de manera orgánica en el tiempo. El tiempo de Corazón… y Crónica azul nos pasó viviendo, filmando, escribiendo y terminamos de barrer los escombros, pero creyendo y moviendo montañas. A fin de cuentas, fuimos creados a imagen y semejanza. 

Ya amanece. A lo lejos, la música popular bailable de la Plaza. No sé a qué hora se movió la masa que esperaba sentada en el frente de mi edificio. Entré a Facebook y Messenger. Un mensaje de Carlos Aguilera con un enlace a in-CUBAdora, y leo:

Premio Franz Kafka de Ensayo / Testimonio 2022: Lynn Cruz: Crónica azul.

El jurado compuesto por Idalia Morejón Arnaiz, Abel Sierra Medero y Henry Eric Hernández ha decidido que por ser “un libro de memoria casi cinemática” y estar compuesto por varios textos que bien pueden leerse… 

Y escribo en mi muro:

No puedo estar más honrada.

Aún no lo creo.

Gracias al jurado por el premio y tan bellas palabras sobre mi libro Crónica azul

Gracias a in-CUBAdora y a Carlos Aguilera por esta plataforma para la escritura libre. 

Gracias al colectivo de Hypermedia, a Ladislao Aguado, en especial a Jorge Enrique Lage y Gilberto Padilla, con quienes he contado en la edición de los textos que salieron en la revista.

A todas las personas que colaboraron durante el rodaje de una película que tardó diez años en realizarse. 

A los que la abandonaron también; las historias son mejores con villanos.

A mi familia y a los amigos.

A mi compañero Miguel Coyula.

En memoria de mi padre. 


© Imagen de portada: Lynn Cruz / Incubadora.




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Los cinco primeros minutos

Lynn Cruz

Las protestas acontecidas en New York (2011) sirvieron de telón de fondo para que Miguel, animado por Ron Blair (Sergio en ‘Memorias del desarrollo’) obtuviera extras gratis y añadiera valor de producción a la película.






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