Crítica digital profesional y popular en Cuba

Algunos estudios han destacado cómo los usos de la tecnología digital más beligerantes han dado visibilidad a una pluralidad de posiciones políticas y han puesto en tela de juicio el monopolio estatal de la información y la comunicación (Hoffmann, 2012), lo que a su vez ha repercutido en la capacidad de los activistas para organizarse mejor, defender las libertades civiles y, de este modo, profundizar en discursos y prácticas democráticas (Simon et al., 2002; Shirky, 2008). 

En cambio, los académicos que se centran en los regímenes autoritarios mantienen con mayor frecuencia una perspectiva, de algún modo, “excepcionalista”, que enfatiza, de manera casi exclusiva, la política. Solo un reducido número de estudios parecen hacer el esfuerzo de comprender las formas en que la tecnología digital se ha consagrado en las prácticas cotidianas de las personas y ha transformado las identidades en contextos autoritarios sin desafiar directamente el poder del Estado (Parodi y Sautedé, 1995; Arsène, 2011; Lecomte, 2013; Bax, 2014). 

Sin embargo, en tales contextos, mantener el contacto con la familia y los amigos en el extranjero puede incluir el comunicarse con aquellos que alguna vez fueron considerados “traidores”, “gusanos” o “escoria” por “haber abandonado la Revolución”. Del mismo modo, “comprar” puede significar participar en una actividad prohibida en el mercado negro, “mantenerse informados” puede incluir la lectura de noticias de fuentes consideradas contrarrevolucionarias, y la búsqueda de “entretenimiento” supuestamente inofensivo quizás pueda incluir bastantes productos y procesos ilegales, lo que hace que esas actividades sean, como mínimo, protopolíticas, aunque no tengan una intencionalidad política per se

Mantener el contacto con la familia y los amigos en el extranjero puede incluir el comunicarse con aquellos que alguna vez fueron considerados “traidores”, “gusanos” o “escoria” por “haber abandonado la Revolución”.

El caso cubano es relevante en este debate, en particular, porque ilustra el carácter no necesariamente politizado de la liberalización gradual del acceso a la tecnología digital, aunque sí que haya provocado lo que llamo “una extensión de la crítica”. Es decir, el crecimiento de los actos y discursos que transgreden el orden autoritario establecido. 

En efecto, cuando el acceso a Internet en Cuba estaba muy restringido antes de 2015 —año en que comenzó a difundirse más—, solo unos pocos activistas, con firme determinación, habían corrido el riesgo de expresar sus opiniones más críticas en línea —sobre todo en blogs—, enfrentándose a las consecuencias derivadas de dichas acciones (censura, hostigamiento, amenazas, difamación y, a veces, incluso juicios injustos seguidos de encarcelamiento y/o exilio).

Al mismo tiempo, aunque estas nuevas voces críticas se presentan a menudo fuera de Cuba como carentes de poder y recursos en relación con el aparato estatal cubano, suelen depender asimismo de la tecnología estadounidense. En especial, del verdadero poder hegemónico de las GAFAM, y a veces reciben patrocinio financiero tanto de particulares como de instituciones, principalmente de Estados Unidos, pero también de Europa y América Latina. Cabría señalar, no obstante, que algunos proyectos y periodistas evitan bastante cualquier financiación del gobierno estadounidense. 



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De hecho, en la isla el acceso a la tecnología digital ha cambiado la forma en que la gente puede expresar la crítica. También ha cambiado la relación de la gente con la crítica en sí misma. 

Boullier (2018) identifica cuatro tipos de crítica de la tecnología digital. Los dos primeros son formas tradicionales de crítica, que ahora abarcan el fenómeno digital. Los dos últimos están orientados a la crítica específica de la tecnología digital. 

Unos pocos activistas habían corrido el riesgo de expresar sus opiniones críticas en línea, enfrentando censura, hostigamiento, amenazas, difamación y juicios injustos seguidos de encarcelamiento y/o exilio.

En contextos autoritarios, la mayoría de los expertos consideran como críticas las voces que desafían a las élites dominantes y al aparato estatal represivo, cualquiera que sea el contenido de dichas voces y cualesquiera que sean los medios y herramientas que utilicen para transmitirlo. De hecho, bajo un régimen represivo, los analistas se han centrado tradicionalmente en la mera existencia y expresión de la disidencia, más que en el contenido o los medios utilizados para expresarla como tal. 

En Cuba, desde principios del siglo XXI, el mayor acceso a la tecnología digital ha permitido la diversificación de los usos de Internet. La gente comenzó a utilizar la red también con fines comerciales —por ejemplo, a través de la popular plataforma de anuncios clasificados Revolico—, para el ocio y el entretenimiento, así como para mantener los lazos familiares con los parientes cubanos que viven en el extranjero. Al mismo tiempo, dado que la vigilancia del uso de Internet sigue siendo bastante rigurosa en la Isla, la falta de una difusión de las actividades políticas no debería impedir el observar la extensión real de la “crítica”.

