Sangre y más sangre



Cuando creemos que ya lo hemos visto todo, un nuevo artículo, un hecho, una imagen proveniente de los medios cubanos, del propio Estado, nos demuestra cuán equivocados estamos. En efecto, siempre se le puede hacer más espacio al horror. 

Esta vez, fue el Departamento de Comunicación Institucional de Holguín. Es decir, el gobierno de esa provincia.

El pasado 4 de julio, su sitio web publicó una especie de crónica titulada: “Holguín: Hermosa apertura del verano 2022 en el histórico Birán”.[1] La “crónica” —llamémosla así— está compuesta por 8 fotografías, cada una con un texto al pie que le sirve de comentario. La “fiesta del Verano 2022” —dicen— comenzó con un acto provincial en la comunidad de Birán, presidido por Ernesto Santiesteban Velázquez, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y primer secretario del Comité Provincial en Holguín, el gobernador Julio César Estupiñán Rodríguez y “otras autoridades políticas y de gobierno de la provincia y del municipio de Cueto”.

Mas el evento solo ejemplifica los niveles a que han llegado en Cuba el abuso infantil y la invención racista de la historia nacional y de la mal llamada “revolución” cubana. Fotografías y textos muestran la crueldad del lavado de cerebro, particularmente —insisto— en lo referido a los niños.

La foto que acompaña este texto no muestra absolutamente nada de la rebelión. Lo único que se ve es el “suplicio de Hatuey”.

“Previo a este acto político-cultural, estudiantes de la Enseñanza Primaria del centro mixto 6 de Agosto escenificaron momentos que marcan la historia de Cuba: […] la rebelión de los aborígenes contra los colonialistas españoles y el suplicio de Hatuey en la hoguera, quien prefirió morir antes que someterse a la salvaje invasión extranjera”.

Sin embargo, la foto que acompaña este texto no muestra absolutamente nada de la rebelión. Lo único que se ve es el “suplicio de Hatuey”. De hecho, a sus pies, de rodillas y dobladas sobre el suelo, hay solo niñas. La “escenificación” borra, al no incluirla, la violencia española. ¿Quién quemará a Hatuey? ¿Acaso el cura? Él es, por cierto, el único varón y representa a España; mientras Hatuey no refleja asomo de rebeldía, más bien parece cansado.

Pero lo más perturbador resulta lo que se les enseña a los niños cubanos a través de esa imagen. Hatuey “prefirió morir antes que someterse a la salvaje invasión extranjera”. Bueno, la “salvaje invasión” no era extranjera. No podía serlo porque Hatuey no era cubano, ni se pensaba cubano, ni patriota, ni —para decirlo de una buena vez— “antianexionista”. Tampoco los españoles invadieron Cuba, sino que la conquistaron. Menos aún, claro, fue una “salvaje invasión [yanqui]”, como subrepticiamente se les sugiere a los niños en el afán del Estado por “actualizar” la historia y americanizarcualquier culpa. Estas calculadas tergiversaciones no tienen, pues, sino el siniestro propósito de preparar mentalmente a los niños cubanos a estar listos a dejarse quemar, a inmolarse si ocurriera otra “salvaje invasión extranjera”.

Esto nos recuerda los festivales religiosos antiguos, asociados con los ciclos de la naturaleza, en los que se ofrecían sacrificios humanos y/o de animales.

El indudable carácter pedagógico de la representación y el mensaje sádico —que incluso refuerza el estereotipo del cuerpo de la mujer humillado e indefenso— cobra tintes todavía más oscuros, dado que tiene lugar en el contexto de los festejos por el comienzo del verano. 

Esto nos recuerda los festivales religiosos antiguos, asociados con los ciclos de la naturaleza, en los que se ofrecían sacrificios humanos y/o de animales. La escena en cuestión es eso: la representación ritual de un sacrificio humano ofrecido a los niños espectadores como ejemplo a seguir. Incluso el escenario de Birán y los “cantos a la Patria y a Fidel, Hijo Ilustre de Birán” que entonaron los niños, jóvenes y pobladores, no dejan lugar a dudas sobre a quién se le hacían esas ofrendas y se le prometían esos sacrificios.

No exagero. Lo de “fiesta” no hay que tomarlo al pie de la letra. Por eso, más adelante la advertencia: “En las palabras de clausura, Yanet Hernández Aguilera, Primera Secretaria de la UJC en la provincia, ratificó que la juventud estará de FIESTA pero también DEFENDIENDO su Revolución, que le brinda todo lo material que es posible, pero más que todo: paz, tranquilidad y seguridad y garantía de estudios para crecer en la sociedad socialista”.[2]

El gobierno cubano mantiene a los cubanos en un estado de inmolación permanente al tiempo que les exige estar listos para la definitiva. 

Dicho de otro modo, en cualquier momento se interrumpe la fiesta y se encienden los fuegos. Hay que festejar con el fuego en mente, siempre dispuestos a morir. Ese es, por supuesto, el horizonte del castrismo: la muerte, la inmolación y el sacrificio. Se les exige sacrificar sus vidas a niños, jóvenes, a todos los cubanos, mientras se les obliga a aceptar, a estar incluso felices, “todo lo material que sea posible”. 

