El rubio

Luis Antonio de Villena - Javier Marimón

¿Qué está haciendo esta persona? ¿Por qué, empecemos por algo, se está aguantando la barbilla? ¿O la barbilla está fijada a la mano con pegamento oculto para mostrarnos los anillos? Ay, si fueran ellos lo principal, pero nos distrae la corbata y lo demás. ¿Por qué hay tanta tela presente? Tanta tela, hay que decirlo, por donde cortar. 

¿Siente calor esta persona de pelo rubio? ¿O siente aflicción este rubio? ¿Siente, como Salinger, escualidez? ¿Eso le quita el apetito y por tanto debe sostenerse continuamente? ¿Podemos usar el adjetivo “pendenciera” al referirnos a esta foto? ¿De qué se trata todo?


Luis Antonio de Villena

¿Es esta una ilusión óptica? ¿Este señor es tan real como parece? ¿Se le podría confundir, visto de lejos, con una golondrina prematura? Tal vez estaba en el parque, tranquilamente, y una alfombra voladora se le enredó en el cuello. De ser así, ¿dónde habrá caído Aladino tras el impacto? ¿Por qué el rubio parece tan indiferente a la suerte de Aladino? ¿Comprende este fanático de la moda el verdadero mundo árabe?


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¿Parece este rubio en punto álgido de toda perspectiva? ¿Es cierto que de mover una mano lo más horrible puede pasar? ¿Se encuentra este rubio viviendo al límite? Él no entiende cómo muchas personas prefieren fotos de gatos. Se siente lo máximo y, como tiene paciencia, se queda detenido esperando ser observado con mayor atención.


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¿Está insistiendo el rubio en ponerse la mano en la barbilla? Lo hace esta vez de modo casi descarado, como si hubiese un desencuentro absoluto entre la mano, la barbilla y él. Qué monismos ni dualismos, la ilusión es más real que la vida, y pareciese que está a punto de echar los dedos hacia delante en un gesto de: “Fuck you, mundo”. Pero nada de esto hace justicia a su deseo de mostrar el amor, más allá de toda lógica o condiciones espaciales, entre una barbilla y unos dedos.


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¿Podemos decir que este rubio está “acabando”? ¿Podría decirlo su madre, o ella se ha enemistado con él por cuenta del look de esta persona a quien llama “aquel”? 

Dice el rubio que va en serio, y no podemos menos que creérnoslo si ha llegado al punto de ponerse los tirantes y esa lámpara naranja amarrada detrás del codo. Los verdes reflejos provienen del pasado, y señalan la causa del conflicto: la lámpara naranja. No es que a su madre le haya molestado que se la llevara de casa, sino el modo en que lo hizo: mientras se estaba bañando.


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El rubio también tuvo quince, pero le duró muy poco. La culpa fue del ojo derecho, que ya estaba bastante distraído en cuestiones como numismática, filatelia, vitolfilia, y rodeándose de viejos coleccionistas, muy pronto animó al cuerpo total a caer en lo que vemos hoy día. No se sabe qué pasó con el lunar, pero sí cambió la raya del peinado para ocultar el golpe que le dio su madre al robarle la lámpara.


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Este rubio alcanza un momento de inspiración, está entre libros, tiene bolígrafos, algo grande puede salir de todo eso, pero no sabe cómo expresarlo, se hace un lío, revolotea la mano por encima, como intentando capturar dioses o musas de pelo rubio. Los del fondo ríen, nerviosos por ese clima de grandeza que empieza a manifestarse. Justo al bajar su mano roza un mosquito y ay, por no echarse repelente en los dedos para proteger la pátina de los anillos, chikungunyas ulteriores se manifiestan.


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Aquí nuestro rubio parece estar “cerráo pa’ to’ el mundo”, o como le dijo al fotógrafo: “ni chicha ni limoná”. ¿Habrá probado este rubio en realidad estos dos refrescos? Y me perdonan que use esta palabra, “refrescos”, pero seguramente ya hay chicha gaseada, y claro, el 7 UP.


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“Me cago en PETA [People for the Ethical Treatment of Animals]”, parece decir nuestro rubio pero, ¡atención!, debajo del visón luce camiseta de unos Juegos Florales. Erguido, la naricilla olfateando la brisa matutina, nuestro rubio parece un alce, así se siente y así lo expresó en el poema ganador.


Luis Antonio de Villena

La mujer del cuadro luce asustada, como que el rubio la pilló en algo; parece tener una pecera, pero no se logra ver. Este rubio siempre hace cosas así: pararse al lado de los cuadros para que uno le ruegue qué había, si una pecera o qué.