Trabajar para el paquete permite así el desarrollo de formas más plurales de experimentar la vida en la isla, ya que crea dinámicas de organización social desde abajo y ofertas de trabajo en el sector privado, subvirtiendo así tanto el ideal de empleo estatal universal como el control vertical del orden social en Cuba. 

En lugar de esperar a que el Estado cubano expanda el cuentapropismo a la industria cultural y a los medios de comunicación, algunos cubanos están reclamando su derecho y capacidad de participar en esa industria.

En consecuencia, dadas las limitaciones que aún pesan sobre el acceso y la utilización de la tecnología digital en Cuba, el uso y el acceso ilegal por parte de los ciudadanos cubanos —aun cuando no impliquen ningún objetivo político o toma de conciencia— puede entenderse como una forma de aprovechar las oportunidades para dar cabida a alternativas más sociales y empresariales, en una dinámica claramente “desde abajo”. En lugar de esperar a que el Estado cubano expanda el cuentapropismo a la industria cultural y a los medios de comunicación, algunos cubanos están reclamando su derecho y capacidad de participar en esa industria, sin pedir permiso previo. 

Se puede concluir que, en el contexto cubano, contrario a lo que parece insinuar Boullier con su teorización de la crítica, los instrumentos de esta no son necesariamente congruentes con el tipo de crítica que se expresa. Las plataformas del GAFAM sí permiten cuestionar el orden social cubano desde dentro, ya que representan una alternativa a los canales oficiales de información y comunicación. Aquí debemos observar de modo paradójico que las herramientas del capitalismo digital pueden utilizarse como vehículos de crítica e incluso de relativa emancipación en el contexto cubano, que sigue vigilando estrictamente el acceso y el uso de la tecnología digital. 

Así, pues, Cuba se dirige cada vez más hacia la dependencia tecnológica respecto a Estados Unidos y las empresas estadounidenses, así como en relación con China —que ha desarrollado la mayor parte de la infraestructura actual de Internet en la Isla— y Rusia —tecnología de seguridad cibernética—, aun cuando proclama sus esfuerzos por asegurar la “soberanía tecnológica” de la isla (Prensa Latina, 2019).



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Las plataformas de noticias digitales de reciente aparición en Cuba funcionan de una manera algo diferente a los blogs, que solían ser generalmente muy críticos y a menudo se utilizaban para expresar la rebelión contra el Estado cubano y el orden social y político socialista (Hoffmann, 2012; Vicari, 2014). 

Los nuevos “empresarios de la información” presentan su modelo de negocio basado en tres ejes: el patrocinio, el crowdfunding y la publicidad.

Estas plataformas digitales independientes de reciente aparición definen por lo general el “profesionalismo” con tres criterios: el periodismo es un trabajo calificado, un servicio con fines comerciales definido por la ética. En primer lugar, estos periodistas independientes se educaron, en su mayoría en las escuelas estatales de comunicación o periodismo de Cuba y tienden a destacar por sus aptitudes y capacidades profesionales (verificación de hechos, esquemas de comunicación innovadores, redes informáticas, redes sociales…), que les permiten producir información pertinente y hacerla llegar a la población a pesar de las limitaciones del sistema de Internet en Cuba (Pérez Cuello, 2016). 

Además, las plataformas de noticias independientes han invertido en diseño gráfico profesional y en presentación —a diferencia de los blogueros cubanos que solían tener a gala el favorecer un enfoque más amateur, subjetivo y emocional—, a fin de dar una imagen profesional acorde con los estándares del mundo capitalista.

En segundo lugar, los nuevos “empresarios de la información” presentan su modelo de negocio basado en tres ejes: el patrocinio, el crowdfunding y la publicidad. Esto les permite diversificar sus fuentes de ingresos y liberarse —en la mayoría de los casos— lo mismo de las garras del Estado cubano como de los intereses del gobierno de Estados Unidos, ya que de este modo son menos propensos a ser objetivo de personas o industrias poderosas, que podrían tratar de influir en su línea editorial. 

El Estado Goliat cubano no tiene los instrumentos políticos ni tecnológicos para frenar su dependencia de la tecnología de las empresas GAFAM de Estados Unidos.

En tercer lugar, esta nueva generación de periodistas digitales adopta un código de conducta bastante específico. Para ellos, en un contexto de medios cubanos tan sumamente polarizado, el periodismo debe hacerse de manera “seria y rigurosa”, sin “vínculos partidistas ni ideológicos”. 

