Me caí de la mata

Viernes 18 de septiembre de 1970

Mi conducta extraña en La Habana en enero de hace dos años, impresionado por mi encuentro con Virgilio Piñera. Le llevé una carta de Pepe Bianco. 

V. P. vino a verme al hotel, un hombre magro, lúcido, al que yo admiro mucho. Me dijo: “Vamos al jardín, acá adentro está lleno de micrófonos”. Al aire libre me dijo rápidamente que estaba siendo hostigado por la policía política, lo habían aislado, no tenía trabajo, lo espiaban, etc. Una persona frágil, amable, muy educada, a la que solo le interesa la literatura pero que aceptó con alegría la Revolución y no se exilió. 

¿Por qué es perseguido? 

“Porque soy invertido”, dijo él con una sonrisa, recurriendo a un término de la vieja escuela. El invertido, el inverso, el que está dado vuelta. Les parece un peligro político, esos son los delirios que generan los que se creen imbuidos por la historia de una verdad política. 

Después pedí en la Casa de las Américas el libro de cuentos Así en la paz como en la guerra de G. Cabrera Infante. Hubo vacilación, rodeos, pero seguramente prefirieron evitar un escándalo si me negaban el acceso a un libro editado por la Revolución. Bajamos una escalera que no terminaba nunca de hundirse en las entrañas de la tierra y al fin, allá abajo, encontraron el libro y me lo dieron con mirada sigilosa y reprobatoria. 

En la biblioteca de la Casa de las Américas había un cuaderno colgado de un armario con un lápiz incluido. Allí debían anotar su nombre y sus datos los que quisieran leer Tres tristes tigres, la novela de G.C.I. editada en España en 1967. Muchos lectores corrieron el riesgo de dar la cara para poder leer una novela que admiraban. 

Imagino que todo eso, aparte de las discusiones y los encuentros, me llevó a un estado de gran excitación nerviosa que me duró hasta el fin de mi estadía en Cuba. Se trató de la presencia brutal de una realidad para la que no estaba preparado. Me caí de la mata, como dicen los cubanos.








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