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El rubio a veces se molesta y gesticula. ¿Qué tipo de opiniones tendrá el rubio? ¿Las defenderá correctamente? ¿Caerá el rubio en bajezas como reforzar su criterio con un teatral aleteo de brazos, o esto se trata de algo más grave? Y eso es lo malo de la fotografía, que nos deja con ganas de saber más cosas del rubio.


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Esta es tremenda. ¡El rubio cambia de mano! La barbilla no había sentido esa mano del rubio! Nuestro rubio se aprovecha descaradamente del espectador que se distrae en los placeres entre ESA mano y la barbilla, y pone de fondo la foto de Lorca con la OTRA mano en la barbilla. Para el momento en que el espectador lo nota, ya embriagado de lo sabroso, no puede más que rendirse ante los encantos del rubio.


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Aquí el rubio se debate entre un sentido francés de la vida y dice sentirse “famélico”, lo cual pronuncia de modo muy español, casi exagerado, y por eso decía que se debate, perdón que no terminé de explicar pero este rubio distrae a cualquiera.


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Aquí alguien murió, el rubio está dando el pésame y parece no importarle mucho, además de que lleva guantes, como si tuviera algo que ver con esa muerte dudosa y no quisiese dejar huellas dactilares por ahí. Este rubio nunca parece haberse tomado la muerte en serio, le gusta mucho decir: el vivo al pollo.


Luis Antonio de Villena

¡Rubio! ¡Detente! ¿Acaso no sabes lo que le pasó a Isadora Duncan? Al menos dime que entras y no que sales, para contar con algo más de tiempo para convencerte de que no lo hagas. Oh, ya comprendo, todo es un chiste, en sus manos el rubio lleva su propio y falso certificado de defunción. ¡Muy gracioso, rubio!


Luis Antonio de Villena

El rubio se pone tacaño con los premios literarios. Este fue “compartido” con el chino, como bien subrayó el jurado, pero el rubio hizo todo lo posible por decirle al chino que lo mirara a él y él mirar mucho a la cámara y sonreír como ganador absoluto e incuestionable. Ay, rubio, tú y tus cosas, pero claro que te perdonamos, si te queremos.


Luis Antonio de Villena

¡Qué rico es acariciarse uno mismo! Sabroso onanismo facial. El rubio recibe un montón de agradables recuerdos, se siente como osito hibernando, qué sensaciones tan ricas tiene el rubio, ese sí sabe gozar, y mientras dure lo disfruta al máximo.


Luis Antonio de Villena

Miren como tengo al calvo, superinteresado en lo que estoy diciendo. No lo voy a mirar, voy a seguir tirando mi prosa fuerte y de repente me voy a virar hacia él en el momento clave de mi frase, y ahí si es que el hombre se va a derretir con la luz fantástica que emano.


Luis Antonio de Villena

También fui poeta surrealista. Esta es la portada de mi libro: “¿Cuál es mi mano?”. Mi mamá se puso fatal, que qué hacía yo fumando, pero nada que ver, es que los viejos no entienden el arte moderno. Eso me alienó aún más y se desbocó mi obsesión por las manos: siempre quise tener manos que no fueran las mías, para abrazar a mi madre como si fuera el hijo que ella hubiera querido.


Luis Antonio de Villena

Cuando Mapplethorpe iba ya yo venía, con volumen natural de pelo, no el de Maplethorpe trabajado con productos. Yo sí tengo de moro. El de atrás es Mapplethorpe, yo era mucho para él y no podía ni mirarme: le pusieron primero el cuadrito ese de las cuatro pollas en un nido para que se fuera acostumbrando al clase de fenómeno que soy yo.


Luis Antonio de Villena

¿Han visto las fotos paranormales? Aquí, en pleno 1959, tengo un teléfono celular en la mano, y durante mi primera comunión. La gente se alborotó, se dijo que yo tenía “línea directa arriba” y me identificaban como una especie de niño prodigio. Siempre le tuve cosa a Rimbaud, porque lo que yo quería era ser poeta, y cada vez que leía por ahí la gente decía: “¡es el niño del Samsung!”, y me daban unas rabietas.


Luis Antonio de Villena

En esta foto demuestro de una vez por todas que soy como un osito, ¡tan rico de acariciar! Parezco un filatélico ruso, alguien que recoge el litro de leche de la puerta de su casa por las mañanas. Tengo una carita tan tierna, y es ahí cuando me pones la mano delante para acariciarme y yo me tiro y te muerdo un dedo, pero suavecito. Por donde quiera que vengas yo siempre te cojo, papá.


