El significado de morir con dignidad

¿Qué significa morir; sobre todo, qué significa morir con dignidad? Luis Manuel Otero Alcántara reedita su huelga de hambre en una celda; pensar en el derecho a morir como un derecho humano se hace ahora más que nunca indispensable.

La manera insólita en la que el régimen totalitario cubano puso fin a la huelga de hambre y sed en la que estaba inmerso Luis Manuel Otero Alcántara no tiene precedentes. Una vez más, el Estado, como el gran proxeneta que es, decide quién vive, quién muere y quién sobrevive calamitosamente. En ejercicio de una voluntad usurpada durante los últimos sesenta y tres años, el régimen irrumpió en la sede del Movimiento San Isidro, como suelen hacer los ladrones, y con una excusa invertebrada, lo llevó preso.

En el juego de las representaciones, en el manejo del capital simbólico, Luis Manuel Otero Alcántara apareció a los días de su secuestro ante las únicas cámaras —las de la prensa oficial— maquillado, bastante maquillado. No tengo cómo probar esto, pero es lo que hacen todos los regímenes totalitarios: maquillar, adulterar la realidad hasta que parezca verosímil, una mentira repetida como axioma, como máxima suprema que termina “convirtiéndose” en verdad. Porque maquillar a Luis Manuel Otero Alcántara significaba, significa, desacreditarlo como persona, como huelguista, como sujeto que ejerce su derecho a disentir. Si luce bien ante sus cámaras, habría muerto y su muerte sería moral, nadie creería en él ni en sus legítimos reclamos.

Nunca —al menos que yo tenga referencia— un acto de tal magnitud había ocurrido. La desesperación y el terror que gestiona un hombre “tendido” y en huelga de hambre lleva al Estado represor a violar —verbo que conjugan muy bien—el derecho del otro sobre su cuerpo. 

La huelga de hambre y sed de Luis Manuel Otero Alcántara es solo un reflejo del suicidio colectivo que significa vivir en la isla-cárcel-laboratorio de la política. El suicidio y la muerte han ocupado siempre un lugar muy significativo en el imaginario cubano; sobre todo, en aquellos que explícitamente han ejercido su derecho desde la oposición.

Luis Manuel Otero Alcántara, una vez más, acude a este recurso para reclamar sus derechos, lograr su libertad o,sencillamente, morir. Mucha fe en un ideal se necesita para activar este mecanismo de autodestrucción. Porque una huelga de hambre y sed no es otra cosa que un suicidio lento, la prolongación de una muerte dilatada; pero también la culminación de un profundo proceso de autorrepresentación. Es, sobre todas las cosas, un ejercicio de liberación, de libertad. Morir en huelga de hambre y sed es una forma de revancha, es enrostrarle al otro su déspota condición de tirano.

Si Luis Manuel Otero Alcántara muere, sin dudas será un hombre libre; y el precio de su libertad reforzará en nosotros el carácter patológico de un régimen vetusto y mordaz. 

Quiero discrepar con Manuel Márquez Sterling, quien en 1906 sugería que “los cubanos nunca miran al futuro, ellos siempre están preocupados por los problemas del día a día de sus vidas”. La generación que salió a las calles el 11 de julio, los jóvenes que se apostaron frente al Ministerio de Cultura de Cuba y que conforman el 27N, los hacinados del Movimiento San Isidro son, constitucionalmente hablando, una nueva generación. Es la generación que ha decidido romper con la teleología y la narratividad de las lamentaciones. Es una generación que no se halla en el pasado sino en un futuro esperanzador. Luis Manuel Otero Alcántara es uno de ellos.*


* Este texto forma parte del dosier ‘La revolución de los derechos’, el cual da título a la plataforma de igual nombre. ‘La revolución de los derechos’ es una iniciativa de Article 19 e Hypermedia Magazine.


© Imagen de portada: Julio Llópiz Casal, para el dosier ‘La revolución de los derechos’.




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Revolución hipostasiada

Julio Lorente

La Revolución cubana resulta un cenotafio político, una tumba sin cuerpo.






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