Esperar la resignación de los cubanos en medio de la crisis energética, de abastecimientos, de transporte, es sencillamente criminal y fascista. La idea de que, “más que todo [lo material]”, lo que realmente cuenta es “paz, tranquilidad y seguridad y garantía de estudios para crecer en la sociedad socialista”, es la prueba más palpable de la escasa o ninguna importancia que el Estado le concede al bienestar material de los cubanos; de que ni siquiera tiene que esforzarse por aparentar que le importa. Según sus cálculos, basta con la policía y el MININT en las calles. La conclusión es simple: el gobierno cubano mantiene a los cubanos en un estado de inmolación permanente al tiempo que les exige estar listos para la definitiva. 

Más adelante, el pase de revista a la Historia continuó con “las luchas mambisas por la libertad, seguido por el Moncada, el Granma, la Sierra, hasta el presente vivido en el acto que marcó la arrancada de verano en la provincia de Holguín”.[3]

Empiezo a sospechar que Fidel Castro es uno de nuestros señores barrocos, junto con Martí, Colón y, por supuesto, José Lezama Lima.

Fidel Castro ha colonizado la Historia de la nación. Las “luchas mambisas” —que había que mencionar al menos— quedan rápidamente atrás, tapadas por la Gran Historia de Fidel: el Moncada, el Granma, la Sierra; o sea, todo, hasta hoy. Como el Barroco, también el Fidelismo parece dominado por el horror vacui y se ve compelido a llenar todos los espacios del país, de la historia nacional, del odio y del fanatismo. (Empiezo a sospechar que Fidel Castro es uno de nuestros señores barrocos, junto con Martí, Colón y, por supuesto, José Lezama Lima. Pero esto solo lo dejo caer aquí ahora como una provocación, como una señal…).

El final de la crónica afirma que “el sitio histórico de Birán” fue “el lugar escogido por Ángel Castro y Lina Ruz para fundar la familia Castro Ruz, en los inicios del pasado siglo XX”.[4]

No leyeron mal. Así se construye el mito de Fidel Castro como “fundador” de la nación. Véase el cuidado puesto en la intención. Ese “inicios del pasado siglo XX” quiere sonar en nuestros oídos, evocando un pasado fundador, de antiguo linaje, exactamente igual que si dijéramos “… en los inicios del siglo XIX”. 

Para eso, además, no les importa mentir. Se habla de “Ángel Castro y Lina Ruz” como una familia ilustre, cuando es bien sabido que el terrateniente Ángel Castro había llegado a Cuba como soldado del ejército español, casándose con María Argota y Reyes, con quien tuvo cinco hijos.

Si el Estado no tiene ya nada que quiera o sueñe siquiera en ofrecerles a los cubanos. Siempre puede quitarles más.

Lina Ruz llegó a su casa a trabajar como criada cuando solo tenía 15 años; ya pueden imaginar lo que ocurrió. De esa “ilustre” unión nacieron siete hijos, Fidel Castro entre ellos. Como en la época no existía el divorcio, ni Fidel ni sus hermanos pudieron oficialmente ser reconocidos —esto ocurrió en 1940, cuando la nueva Constitución, pasada bajo el gobierno de Batista, lo legalizó.

De modo que no hubo Fidel Castro hasta que cumplió 14 años. Ni tampoco Fidel Alejandro. Su nombre había sido Fidel Hyppolyte Ruz, porque lo bautizó el cónsul haitiano Hyppolyte Hibbert, de Santiago de Cuba. En 1940, cuando pudo ser reconocido legalmente por su padre, se quitó el nombre haitiano y lo sustituyó por el de Alejandro. Se había puesto en marcha la Operación Blanqueamiento.

Ahora bien, esos pujos de que Ángel y Alina fundaron —en lugar de crearon— una familia, revela el deseo de agenciarse un estatus colonial, esclavista, como el de nuestras grandes familias fundadoras. En última instancia, de lo que se trata es de echar toda la lechada posible sobre el mojón de Santa Ifigenia y mantener trabajando el cepo y el garrote. Total, si el Estado no tiene ya nada que quiera o sueñe siquiera en ofrecerles a los cubanos. Siempre puede quitarles más. 

¡Todo al fuego, hasta los niños, para alimentar la hoguera! 




Notas:
[1] https://holguin.gob.cu/es/actualidad/noticias/8844-holguin-arranca-apertura-del-verano-2022-en-el-historico-biran.
[2] Énfasis del autor.
[3] Énfasis del autor.
[4] Énfasis del autor.





amelia-calzadilla-sociedad-cuba-reparto-unas-resistencia

Amelia Calzadilla: El reparto como resistencia, las uñas como guerra

Marcos Paz Sablón

¿Qué dijo exactamente Amelia Calzadilla como para provocar que ‘Cubadebate’ le otorgue su atención?






Print Friendly, PDF & Email
Sin comentarios aún

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.