Luis Antonio de Villena

En esta época me fui para Italia y me hice gigoló. Almodóvar, antes de ser famoso, me vio y quedó impactado, dijo que quería basar su vida en mí. Imagínense: ¡basar la vida en alguien! Le dije: ¡independízate, echa pa’ allá! Almodóvar tenía potencial, pero aquello lo traumatizó y se puso a hacer películas en vez de dedicarse a vivir.


Luis Antonio de Villena

Uhhhhh, tengo una camisa rosada. Claro, tonto, es obvio, y también algo muy zen, piénsalo pa que veas.


Luis Antonio de Villena

Esto fue en la Competencia Internacional de Manos. Mírenme lo relajado que estoy, siempre fui un máster. En la gran final me tocó con esta griega que hizo la técnica de los Dedos Entrelazados en Dejadez sobre Objeto. ¿Esas conmigo? Yo hice el Napoleón Minimalista, solo con el dedo gordo dentro. El jurado dijo que esa movida estuvo bien elegante, por la intertextualidad y lo posmoderno de los dedos sueltos, otorgándome la medalla de oro.


Luis Antonio de Villena

El rey mago luce muy preocupado por mí. Al otro lado Quetzatcóatl se ha disfrazado de otra cosa y sonríe con cierta malicia. Hay algo terrible en toda esta foto, como una premonición de mi vida entre significados alterados, siempre he sido un incomprendido.


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Este día le dije a mi hermana: “Vamos a hacernos los rebeldes sin causa, los runaway, los Thelma y Louise”. Nos fuimos al parque a comer cacahuetes de los que tienen la sal impregnada. Ay, cuántos recuerdos. Yo me ponía superdramático, y mi hermana, la pobre, que me seguía en todas mis cosas.


Luis Antonio de Villena

Panero empezó a ponerle al fotógrafo los ojos de loco que en verdad le quedan supernaturales, y yo no me quedé atrás: miré paʼ arriba y me puse a hablar en lenguas, y en eso sacaron a Panero de la librería… ¡por estar fumando dentro! Empezó a gritar que no era justo, y yo me reía: ah, Panero, te gané, aquí el más loco soy yo.


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Sí, mamá, fumo cigarrillos. Algún día te tenías que enterar. Ah, y este es mi amigo Eugenio, es abogado y mexicano, un señor muy respetable. Mira qué lindo me tiene vestido, hasta planchó mi ropa. Y peinadito, como a ti te gusta. Relájate, que todos somos mayas.


Luis Antonio de Villena

Rubio, eres tremendo, ¿qué es esa enseñadera de muslos? El rubio sí que es camaleónico, ¡aquí estaba en la playa con estos amigos armenios y el pelo se le puso negro!


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Estábamos Octavio Paz, yo, y la rubia esta que se nos pegó en una exposición supervanguardista. Recuerdo que conversábamos sobre el pedacito de madera aquel y nos pusimos profundos hablando de la materia. Verdad que nosotros los artistas la pasamos bomba hasta con un trozo de madera. 


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Vámonos, vámonos, que no nos vean estos tiesos. Vamos al patio, vamos a hacernos los runaways, ay, tú me recuerdas a mi hermana. Mireya, eres tremenda, viniste a la gala con esa corbata, yo te vi y dije: a esa me la tengo que llevar yo luego por ahí.


Luis Antonio de Villena

Esta es mi versión de Las meninas. Yo hago de hiperVelázquez con manos que atraviesan el plano de la realidad, de ahí pa’ allá que se repartan los personajes: la rubia asustada que coja a la monja, el perro y el espejo, y las otras a los que queden. 


Luis Antonio de Villena

Esta es mi señora madre. Sí, muy lindo todo, pero enfócate: mira el pelo de ella. Estaba obsesionada con el pelo y se apretaba mucho los collares porque decía que la sangre sube pa’ la cabeza y le da brillo al pelo. En la foto salí con algunos pelos fuera de lugar, lo cual me costó que a la salida mi madre empezara a pegarme con el paraguas, y después la tomó con mi traje, que si yo me creía que era Sherlock Holmes estaba bien equivocado porque tocaba remal el violín.


