Ecos de ‘Nadie’: Un interrogatorio y James Bond

Habíamos ido durante varios días, incluso dentro de la misma semana. Salvo los masturbadores y algún que otro niño curioso, nuestros rodajes en Habana del Este marcharon sin demasiados tropiezos.

Aún la pandemia era epidemia y avanzaba por toda China. Permanecía en la categoría de mito. 

En mi teléfono un número de Nuevo Vedado. Era la voz de Javier. Estaba visitando a sus padres.

—¿Quieres ir a filmar con nosotros? —le pregunté de inmediato.

—Sí, me encantaría —respondió.

Antes de colgar precisamos la hora en que lo recogeríamos en el apartamento de su mamá. 

Mucho han cambiado nuestras vidas en quince años. Mientras yo me quedé en Cuba, Javier ha vivido en ciudades y países distintos. Sigue registrando con su lente el mundo que lo inspira. Siempre ha sido introvertido y de convicciones firmes. Tenemos una gran amiga en común, Terely Vigoa. Mi primera amiga actriz cuando me mudé a La Habana. Creo que lo que nos amistó fue el hecho de no tener la profesión de actriz como primera carrera. 

A pesar de ser una persona pasional miro la actuación con cierta distancia. Cuando entré en mis treinta entendí que era el momento de hacer cine. Me había preparado física y emocionalmente para un personaje como Bárbara. No quería trabajar en cualquier cosa. Para darle vida a un papel soy consciente de exponer mi yo más íntimo, por esa razón y, ante todo, necesito conectar como persona en los proyectos.

Perseguir el éxito, la fama, entrañaría la fragilidad de no poder equivocarme. Me centré en el teatro y en el cine. Es lo que me permite, como diría el Sergio de Memorias del subdesarrollo, vivir a la europea. Subir a un autobús, sentarme en un café y caminar sin que nadie me moleste. En Cuba solo existen los actores de televisión. 

Aquella mañana, para no variar, desapareció el escuálido frente frío y amaneció soleado. Decidimos ir a la locación al atardecer en busca de la luz mágica. Javier estuvo de acuerdo en cambiar el plan. 

En la escena Elena está sentada sobre la superficie ríspida de una roca. Regresa de un viaje en busca de su pasado. Ha descubierto un aspecto trágico de su vida. 

ELENA:

¿Tú lo sabías?

Al fondo una ola furiosa choca con las rocas y rompe el silencio incómodo. El personaje que interpreta Miguel retoma el diálogo.

CASO NÚMERO 1:

Elena, no importa quiénes son nuestros padres. Lo importante es quiénes somos nosotros. 

Había varios inconvenientes. Puesto que Miguel estaba actuando, la cámara, una vez más, debía rodar sola. Por suerte, Javier nos evitó el estrés de estar pendientes de que no se la robaran.  

No obstante, Miguel tenía que correr para chequear las tomas antes de que se fuera la luz. La coreografía en apariencia era sencilla, Miguel entraba al cuadro, luego avanzaba unos pocos metros y se detenía. Pasados unos segundos atravesaba por delante de Elena y terminaba en el otro extremo del cuadro. 



Lynn Cruz y Miguel Coyula, por Javier Caso.


Repetimos ese plano varias veces y por razones distintas. Mientras nosotros estábamos en el mundo de Corazón azul, Javier documentaba lo que sucedía en la playa. El tratarse de una cámara analógica incrementaba nuestro deseo de ver sus imágenes. 

Cuando Miguel dio el corte, Javier nos comentó haber fotografiado a un hombre que parecía interesado en nosotros. Su vestimenta, la moto y lo que sucedió después nos dejaron varias incógnitas: ¿era un enviado de la contrainteligencia militar? o ¿simplemente tenía una crisis existencial y necesitaba confrontar su soledad ante las fuerzas del océano? Saquen sus conclusiones. 

Yo hice fotos también con mi teléfono. La luz se veía increíble. El paisaje en esa área está fundamentalmente conformadopor arrecifes fósiles y un suelo cubierto por pequeñas rocas blancas. Al atardecer se tiñó de naranja. En las fotos parece un desierto. 



Me puse a jugar con la luz y con el espejo. Me hice autorretratos también. Compartí mis imágenes en la página profesional de Facebook Corazón Azul-Blue Heart, y en Instagram.  



Perfil de Instagram de Lynn Cruz.


Habíamos acordado al llegar a casa comernos unos espaguetis y después ir al cine a ver Habana Selfies, de Arturo Santana. Justamente para ese filme fue para el único que me han llamado a castin desde que me censuraron en 2018. Al final fue un poco extraño. Todo marchó bien durante el castin y en teoría me volverían a llamar, pero como ha pasado en algunos festivales con las películas de Miguel, de pronto puede llegar alguien con mucho entusiasmo un día y al otro empezar a recular, hasta que terminan ignorándote sin dar más explicaciones. Así de rápido se apagó el entusiasmo por mí en Habana Selfies

Cuando nos preparábamos para comer, sonó el teléfono. Era Ana Caso, la madre de Javier. A su casa había llegado una citación para una “entrevista”-interrogatorio en la oficina del carné de identidad del municipio Plaza de la Revolución. La cita era a las 10:00 a.m.



