Pero, ¿cómo me respeta un delfín?

Ya saben que tengo un trip raro con los animales y, sobre todo, con los delfines. Hace unos meses escribí un Pinky Filosofía, muy molesta porque el algoritmo de Facebook me sugería ver videos de delfines. Detesto a los delfines. 

Los reconozco como una entidad no humana que, como toda entidad no humana, es esencial para mi propia existencia. También los reconozco como no inferiores a mí, sino como iguales con derechos en (y no sobre) la Naturaleza. Soy postfenomenóloga, por lo tanto, reconozco al delfín como una de las múltiples formas del devenir que incluye lo existente como parte de un mismo proceso en el cual todos somos uno, sin anular con ello nuestra individualidad. Más claro: soy a través de lo que soy gracias y a causa de lo otro. Eso otro son sujetos como yo, pero también otro tipo de fenómenos y existencias, como lo son los artefactos técnicos, la tecnología, mi yo con filtros de Instagram, los animales. Todos existimos. Todos devenimos. Y en ese devenir deberíamos encontrar armonía. La armonía del devenir.

Pero, aun así, me cagan los delfines. 

Me cagan, me cagan, me cagan soberanamente los delfines.

Supongo que es algo así como si me cayera mal un primo. 

Hay un primo que me caga.

Ese primo es un delfín.

Me caga mi primo el delfín.   

Algo que incluye este posicionamiento filosófico unificador de todo como parte de un gran organismo mutante y diverso es que incluye también el desagrado, la exclusión, la eliminación de algo de MI vida individual, en tanto esté consciente de que, aunque lo elimine, siempre estará en una conexión primaria y vital conmigo. Por lo tanto, me desagrade o no, siempre, siempre, hay que respetar su espacio en el mundo.

Ello significa que me pueden molestar los delfines sin ningún problema en tanto los respete.

Y ellos me respeten a mí.

Pero, ¿cómo me respeta un delfín? 

Me pregunto esto por lo siguiente:

Primero: dentro de las posthumanidades y, sobre todo dentro de la postfenomenología, el tema fundamental es pensar qué tipo de agenciamiento tienen los artefactos técnicos y tecnológicos sobre nosotros. Dentro, hay tres posturas fundamentales. La primera es que no nos agencian nada; que solo nos agencian (nos influyen) los humanos. La segunda, que es un híbrido, es decir, tanto los humanos como los artefactos nos agencian de forma muy directa, pero la relación de agenciamiento se da en la relación humano-técnica. La tercera (y la más radical) se centra en que los artefactos nos agencian de forma relevante y directa. 

Yo me encuentro entre la segunda y la tercera postura. Opino que lo no humano, en relación con lo humano, nos influencia de manera relevante. En el caso de los artefactos, la relación se establece a partir de una tríada entre el diseñador, el objeto y el usuario. Pero, como yo también incluyo dentro de lo no-humano a todas las minorías, la Naturaleza y los animales, entonces esto quiere decir que los animales (y en este caso los delfines) nos agencian de forma directa como mismo nosotros los agenciamos a ellos.

Segundo: Los delfines, no sé si saben, han sido acusados múltiples veces de ser animales violadores. Cada año se documentan alrededor de catorce casos de agresión sexual de delfines hacia los humanos, en Estados Unidos. Hay videos, incluso, de delfines agrediendo a humanos. Se puede observar como tienen el pene erecto y tratan de montar a buzos. 

También, no sé si ustedes saben, los delfines en temporada de celo, hacen manadas con el propósito (entre otros) de forzar a las delfinas a tener sexo con ellos. Para esto, los delfines encierran en un círculo a la delfina, la golpean con sus aletas y la fuerzan a tener sexo con todos. Otro dato curioso es que los delfines también pueden tener sexo con delfines, pero no los violentan de la misma forma en que violentan a las delfinas. 

Todo un caso esto.

Continuemos con la perspectiva filosófica. Si partimos del hecho de que lo no humano nos agencia y nosotros los agenciamos a ellos, y que ambos somos parte de un todo íntimamente relacionado, ¿cómo es posible que yo tenga deberes y deba respetar los derechos de un delfín y que un delfín no tenga la misma responsabilidad conmigo? 

Yo no sé si ustedes saben que hay casos de relaciones amorosas y duraderas entre delfines y humanos. Hay un libro famoso que habla sobre eso: sobre cómo un hombre y una delfina entablaban una relación amorosa y sexual en la cual ambas partes disfrutaban (según el tipo). En ese caso podríamos asumir dos posturas. La primera, que sí hubo un consentimiento sexual por parte de ambos (el tipo dice que la delfina lo buscaba sexualmente y disfrutaba). La otra postura sería que eso es una violación de los derechos de los animales debido a que una delfina no tiene conciencia de lo que está ocurriendo, por lo tanto, no puede dar su consentimiento. Eso nos lleva a otro tema: ¿qué es la conciencia? ¿Es algo reservado para los seres humanos?

