De Cuba en peor (III y final)

K

Kafka 

¿Qué hace Kafka aquí? Lo mismo que unos cuantos que le hacen honor sin saber siquiera que existe. 

Kafka hubiera nacido en Cuba de habérselo propuesto. Sus novelas tienen la sustancia y la carne que arman el esqueleto social cubano. 

L

Ladrones 

De identidad y de bancos, de almas y de bicicletas, de moralidades y de cerdos, de inteligencias y de alhajas, de bondades y de televisores, de ascensos y de ropas, de odios y de autos, de hazañas y de espejuelos, de victorias y de combustible, de lenguajes y de zapatos, de elogios y de libros, de fraternidades y computadoras, de sueños y de carteras.

Langostas 

¿Cuántas veces han comido langosta?, me atrevo a preguntar a varias personas que me acompañan en cualquiera de las fiestas pusilánimes del día a día. Me miran aturdidos, abrumados, soñolientos, o como queriendo decir “Y este a qué bicho le metió los dientes”. 

Ninguno había comido langosta. El qué más, probó camarones. Otro dice ser alérgico a los mariscos. 

El mar está lleno de especies vedadas. Y muy desconocidas.

Libertad 

Mi idea sobre la libertad es una idea antigua, y por antigua rancia y ahumada por las fugas filosóficas de turno. Da igual que mi abuela entendiese la libertad como mirar hacia el horizonte y que estuviera allí todas las mañanas. O que mi padre inventariara la libertad como la suma de todos los placeres prohibidos encontrados en un Placer Único. 

Mi idea de la libertad siempre fue menor y no por ello más artística. Porque supongo que el artista prefigura los conceptos sin imaginar (o desde perspectivas que exploran el mal en cuerpo-país ajeno), que la prisión que nombraste libertad abre sus puertas y te obliga a una esclavitud roñosa y despiadada: a decir la verdad para los otros. 

Libreta de abastecimiento 

En un programa humorístico nacional, la libreta de abastecimiento es erigida como verdadero obelisco patrio. Las colisiones simbólicas y grotescas van de la mano. Y no es suficiente. 

Algunos creen que gracias a esa “libreta” muchos pudieron subsistir las marejadas de crisis que azotaron a Cuba durante muchos años. Lo creo. Con la ausencia de alimentos, con precarios salarios, ¿quiénes sobrevivirían sin esas cuotas absurdas de arroz, chícharos, frijoles, o un pedazo de carne invisible? ¿Quiénes sobrevivirían?

Fácil de responder: Ellos, los que inventaron la libreta de abastecimiento. 

Descanse en paz, querida.

Literatura 

Parodiando a Baudrillard: Cuba es literaria hasta fuera de los libros.

Lo que le advierto a mi hijo 

Detesta más a los políticos que a la política, pero si puedes mantenerla alejada de ti, mucho mejor.

Admira al arte más que a los artistas, pero si logras descartarlo, sin furor, sin febrilidades ocultas, tu espíritu, a la larga, lo agradecerá.

Luchador 

El que, en Cuba, resuelve asuntos que en otros sitios serían triviales. El que encuentra un empleo ideal, allí donde “la lucha” tiene un beneficio económico privilegiado.

M

Medallas 

De la dignidad indignada. De la vigilancia vigilada. Del heroísmo erróneo. 

Medusas 

Las medusas son muy inteligentes, dicen en televisión. No tienen cerebro, pero eso no impide que sean inteligentes. 

Saco aberrantes conclusiones. El cerebro solo sirve para dispersar los mecanismos de relación entre lógica e instinto. El cerebro es secundario ante ellos. Extírpenlo. No habrá entonces interferencias para acciones instintivas y lógicas.

Minoría 

La minoría más deplorable es esa que siempre oprime a la mayoría. En todas partes existe, pero en todas partes no es tan minoría.

Miradas 

Una sociedad que no puede mirarse por dentro, no podría mirar a ninguna otra parte. 

Moralidad 

La moralidad no se logra con el conocimiento, dice Solzhenitsyn. Pero el conocimiento del mal, repongo yo al admirado escritor, prevé de una moral que no termina donde los inmorales desean.

