Gabriela Reyna: En Chile enterré un camino

Era ya de noche cuando la artista visual cubana Gabriela Reyna (La Habana, 1991) llegó a Chile. Y como era de noche no vio la cordillera. Descubrió cómo se siente el frío verdadero y se acostó a dormir. Al despertar, vio un típico dibujo de montañas rodeándola. A ella y a la ciudad. Un dibujo gigantesco. Las montañas más altas de su vida. Los Andes. La cordillera continental más larga de la Tierra. Entonces Gabriela entendió que “los países te definen” y por qué los chilenos son tan introspectivos, tan hacia adentro… 

Había ido a su primera residencia fuera de Cuba. Y tenía a su disposición el museo de Arte Contemporáneo de Santiago. Y allí estaba, envuelta por los cerros Santa Lucía y San Cristóbal. 

El edificio se dividía entre el Museo de Bellas Artes y el Museo de Arte Contemporáneo. Y en esta segunda sede fue donde hizo la residencia. Un sitio alejado del centro, donde la acompañaba únicamente un conserje con su perro guardián color heno, Rucio, y unas pocas curadoras. 

Como se le permitía, Gabriela Reyna fue sola a todas las exposiciones, a los almacenes, y hasta al Parque Natural colindante, “un sitio desolado, junto a una estación de metro”. Y como podía entrar y salir cuando quería, además, planeó enterrar las botas que calzó en su viaje por 23 días en el patio del museo, dejarlas, sepultarlas a escondidas, y encontró en San Miguel, un barrio de típicos bares, la losa perfecta en plena calle, y la cargó como se cargan las tarjas y le copió encima con plumón permanente: 

Desandé durante 23 días tierra chilena

Ese día Gabriela Reyna cavó un hueco en tierra extranjera, y lloró, como se llora en los enterramientos de algo que se quiso. Que se quiso mucho. Los propios pasos. En Chile era primavera, la primavera de 2017, y los rosales se abrían… Volvió al museo, descalza. 



Trayectoria sembrada, video performance, 2017.


¿En qué momento comienzas a interesarte por pintar?

Siempre estuvo la inquietud por pintar. Siempre. Crecí rodeada de arte. Mi abuelo, arquitecto; mi abuela, diseñadora de interiores. 

En la academia San Alejandro, estudié escultura. Me gusta la tridimensionalidad, lo espacial. Me hace sentir más libre crear una obra exenta y me seduce la visualidad de varias capas y espacios para transitar. 

La pintura vino después, en el ISA, creo que llegó un tanto por azar, debido a la búsqueda de materiales femeninos más asequibles para realizar mi trabajo. Hasta que un día probé con maquillaje. 



Gabriela Reyna.


Dentro de las artes visuales cubanas es muy singular esta técnica, pintar con maquillaje…

Este proceso es determinante en mi trabajo. Lo fue para encontrarme a mí y reconocerme como pintora. No solo por el material que utilizo, que me ha brindado la posibilidad de experimentar y darle un nuevo cuerpo y utilidad a estas banalidades…, coloretes, sombras y pintalabios, sino por el concepto que abarca la serie Cosas de hembra, que surgió en mi segundo año del ISA.  

Por momentos, en la universidad, uno se presiona para encontrar un trabajo más consolidado, a veces es por el propio programa de clases, otras por el empeño individual de descubrir tu camino. Ya venía utilizando materiales de mi campo de estudio (la indumentaria, la feminidad, la mujer…) y el maquillaje, aunque tiene históricamente un recorrido amplísimo en la figura femenina, si vamos a sus inicios lo masculino tuvo una fuerte carga en este proceso. Hoy se extiende más allá del género femenino, pero indudablemente es un material que está en toda mujer. En mi mesa de dibujo de aquellos años tenía a mano mis pinturas de uña, y, leyendo un libro de historia del arte, surgió la idea. 

Empecé por un cuadro de Roy Lichtenstein. Y lo rehíce con el maquillaje que tenía a mano. Aquellas pinturas de uña y un paquete de toallas desmaquillantes secas, como lienzo. Ahí comenzó un estudio exhaustivo y académico de aprender a pintar. Llevo ocho años trabajando en ello. 



De la serie Cosas de hembra. Técnica: maquillaje sobre toallas húmedas.  


Ha sido complicado porque el maquillaje es muy caro en Cuba y afuera. A veces me preguntan si trabajo con maquillajes de marca, y no, utilizo cualquier maquillaje. Inclusive los maquillajes que me han sido imprescindibles son los de teatro, los de fantasy, porque tienen una gran variedad de colores. También están esos maquillajes en desuso, los que mis amigas guardan por meses porque saben que los usaré para pintar. 