Este tema de la conciencia es importante porque, a partir de ahí podríamos definir qué pasa si un delfín abusa sexualmente de un ser humano. Es ese sentido, si asumimos que el delfín no tiene conciencia y es puro instinto, la cosa se complica más: ¿qué ocurre con aquel humano que fue agredido sexualmente por un delfín? Y lo digo porque el ser humano sí tiene conciencia y sí asume el ataque sexual de un delfín como una violación. ¿Cómo debe lidiar un ser humano con el trauma de ser atacado sexualmente por un delfín? ¿Con quién se queja? Por otro lado, están las delfinas. ¿Están ellas disfrutando del acto sexual? ¿Dónde queda la cuestión de la delfina que intenta escapar y la golpean hasta dejarla débil y poder tener sexo? ¿Dónde están los derechos de esa delfina dentro de su misma especie? 

Esto no se acaba aquí. Dicha actitud de los delfines ha llegado a ser un tema dentro de algunos círculos feministas. El delfín como representación de la opresión masculina. El abuso, entonces, hacia lo que es considerado hembra se ve reflejado también en la fauna. 

Todo un caso el tema de los delfines. 

A mí me regalaron un edredón con unos delfines. La verdad es que no lo puedo ocupar. Solo de ver un delfín, aunque sea en un dibujito, ya no solo me molesta porque no me gustan los delfines, sino porque no puedo dejar de imaginar que en la noche ese edredón se convertirá en un océano y los delfines dibujitos se convertirán en delfines y nos violarán a mi esposo y a mí. En el edredón hay dos delfines. Dos delfines son suficientes para desgarrarnos a mi esposo y a mí.

No puedo con esa sensación.

No quiero que me viole nadie, incluido un delfín. 

Yo vivo en México. Los ataques sexuales están a la orden del día. Imagínense, entonces, que yo no solo tenga que preocuparme porque me viole un hombre, sino también por ir al Pacífico y, mientras esté nadando, me ataque sexualmente un delfín. 

También está el hecho de caer en cuenta de que, cada vez que un delfín quiere ayudar a un humano, existe la probabilidad de que sea para violarlo. Es como el tipo cuyos instintos no controla y que te regala un caramelo y luego te ataca. O como el tipo cuyos instintos no controla que te da un aventón y te ataca. O el tipo cuyos instintos no controla que te invita a una copa y te droga y te viola. O el tipo cuyos instintos no controla que te golpea para debilitarte y te viola. 

No es fácil.

Es como el primo delfín que me cae mal. Ahora es un tipo delfín que me cae mal.

A lo mejor el delfín no tiene conciencia de lo que está haciendo, mas yo sí. Entonces, ¿qué hago? Si yo parto del presupuesto de que los delfines y yo tenemos los mismos derechos y debe existir un respeto mutuo, entonces significa que el delfín debería respetarme, ¿no?

Todo ello me causa conflicto. Siento que yo sí debo controlar mis instintos, pero al delfín se le permite todo: atacarme, atacar a una delfina, solo porque no tiene una conciencia igual a la nuestra capaz de discernir entre lo que está bien y lo que está mal.

Pero a la vez, ¿qué está bien y qué está mal? O en todo caso, ¿por qué me tocó, a mí, tener una conciencia por la cual sí te pueden juzgar? 

Al delfín le va mejor que a mí. 

La conclusión a esto es que el término conciencia es el que se interpone entre el respeto de un delfín hacia mí. ¿Por qué, amigo Dios? ¿Por qué me dotaste de conciencia cuando no lo pedí? Quizás, si careciera de esta, no tendría que preocuparme por estas cosas. Quizás, si careciera de esta, no tendría miedo de ir al océano o a la playa. Pero quizás, si careciera de esta, no podría alertarlos sobre el peligro inminente que puede significar un delfín en nuestro desarrollo sexual.

En todo caso, tomen precauciones. No se acerquen a un delfín.

¡Alerta delfín!




Pinky Filosofía

Cuando comenzó este siglo y éramos optimistas

Amanda Rosa Pérez Morales

Yo nunca he publicado un libro en Cuba. Pero me pregunto si existe mucha diferencia entre publicar y no publicar allá. Nunca he visto una edición cubana en otra librería que no sea en una librería de Cuba. Esto no es una crítica. Quizás me gusta la idea de un libro que solo puedo encontrar en un lugar determinado.





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6 Comentarios
  1. No lo he podido evitar… la autora ha dedicado un artículo ¡completo! y la revista lo pone ¡destacado! por unos supuestos ¡14 casos al año! de agresión sexual de ¡delfines! en los Estados Unidos. No lo he podido evitar… La población de EEUU es de 328,2 millones y si hacemos un ¡cálculo rápido! (¿suena de algo?) la probabilidad de que esto ocurra es de ¡0.000004! una pregunta, ¿no habría otro tema, digamos que más interesante, sugerente o probable al que dedicarle el esfuerzo, el tiempo y el dinero? una pregunta, sin más, vaya…

  2. Gran artículo, extraño temor. Muy entretenido en verdad, muestra de que las reflexiones cotidianas son dignas de ser reflexionadas y bien desarrolladas.

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