Mucho ruido y no hay nueces 

La forma “cariñosa” de acabar con la cultura se muestra acá sin mucha pantomima. Calle a calle, la música (si fuera música) salta como un criminal, cuchillo al aire, al cuello. A todo volumen. 

Los ripios de la salsa nacional, los chirriantes reguetones (u otros mal parecidos), las plásticas cancioncillas mexicanas o dominicanas (aunque pudieran ser guatemaltecas, españolas, puertorriqueñas…), pero, sobre todo, el timbeo incoherente, vulgar a escala incomparable, de algunas de las orquestas cubanas (llamarlas orquestas es favorecerlas).

Luego, buscar con prontitud oídos de repuesto, almas de repuesto. Adaptarse o reconvertir la basura en producto “sentimentalmente falible”. O escapar.

Cabe la posibilidad de ser como ellos. En ese caso, no siga leyendo esto.

N

Novelas 

Las mejores novelas cubanas que leí: 

Tres tristes tigres (Guillermo Cabrera Infante) 

Boarding Home (Guillermo Rosales) 

Las iniciales de la tierra (Jesús Díaz) 

Matarile (Guillermo Vidal) 

El reino de este mundo (Alejo Carpentier) 

Cobra (Severo Sarduy) 

Un tema para el griego (Jorge Luis Hernández) 

Tuyo es el reino (Abilio Estévez) 

Hombres sin mujer (Carlos Montenegro) 

Caracol Beach (Eliseo Alberto) 

La carne de René (Virgilio Piñera) 

El mundo alucinante (Reinaldo Arenas

El polvo y el oro (Julio Travieso) 

No quise repetir autores. Lezama Lima no yace aquí. Paradiso es para muchos una catedral del lenguaje, y seguro que lo es; sin embargo, no cabe en mi lista. Como poeta (e incluso como ensayista), Lezama estaría entre los primeros. 

Hay otros autores, otras novelas. Hay situaciones noveladas, y hay novelas en situación 


De Cuba en peor

De Cuba en peor (I)

Carlos Esquivel

Acá el mono desciende del hombre, aunque a veces el hombre no tiene peores descendencias que hombres peores. Acá el pez pequeño se come al más grande, aunque a veces se ponen de acuerdo y entre ellos devoran al pez mediano. Acá la evolución de las especies recién comienzaY hay algunos que no quieren que avance.


P

Prostitutas 

En el año 1989 una prostituta rusa costaba apenas cinco pesos cubanos. O una caja de Marlboro. Mi regreso de la guerra en Angola lo confirmaba. Las mujeres de esa tripulación (un barco de Odesa, constituido, por lógica, con personal de aquel país) vendían sus cuerpos por tales bagatelas. 

Algunos (los pillos de la película, o sea, la comitiva cubana) sí gozaron de aquellas gangas marinas. Yo solo tenía centavos en mis bolsillos de héroe sin guerra, o kwansas angolanas que no servirían ni para recuerdos; además, la caja de Marlboro, otorgada por cuota de viaje, la usé para un negocio que me pareció (desconociendo el harén ruso que navegaba con nosotros) el negocio del siglo: cambiarla por un almanaque de bolsillo con una mujer desnuda en su portada. 

Desmóstenes las llamó hetairas o pallakas; los judíos, zaras o kedeshas. Así, una sarta de nombres que invadieron primeramente Egipto y más tarde, Babilonia, Persia, Roma, para luego extenderse a todo el mundo. 

¿Cuándo llegaron a Cuba? Jamás. Quiero decir, no llegaron de parte alguna: ya estaban en las tribus indígenas que poblaban la Isla. Los hechos, las suposiciones que derivarán de allí, quedan en boca, en página, de historiadores o chismosos. 

La prostitución adormece el efecto fulminante de la plusvalía. El dinero es placer y a la vez compra (o vende) placer. 

Hay demasiadas formas de prostituirse, y creo yo que en Cuba la del cuerpo es de las más sanas. 

Algunas prostitutas convierten su negocio (las ganancias que aprovechan del mismo) en rimbombante glamour. La clase social reprimida da vueltas de 180 grados al asunto. Casas-palacios, autos modernos, joyas, viajes a los parajes más envidiables, convites enjundiosos, dinero de una mano a la otra e incluso amantes de la tierra tropical, de una mano a la otra. 

Chicuelas engreídas. Tarea nada ardua pasarse como ladino de la clase ante ellas.

