Libertad para Prometeo

Hace mucho que leí Prometeo encadenado, de Esquilo. La verdad es que no recuerdo casi nada. En aquel momento estaba en el primer año del Instituto Superior de Arte de La Habana y tenía mucha paja dentro de mi cabeza. Esa paja poco a poco se fue quemando con la llama de fuego que Prometeo me concediera, con estudio, dedicación, acumulación de experiencias.

La idea del castigo la tenía clara. Hay tres niveles: los humanos, Prometeo y Zeus. Prometeo es sometido por Zeus a un castigo perpetuo por entregar el fuego a los humanos.

Siempre he vivido con miedo en mi vida, a veces con más, a veces con menos. Recuerdo que mi abuela materna me decía cuando era un niño: “No eres infalible”, porque yo era bastante temerario. Leer Prometeo… me dio miedo, era tenebroso el ambiente. La idea del castigo eterno. La idea del fuego. Yo, que era pirómano de niño y me podía quedar tranquilo por horas mirando una llama arder; cosa que era difícil porque siempre fui muy inquieto.

Hay otra frase, que no recuerdo de quién es, pero ahora me viene a la cabeza y es casi lo contrario por lo que castigaron a Prometeo: “¡Ay de aquel que tenga las palabras precisas para poner en boca del arte y no lo haga!”. Es como cuando mi mamá mi miraba y me decía “¡Ay de ti si no haces la tarea!”.

Yo estoy medio loco desde niño, medio “quemado”, como se dice en Cuba. Pero veo algunas cosas bastante claras gracias a ese fuego, a través de él. Le tengo miedo a un castigo eterno del cual no pueda escapar —como no pudo Prometeo— y, a la vez, le temo a tener las palabras precisas para poner en boca de arte y no hacerlo. Creo que esos dos temores me acompañarán mientras viva, y me ayudarán a trabajar y a hacer lo que no puedo ni quiero evitar, por lo que estoy dispuesto a vivir…

Yo escribo enredado y no se me entiende mucho; trataré de pulir mis maneras y refinarlas, pero que se sepa: mi esencia yace en la llama que entregó Prometeo a los humanos y en las palabras que muchos artistas han sabido poner en boca del arte. Mi verdad absoluta es el calor de la brasa y la luz de la llama. Lo siento así, siempre fui intenso y creo que lo seré por algún tiempo aún; no pretendo liberarme de este sentimiento. Nunca he sido tan feliz como cuando he amado, y en la llama del amor quiero quemarme, fundirme hasta que solo queden de mí las cenizas del olvido.

Me fui de Cuba porque mi padre me quería castigar como si él fuera Zeus y yo Prometeo. Qué pena que él no estuviera a la altura de un dios tan poderoso. Tenía que haberme matado, pero parece que no pudo, quizás estaba esperando la orden para poder hacerlo. Yo quiero hacer una aclaración: amo a mi padre y no le deseo la muerte, aunque sí deseo que tenga derecho a un juicio justo por las injusticias que pueda cometer o por las que haya cometido ya. Él es un muerto de hambre que no solo vive en la miseria de una economía siempre agotada, sino en una miseria espiritual dictada por su profundo machismo fidelista, por practicar y profesar una religión tan empobrecedora como el fidelismo castrista.

La palabra castrista siento que viene de castrar, lo mismo que viene de Castro. No me da vergüenza, yo no tengo que ver con eso. Me da dolor que alguien con todas las herramientas para ser libre no lo sea, y use esas herramientas para hacer prisioneros a los demás. Hablo de mis hermanos menores, hijos de mi padre. Dos muchachos que si bien puede que ahora estén confundidos, no faltará mucho para que sus conciencias se aclaren y vean sin filtros ideológicos la realidad, en eso tengo fe.

Cuba está hoy dividida, como siempre lo ha estado desde 1959, desde que se acabara la Revolución que triunfó el mismo día que murió. La Revolución cubana fue como una bala disparada al cielo; su momento de velocidad cero fue ese primero de enero de 1959. Desde entonces, Fidel Castro y su hermano han practicado la guerra contra su propio pueblo, siguiendo la lógica de “divide y vencerás”.

Bajo esta misma lógica, la familia cubana fue descuartizada y la ideología del miedo fue el filo que cortó y desmembró el cuerpo familiar. Los intelectuales fueron reducidos al silencio, al exilio y el insilio, según sus condiciones y decisiones de permanecer en la Isla. Muchos lograron escapar, no sin antes sufrir penas por ejercer una libertad que fue siempre enemiga de los Castro: la libertad de pensamiento y hasta de acción.

Hoy la realidad de Cuba es otra. Mi generación llegó a la adultez, marcada bien temprano por el Período Especial, que trajo consigo la pérdida de valores y de confianza en el sistema cubano para muchos adultos de ese tiempo. Para los que éramos niños o niñas en aquel momento, las cosas estaban bien claras: había que irse de Cuba para ser verdaderamente felices.

Yo nunca creí en Fidel Castro, me aburría y me daba miedo como al resto de la gente. De niño soñaba con la idea de poder matarlo y eso me hacía feliz. Tuve que guardar ese secreto por muchísimo tiempo, por temor, igual que la mayoría de los cubanos.

Esa realidad cambió, no solo para mí, sino para toda Cuba. Ya “Nos quitamos el ropaje del silencio”, como gritó aquella señora el #11JCuba, que bien pudiera ser la abuela de cualquiera de nosotros. Cuba entera se tiró a la calle y eso no se puede revertir. Ahora el Gobierno, como papá Zeus, quiere castigar a algunos Prometeos que hay en ese pueblo, e inflingir más aún el miedo. Pero ya el fuego está presente en las calles: en cada conversación familiar.

El castrismo ya no tiene el poder. Toda la represión desplegada a lo largo y ancho de la Isla no refleja otra cosa que la debilidad y la decadencia del sistema. Cuba ya es libre. La Revolución se acabó. Ya todo el mundo sabe que la bala está cayendo de regreso. Solo queda esperar el momento en que finalmente haga contacto con la tierra.


© Imagen de portada: Prometeo encadenado, de Rubens y Snyders. Propiedad del Philadelphia Museum of Art (detalle) / Museo del Prado.




Hamlet Lavastida

El Coki no es un preso inconsciente

Carlos A. Rodríguez Halley

Cuando pienso en la idea de ser preso de conciencia, entiendo que toda la Isla está presaAlgunos somos presos de conciencia y otros son presos inconscientes.





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