Luis Antonio de Villena

A mí y al viejo este que me encontré en la calle de repente nos dio por repetir los gestos del otro, sin podernos contener, como si fuésemos niños, movidos por algo en la tarde, un cielo gris. En el fondo hay ositos con medio cuerpo fuera. ¿Están saliendo de hibernar los ositos? Tal vez el cielo causaba en ellos el mismo efecto mágico. ¿Y teníamos que estar allí todos, justo en ese momento? 


Luis Antonio de Villena

¡Elton John ni Elton John! Ese lo único bueno que ha hecho es la canción del leoncito. Al lado mío está la que pudiera ser Mercedes Sosa. Es en este ardid de realidad donde por primera vez podrían juntarse Elton John y Mercedes Sosa. Siempre estoy generando concepto.


Luis Antonio de Villena

Este fue el fin de semana que pasé con los armenios. Yo era joven y bastante influenciable: esa mañana me desperté y me sentí superarmenio, tanto que me tuve que sentar porque estaba mareado, y ahí me di cuenta de que estaba sentado como un verdadero armenio. Ya poco importó lo que diría mi madre al verme con los pelos alborotados.


Luis Antonio de Villena

Aquí poso con mi libro: El charlatán crepuscular. ¿Esta foto es mi autocrítica: soy yo el charlatán crepuscular? ¿Eso está escrito de verdad en la carátula? ¿Acaso estoy en una iglesia? ¿Me encuentro a punto de dar misa con velas en mi cabeza? ¿Cómo me sentiré si confieso a alguien de repente siendo yo el charlatán crepuscular? Estoy como Hamlet pero con garbanzos.


Luis Antonio de Villena

“Había una vez un codo que estaba secretamente apoyado por la puntica de un…”. No, tonto, no es mi mano levitada, sino abrazando a un amigo invisible de complexión algo incómoda para una eficiente expresión de mi caricia manual. 


Luis Antonio de Villena

Esta es de un performance que hice en el MOMA con Marina Abramovic. Cuando el público y demás farándula venía a hablar conmigo yo decía: “Ay, pérate, me pica aquí”. ¿Entendiste? Es una crítica, un desdén a quienes defienden el valor de la crítica. Quedó súper y la propia Marina lo filmó, sin hablar y despeinada, solo emitía gruñidos si quería comunicarse con el equipo de producción, pero a mí siempre me hacía una seña muerta de la risa. ¡Ay, Marina!


Luis Antonio de Villena

Aquí estoy en una actividad que hizo la NASA donde simulaban la vida extraterrestre, pues a mí me invitan a todo, no como a ciertas personas que ven estas fotos y se ponen verdes de envidia, pero en esta ocasión el verde soy yo, disfrutando la súper vida extraterrestre. 


Luis Antonio de Villena

Cuando Harry Potter llegó ya yo iba de vuelta… ¿o debo decir: venía? ¿Viste el giro que di de repente? Esto fue en el club de magia de la escuela. Ella y yo tenemos las varitas mágicas recostadas, pero el otro levantaba la varita con la vista. Yo siempre le decía que no alardeara por gusto, que no tenía ninguna utilidad levantar la varita con la vista.


Luis Antonio de Villena

Esta foto fue clave en una misión que hice para la contrainteligencia en España. Necesitaba pasar información sobre Ernesto Cardenal, porque el comunismo es un peligro, y aquí estoy señalándolo con la vista. El de la derecha es también un infiltrado, pero un tío de muy mala entraña: pensando que se armaría un tiroteo puso a un niño delante con peluca y copa de vino para hacerlo parecer adulto y usarlo como escudo humano.


Luis Antonio de Villena

Esta fue la final entre José Hierro y yo para ver quien se podía meter el micrófono entero en la garganta y amplificar el sonido de los intestinos. Aquí miro complacido a Hierro, quien no puede aceptar la derrota y está a punto de pegarle a la mesa. Ay, Hierro, lo tuyo es apellido naʼ má.


Luis Antonio de Villena

Por este tiempo me faltaba un dedo pero, ¿tú crees que yo me preocupé? Ya el próximo dedo empezaba a crecerme y con anillo anunciándolo. Yo soy más que materia, papá.


Luis Antonio de Villena

Esta fue una fiesta de cumpleaños donde yo hacía de míster Tibio, porque soy hot and cool. Aquí ando en la calle Pimienta porque tampoco soy fácil, y venían los otros disfrazados de sazones a cantar a mi ventana. Qué guay se pasa en España, a pesar de la crisis. 