Jineteras. Una hermosa y desgarrada canción de Pedro Luis Ferrer. Una lúdica guaracha de Willy Chirino. Un profundo testimonio de Amir Valle. Las inquisiciones oscuras que caen desde los cuentos de Alberto Garrido, Nelton Pérez, Daniel Díaz Mantilla, David Mitrani…

Hace algunos años hablé con una de las chicas terribles en el lobby del hotel Riviera. Reproduzco las esencias de nuestro diálogo. 

No es una mujer excesivamente hermosa, mucho menos sensual, tampoco posee el encanto para “estrella de la película”. Me mira con desmesura. Es tarde. Para mí lo es, para ella no. La habitación me aburre. La ciudad parece más lejana que nunca, no deseo beber a esta hora, no tengo un colega para desmoronar los kilómetros de la literatura patria, ni una novia fantasma llegará hasta mí para derrocar patrias, literaturas y alcoholes.

––¿Latinoamericano?

––Aunque después no lo creas, soy latinoamericano. Demasiado para mi gusto. De Cuba.

Se decepciona, pero sonríe. Quizás la turbia resignación (una más) por otra fallida apuesta.

––¿Qué haces en el hotel?

Iba a replicarle que hago lo mismo que ella. O, en un caso de decencia no forzada, no hago lo mismo que ella, pero puedo entrar a un hotel y decir hola, ¿hay una pieza, una simple pieza? (oh, brumoso y despreciable Guillén, que tuvo lo que muchos no podían tener). 

Esa respuesta equilibraría posibilidades (si las hubiera) de tener el mismo derecho a compartir todo lo que pertenece al país. Mentiras que flotan allí, como el aire de mar, en casi todo el aire.

––Soy escritor y aunque no lo creas tengo la suficiente plata para comprar una habitación cualquiera.

La ficción resultaba mi apuesta más imposible. El pago que se me adjudicaba para transitar como jurado en un certamen internacional de novela era alojarme gratis unos días en el antes lujoso Riviera.

––Vienes a ver qué pescas y quien cae en la bolsa es un cubano y para colmo escritor.

––No has caído en ninguna bolsa. Soy exquisita con mi pesca.

––No siempre habrá en la bolsa un salmón o una rabirrubia. El tiburón peregrino surca los mares. Debes mejorar tu vista. Tu percepción fue errónea.

––Fallo poco, créeme. Tienes cara de chileno despistado o de paraguayo poeta, por ahí. Me gusta la literatura.

Ya aquello olía a telenovela, cruzada con Richard Gere y Julia Roberts.

––¿Cuánto ganas?

––La respuesta debe comenzar por otra parte. La inversión casi es tan grande como lo que me llevo.

––¿En qué inviertes?

––Cincuenta, sesenta y hasta cien dólares al portero para que me deje entrar. Al del ascensor también hay que ponerle los billetes en el bolsillo. Debo pagar yo las primeras copas y, para colmo, dejarle propina al barman. 

O sea, una rotosa plusvalía contemporánea: Dinero, sexo, dinero incrementado.

––El sexo es más caro de lo que cualquiera cree.

––Exacto.

––Y harás algunas excepciones, supongo.

––Contigo no.

––Si fuera un chileno despistado o un paraguayo poeta…

––Pero no lo eres.

Llega un turista estilo alemán de ochenta años. Ella le echa un vistazo, el hombre no la mira.

––Este será de la especie que mejor paga.

––Las apariencias son bienvenidas.

––¿Disfrutas el sexo?

––No puedo darme ese lujo. Disfruto el dinero que me gano con el sexo. Tengo familia.

Temí que llegara la andanada de película melosa que ya conocía. El drama crece y la temperatura baja. Le dije lo último, claro.

––Los escritores usan trampas. ¿Intentas acostarte conmigo?

––Eres muy cara.

––O tal vez no te gustan las que son como yo o hacen lo que yo hago.

––Solo es cuestión de estilo.

Lo de afirmar que las prostitutas cubanas eran inteligentes, cultas, no pasaba de ser otro lugar común, una exageración bienvenida para el currículo de ellas. También al gobierno le iba bien cuando se hablara de la sensibilidad pueblerina.