Cabría esperar que esas voces independientes y alternativas buscaran también medios alternativos para transmitir su mensaje, y que su crítica del orden social y político “revolucionario” dominante les llevara también a criticar o a resistirse al funcionamiento del orden económico globalizado, especialmente tal como se manifiesta a través de las plataformas del GAFAM. 

Así, la situación de Cuba ofrece una sorprendente paradoja: el Estado Goliat, que a menudo es presentado como omnividente, omnisciente y omnipotente, no está equipado con los instrumentos políticos ni tecnológicos para frenar su creciente dependencia de la tecnología de las empresas GAFAM con sede en Estados Unidos. Al mismo tiempo, los múltiples actores sociales como David, que generan la crítica social, se benefician activamente de la penetración de dichas multinacionales en la Isla. 


© Imagen de portada: Anders Jildén.


Referencias:
Arsène, Séverine (2011): Internet et politique en Chine, Karthala, Paris.
Bax, Trent (2014): Youth and Internet Addiction in China, Routledge, New York.
Boullier, Dominique (2018): «Post face», en Roland Canu et al. (eds.): La critique du numérique, l’Harmattan, Paris.
Lecomte, Romain (2013): «Expression politique et activisme en ligne en contexte autoritaire. Une analyse du cas tunisien», en Réseaux, vol. 5, no. 181.
Hoffmann, Bert (2012): «Civil society in the digital age: how the Internet chang­es state-society relations in authoritarian regimes. The case of Cuba», en Francesco Cavatorta (ed.): Civil Society Activism under Authoritar­ian Rule. A comparative perspective, Routledge, New York.
Parodi, Emmanuel y Eric Sautedé (1995): «Internet en Chine, une moder­nité qui tolère mal le contrôle», en Perspectives chinoises, vol. 29, no. 29.
Pérez Cuello, Raidel (2016): «Cuba-EE.UU.: Estrechando vínculos des­de Internet y las comunicaciones», panel en Latin American Studies Association, New York, mayo.
Prensa Latina (2019): «Aboga presidente de Cuba por desarrollar soberanía tecnológica», 13 de junio.
Shirky, Clay (2008): Here Comes Everybody, Penguin, New York.
Simon, Leslie David; Corrales, Javier y Donald Wolfensberger (2002): Democracy and the InternetAllies or Adversaries, Woodrow Wilson Center Press, Washington D. C.
Vicari, Stefania (2014): «Blogging politics in Cuba: The framing of po­litical discourse in the Cuban blogosphere», en Media, Culture, and Society, vol. 36, no. 7.




Nota:
La versión extensa de este artículo se encuentra en el libro La revolución digital cubana: Innovación ciudadana y política estatal (Ted A. Henken y Sara Garcia Santamaria, Editorial Hypermedia, 2022).




Sobre la autora: 
Laure Geoffray (Francia, 1978). Doctora en Ciencias Políticas por el Sciences Po (París, Francia). Desde 2012 es profesora asociada de Ciencias Políticas de la Universidad de la Sorbona Nueva. Ha publicado numerosos artículos sobre política contenciosa en Cuba, incluyendo el libro ‘Contester à Cub’ y los artículos “Transnational dynamics of contention in contemporary Cuba” y “Channeling protest in illiberal regimes: The case of Cuba since the fall of the Berlin Wall”. También ha publicado textos metodológicos sobre el estudio de regímenes autoritarios como “Mettre la peur à distance. Retour sur une expérience ethnographique en contexte autoritaire”.




Carlos A Aguilera

Sobre la transficción, la translectura y otras naderías

Adriana Normand

Teoría de la transficción es uno de los libros más valientes de la Editorial Hypermedia. Es una antología de escrituras que han decidido mutar su estructura celular y burlarse de los bordes, ignorar los límitesAguilera se toma el trabajo de desmenuzar el concepto de transficción desde varias de sus aristas.






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2 Comentarios
  1. No me agrada como la señora Geoffray desestima la crítica en las redes antes del 2015 o del 2018, y como se le ve, cuando habla, la oreja peluda del ‘antiyanquismo” (como a tantos franceses). Por ejemplo, en sus comentarios sobre el “hegemonico” GAFAM y en su crítica al malvado “dinero” que llega de Norteamerica para apoyar proyectos de libre expresión fuera de Cuba. La señora Geoffray habla del mercado digital en Cuba (Revolico, el paquete), se queja de los que nada más hablan de política, pero termina en la política, es decir, con el mismo collar. Nada revelador, nada nuevo. Todo refrito. Ha leído, sí, lo que escriben los otros. Cita bibliografía académica. Pero no pasa de eso.

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