Luis Antonio de Villena

Esta fue una conferencia en la escuela de cazadores sobre cómo poner la boquita si te encuentras en un trillo con un venado, y después lo llamas con los dedos suavecito y viene. Con amor y cariño todo se logra. Yo inventé el duck face.


Luis Antonio de Villena

Dicen que cada animal tiene un color asignado que le causa una extraña cosquillita en el cuerpo, al toro lo rojo, y así. Leí que el del hámster es el amarillo, y como este muchacho parecía un hámster, me tiré mi estola preferida, lo obnubilé con el anillo, y lo demás es historia narrada en mi diario.


Luis Antonio de Villena

Reconozco que poner la boquita así fue cosa del viejo, pero aproveché y me lo cogí pa’ mí. Nadie va a estar mirándole mucho la boca a este viejo pero no debo descuidarme: solo el día en que sus seniles labios yertos reposen bajo tierra saldré a la calle con mi gesto bucal por fin liberado.


Luis Antonio de Villena

Aquí estamos Hierro y yo compitiendo en meternos un cucurucho de cacahuetes con mucha sal en el oído. Eso daba tremendas alucinaciones que yo estaba narrándole al jurado. Hierro me mira como quien no se lo cree, pero al fondo mío pueden apreciarse mis alucinaciones: una tía mía pesadísima pero que hacía unos turrones para chuparse los dedos, y el de al lado que se parece a Pimpinela es el amolador de cuchillos de mi infancia, porque los turrones de mi tía eran duros, eso sí.


Luis Antonio de Villena

¿A ver, a ver, pero qué relajito es este? Rubio, ¿qué tú haces con esos shortcitos? Cada vez que ibas a Cuba te transformabas, como tú decías: “para integrarte mejor”. En esa versión de la Caperucita Roja Integrada, la flaca asustándote con el pelador de papas hace de lobo y, el flaco, de cazador entretenido en el bosque con un chocolate.


Luis Antonio de Villena

Soy un enfant terrible. Yo sí que pongo el pie en la silla y me cuelo en los trenes. ¡Qué gran aventura es mi vida! Aquí explico el principio de la simetría relativa a través del poema:

“El dedito lo tengo bien alineado
y el pie y la silla todo regados
y nalga erguida por peo tirado.
Sutilmente señalo que fue el de al lado”.


Luis Antonio de Villena

Aquí Scorsese había venido a ofrecerme un papel en El silencio de los corderos, pero yo no soy ni muy cordero ni muy callado que digamos, así que le dije que no, pero que sí me gustaría hacer el papel de Taxi Driver, porque me encanta Arjona. Scorsese me miró sorprendido y me dijo que esa película ya él la había hecho antes. Ay, Scorsese, qué bobo eres, tú no sabes nada de la vida y los viajes en el tiempo.


Luis Antonio de Villena

¡Qué Einstein ni qué perro muerto! Cada vez que pones a un átomo frente a esta foto se parte, es mucho para él: una mano real, la otra mano dibujada, una cabeza de rubio, otra cabeza de rubio dibujada, y aún el reflejo de mis propios libros en el cristal, donde puse otras manos y otra cabeza. Yo soy el Borges de Hiroshima.


Luis Antonio de Villena

Esto fue en una audición para una obra sobre las vacuolas. A mí me tocaba la vacuola contráctil pero este viejo fue buena gente y me dejó el papel de vacuola citoplasmática, porque eso de contraerme a mí no me gusta. Yo soy abierto y de colores.


Luis Antonio de Villena

Esta fue la versión española de Reservoir Dogs, donde yo hacía de Mr. Pink. Al final me botaron porque me la pasaba mirando a la cámara, y es que la ficción a mí me la chupa. Lo mío es la autorreferencialidad y lo real maravilloso que muy bien represento.


Luis Antonio de Villena

A Hierro y a mí siempre nos gustó competir en todo. Aquí estábamos viendo quién hacía caca primero detrás del banco. Después había que masturbarse rápido y al final provocarse el vómito. Como decíamos, este era nuestro triatlón pantagruélico. Aquí ganó Hierro porque siempre he tenido problemas para eyacular en la calle.


Luis Antonio de Villena

Aquí jugábamos a animalitos que hibernan. ¡Qué rico debe sentirse hibernar! Traté de desarrollar un hociquito pero no es tan fácil, esta gente dijo que si castores. La cosa es que nos sentíamos arrebujados en un sentimiento de calor y bienestar. 

Y mira como pronuncio: “arrebujados”, sin temblar. Tú nunca has dicho como yo esa palabra.




El rubio:


El rubio (audio).


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