Esta era de una especie normal, no desechable, tampoco comestible en grado supremo y, por supuesto, estando en la balanza dos actos muy diferentes y muy parecidos, como el de hacer el amor con ella o “sacarle” material literario, me apuntaba en el segundo. 

En realidad ninguna de esas cosas anclaba en mis planes. Estaba aburrido, sin sueño ni deseos de meter una pizca de alcohol en mi sangre.

Deseé espantarla. Pero ella, al final, espantó sola. Se despidió con aire solemne. Quería leer algún libro mío en el futuro. Ni siquiera preguntó mi nombre. Le impuse un adiós como de chileno despistado o paraguayo poeta.

R

Racialidad / Racismo / Razas 

Provocación a la racialidad. El ofensivo crepúsculo de expresiones culturales. No unidas, porque al unirse, una intenta demostrar su superioridad sobre la otra.

Cercana semejanza a un manantial que provee “agua” folclórica ancestral, en una sustancia que se desprenderá nueva y nueva habitará.  

El racismo es una legitimación de un poder extremo. En Cuba se remonta al exorcismo español y traspasa excusas, obediencias y absurdos.

Ahora existe en todas partes y a toda hora, desde todas las maneras, modernas y retrógradas, repugnantes y mundanas.

Que otro escriba el dolor que no siente. Que otro interprete el dolor ajeno como propio y luego ponga su nombre en una esquina.

Yo tengo el mío en la esquina martiana.

Ring 

En la esquina izquierda están mis enemigos (o casi todos, si excluyo a los de una izquierda moderada y antigua). 

En la esquina derecha están mis no amigos (excepto los que no les importa que la política comience mucho más abajo de donde están ellos). 

Concluido un pleito entre feroz y sucio, los jueces declaran ganador a un enemigo imprevisible: el árbitro. 

S

Sabandijas 

No es difícil percibirlas. Abundan, crecen, engordan, rodean los pasteles soberanos, o de la soberana repugnancia, esa que atrae a alevosos y desalmados como bichos incontables en una plaza inmemorial.

Sálvese quien pueda 

El grado de figuración cotidiano. No la aseveración de salvar la Cultura, o salvar el país, a través de (mediante, dentro, por) ella, sino el más vehemente y diabólico grito de “Sálvese quien pueda”, y claro, salvarse uno como (se) pueda. 

Como ha inventado salvarse la mayoría en tiempos como los que corren.

T

Tarde 

“Es mejor tarde que en Cuba”, me dijo un rústico alemán. Le repliqué como pude: “Es mejor Cuba, más tarde”.

Traducción de la palabra libertad 

La libertad no tiene amigos importantes. No los busca, no puede crearlos, no sabe asociarse a ellos de la manera en que otros lo hacen. 

La libertad solo presume de sus relaciones efímeras, mundanas cuando más. 

La libertad es soltera y sin compromisos. 

A veces finge que es hermosa y sencilla, o hermoso y sencillo, porque el sexo de la libertad es ambiguo, hermafrodita para la camada de freudianos, y el dato resume la singularidad de tal especie: animales a los que les cuesta encontrar compañías, aislados, lentos, en perpetua disociación con el medio donde se reproducen. 

Transparencia 

Érase una vez un funcionario público que fue más público que funcionario.

V

Vacaciones en París 

Sí, por supuesto, eso ocurre en varias películas francesas que retratan a París como la única posibilidad turística, a años luz de las otras. En sueños fui a París y a Estocolmo y a Amberes. Por lo menos tenemos los sueños. Y las películas.

Verdad 

La palabra más infame que conozco. Puede que ahora la use en sentido contrario, acosándola para conseguir la verdadera inferioridad que a ella pertenece.

Muchas personas me hicieron creer que la verdad me serviría para enfrentarme a lo que ella desafiaba. 

Ni siquiera tuve el consuelo de usarla a mi propio beneficio, enmascarada, sin ser ella, o siéndolo de la manera más real: como una mentira.


De Cuba en peor

De Cuba en peor (II)

Carlos Esquivel

Un país lleno de consignas. Las consignas tienen una identidad, un cuerpo, y si es posible, un mapa de viaje parecido a innumerables mapas de viaje. Las consignas más hermosas debieran ser las que hablan del hombre desafiando todo lo supuestamente hermoso de las consignas.


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