Razones

(La Habana, ventas dominicales, 29 de octubre de 1797)

Un Negro de edad
como de 20 años
carabalí,
muy ladino,
calesero,
regular cocinero
en 340 pesos
libres para el comprador.
En la calle de la Havana
número 189
darán razón.

Otro,
bozal,
de edad como de 11 a 12 años,
en 300 pesos
libres para el vendedor.
Don Ramon Antonio Parragues y Seijas,
que vive en la esquina del Gallo,
cuadra del Sr. Intendente
dará razón.

Una Negra bozal,
de edad como de 10 a 11 años.
En el barrio del Sr. de la Salud,
en la casa de las señoras Frias
darán razón.
En la misma la darán también
de un maestro de primeras letras
que se obliga a enseñar
en las casas particulares
de esta Ciudad.

Un colgadizo
situado antes de las accesorias
de la casa de Doña
Josefa Duarte,
mujer del Capitán de Navío
Don Francisco Goycochea,
perteneciente a los herederos de Doña
Catalina de Oquendo y Viamonte.
En la casa
de Don Rafael Gallegos
que está frente a la taberna
de la plazuela del Monserrate
darán razón.

Una volanta
con forro de tripe amarillo,
y flecos carmesíes,
bien tratada,
y un escaparate de cedro,
grande y antiguo,
todo en precio cómodo.
En la calle del Obispo
número 101
darán razón.

Un Negro
de edad de 13 a 14 años,
en 300 pesos.
Doña Antonia Josefa Barea,
que vive inmediato a Santa Catalina
dará razón.

Una mesa de caoba,
grande,
con su cajón,
en 14 pesos.
En la calle de la Obra pía,
a la otra puerta del número 58
darán razón.
En la misma se solicita
una manilla de oro
de moda y angosta.

Cuatro negros
de la costa de Guinea,
de edad como de 13 a 18 años,
sanos y sin tachas,
en precio equitativo:
Don Fran Xixon,
en el café
que está junto al Convento
de Santo Domingo
dará razón.

Una Negra
de nación mandinga,
ágil para el servicio
de una casa,
en precio cómodo.
En la calle de Villegas,
en la última cuadra
sobre la derecha
antes de llegar a Belén
darán razón.

Una partida
de papel superior,
cortado y sin cortar,
que se expenderá
a cinco pliegos por medio real
en la Librería
de esta Imprenta.

*  Se trata, como adivinará pronto el lector, de unos anuncios clasificados, publicados tal cual en el Papel Periódico de la Havana, en la fecha que se apunta. Me impresionó mucho la primera vez que lo leí, y desde entonces le di vueltas a la idea de escandirlo en versos: lo poético aquí, además del acto de apropiación, era justo la reconfiguración de una prosa gris y burocrática de otra época en forma de poema. Esos espacios y esas divisiones, el «entrelíneas», ese trabajo a posteriori, esa contradicción entre anacronismo y actualidad eran tan reveladores como lo que se leía. O incluso más: el poeta debía trabajar con esa mudez, ese silencio, esas rupturas. Lo otro es obvio: las alusiones a nuestra «razón» ilustrada, la macabra contabilidad, la frialdad y el prontuario de nombres propios y calles que siguen ahí, la posibilidad de nuestra «literatura» en ese trozo final donde el papel se junta con los otros «objetos». (EHB)

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