Página profesional de Corazón Azul en Facebook.


¿Qué tendría que hacer un emigrado en una oficina del carné de identidad? El único sentido de aquella situación anómala era nuestro cine político, extremo e independiente. A partir del documental Nadie, la situación de Miguel pasó de un estatus de tolerancia a la persecución y a la no existencia dentro de la Isla. Yo también fui borrada de la escena cubana. 

Juntos vimos el episodio 2 de Actuar, una serie de videos animados con audios grabados de manera clandestina que documentan mi proceso de censura. Javier se amarró un teléfono en el pecho por debajo del pulóver y así se presentó en el interrogatorio al día siguiente. 

Al mediodía nos llamó por teléfono.

—¿Puedo pasar por la casa de ustedes ahora?

—¿Cómo te fue? —le dije con un nudo en la garganta.

—Muy bien —respondió Javier. 

Cuando le abrí la puerta teníamos emociones encontradas. Por un lado, haber publicado las fotos en mi teléfono disparó las alarmas. Y no es lo mismo imaginar el bosque que adentrarse en él. 

Lo peor había pasado. Javier traía un audio grabado con una calidad tremenda.

El audio fue convertido en un video animado por Miguel y se volvió viral. Es ahora el episodio 4 de Actuar




Muchos de los negacionistas de la persecución política en Cuba, al verlo, activaron sus alarmas. 

En las calles la gente nos reconocía. En un semáforo en Tulipán y Boyeros nos estábamos robando un plano durante los minutos de luz roja y un muchacho joven casi choca con una anciana al frenar su auto en seco para saludarnos: 

—¡Yo sé quiénes son ustedes! Sigan trabajando así.

Fue un momento tenso porque rodábamos sin permiso, apuntábamos con la cámara al Comité Central y el que nos gritó era un desconocido. Pero su rostro expresaba simpatía y rápidamente entendimos que se trataba del episodio de Javier. 

El interés en Nadie se disparó. 

Debo decir gracias ante todo a Javier y a la Seguridad del Estado por darle tanta publicidad al documental que, como bien dice el agente Alberto Fonseca en el interrogatorio y refiriéndose a Miguel y a mí: “Ellos tienen un documental que habla muy mal de Fidel Castro, nosotros no vamos a permitir eso aquí”. Lo prohibido despierta morbo. A todo aquello que los agentes dijeron: “¡No!”, los cubanos y cubanas en las redes sociales dijeron: “¡Sí!”.

No vimos más a Javier durante diez meses. La noticia de su interrogatorio se hizo vieja en un mundo de tanta inmediatez. Pero ese audio no solo fue un desafío político, sino que ubicó nuestra amistad en un terreno delicado. Hasta hoy nos persiguen las consecuencias de lo que se suponía quedara a puertas cerradas en una oficina de migración y extranjería. 

No habíamos podido ver las fotos. Sacar del país los negativos fue una operación lenta, se requería alguien de confianza. Puede que no pasara nada, pero… ¿y si pasaba? 

Entre las imágenes estaba la del hombre en la playa. Javier amplió la imagen.

—Acercarla me recordó en Blow up el momento donde se revela la prueba del asesinato —me dice por teléfono. 



La densidad que tomaron las imágenes fue inesperada para nosotros. Constituyen además la documentación de una escena que Miguel veía como parte de la estructura, pero no sabía cuán relevante llegaría a ser, tanto que es una de las escenas clave de la película. 

Por otro lado, el formato analógico, nuestros vestuarios y el invierno dan a las imágenes una apariencia atemporal. En una dimensión distinta. La de las rocas, las olas y la de un continente lejano. 



Lynn Cruz y Miguel Coyula, por Javier Caso.


Han pasado casi dos años del interrogatorio. Hoy el padre de Javier y el mío están muertos. Hace poco di una entrevista a un periodista que no conocía. Sin saberlo caí en manos de un tabloide amarillista británico, The sun. El tipo de revistas que venden en las cajas de los supermercados con chismes de celebridades. Pensé que Graeme Culliford estaba interesado en el interrogatorio y en las complejidades que implican nuestras posiciones políticas. De ingenua hablé de las circunstancias de la muerte de nuestros padres. Ambos creyeron en la Revolución. Pienso en sus muertes de manera poética. Revelé detalles privados y al darme cuenta le dije a Culliford que no publicara esa parte. Pero el artículo terminó siendo sobre Ana de Armas. Una publicación que redujo nuestra represión política a un “divertido” instrumento promocional para la nueva película de James Bond. 




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Hollywood y La Habana: umbrales imposibles

Lynn Cruz

Ana de Armas y Ben Affleck habían cancelado nuevamente su presencia. Esta vez de forma definitiva. Explicaron que querían ver la película, pero no en nuestra casa, porque no querían problemas.





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