Rehago los retratos femeninos pintados por artistas hombres de cualquier época o estilo, me interesa ver la mirada masculina hacia la mujer a lo largo de la historia del arte, más allá de cánones establecidos desde el género o clichés al respecto, descubrir quién es esa mujer representada es una sensación alucinante. En mis investigaciones he desempolvado que son amantes, esposas, anónimas y artistas del momento que no eran reconocidas. La historia del arte ha sido falocentrista. Para mí esta serie es fundamental, se compone de sesenta cuadros. Y pudiera quedarme eternamente haciendo estos retratos, porque la historia está colmada de ellos y lo seguirá estando, pero estas mujeres me dieron la fuerza para concluir y comenzar a crear mi propia visualidad. Mi propio imaginario dentro de la pintura. 



De la serie Cosas de hembra, Egon Schiele, Técnica: maquillaje sobre toallas húmedas.  


¿Y esta visualidad cómo la proyectas?

Ahora mismo no lo tengo definido. Pero visualmente ya no serían retratos femeninos, ese interés pertenece a la serie Cosas de hembra

Sin embargo, Gabriela, tú no te vas a desnudar… 

¡Ah!, Yo no me voy a desnudar fue en la residencia artística RARO, en Buenos Aires, donde realicé esta acción.



Yo no me voy a desnudar. Performance, 2018.


Estando acá en Cuba, atravesaba un momento introspectivo, me encontraba revisitando mi recorrido de trabajo hasta ese momento. Un día caminaba por Paseo y en el jardín del museo Servando Cabrera vi una escultura de Alberto Lescay, una mujer semilla, metida en sí, ensimismada, como volviendo a nacer. Observando aquella imagen, comprobé que fue realizada en el año de mi nacimiento, 1991, y este dato fue una confirmación. En ese momento mi trabajo estaba en standby y necesitaba algo así. 

Estando ya en Argentina el proceso creativo fue muy libre, de mucho taller. Yo venía con la idea de que el material del vestido fuera lienzo, porque es mi tela por excelencia. Una tela no solo icónica en las artes visuales sino también en la moda, muchas veces cuando se diseña el primer molde de un vestido se hace en lienzo. 

La zona donde venden telas es un barrio tipo bazar donde encuentras de todo en cantidades abismales, dicen que los dueños de todo son judíos, sí que vi a muchos de ellos caminado por aquellas cuadras de Buenos Aires con su indumentaria que no pasa desapercibida. Se me convirtió aquel descubrimiento en infinitas cuadras de telas y más telas, estaba abrumada, palpé todo tipo de tejidos y telas preciosas. Confeccioné un vestido que inunda el espacio…, te invito a que entres pero descalzo, que agredas mi reposo, mi intimidad, pero mi presencia impone un límite.



Yo no me voy a desnudar. Performance, 2018.


Yo no me voy a desnudar es eso, no hay desnudo. En ese encuentro vas a escuchar mi respiración que suena como olas, porque vengo de una isla, mi vestido es color arena, estoy sola en el centro con todas las miradas, desde el silencio hay fuerza.

¿Anduviste tierra chilena durante 23 días con los mismos zapatos y después enterraste esos pasos?

Sí. Esa fue la primera vez que salí de Cuba, viajaba a una residencia artística de 23 días en Santiago de Chile. Era mi primera vez en un invierno, mi primera vez rodeada de cordillera, otra tierra, otra energía, otro sentir. La residencia tuvo su sede en el Museo de Arte Contemporáneo de Quinta Normal en Santiago. Una de las piezas que ejecuté está estrechamente relacionada con la idea del viaje en sí, pisar nuevos territorios, una indumentaria que te ubica en otro país. Trayectoria sembrada terminó enterrada en el patio trasero del museo. Para el frío al que estaba por vivir una de mis amigas me regaló sus botas, adoraba aquellas botas y sentí entonces la necesidad de estar con una misma prenda todo ese tiempo, llevar en ellas mi energía, mi recorrido, pero también dejarlo allí. 

Me interesa ser sincera conmigo misma, es decir, cualquiera pudiera pensar que no estuve 23 días con los mismos zapatos, y es legítimo, pero yo sé que sí. Es suficiente.

Aunque tu obra está marcada por la indumentaria femenina, en 2015 apareceñ Me dijiste que me traerías a donde crecen las flores de verdad, donde un clásico atuendo masculino (el frac) es el protagonista. ¿Cuál es la historia de esta obra?

Colecciono mucha indumentaria y no todo es de mujer; tengo piezas en proceso con camisas de mi abuelo y de mi padre. Para esta instalación trabajé con sacos de ambos y otros que compré en tiendas de ropa reciclada, quería vestir una pared gigantesca. Veo la prenda y tengo la idea, pero hasta que no la ejecuto en papel la idea no cierra.

Me inspiró la película La casa de las dagas voladoras de Zhang Yimou, en mi obra hay algo determinante y es el amor.

La protagonista de la película tiene nombre de flor y es ciega, hay una escena en que él le dice a ella: “Yo te voy a llevar donde crecen las flores de verdad…”. Transcurre gran parte de la historia y luego se ve un campo inmenso colmado de flores, ella siente el olor del campo y las flores, siente la brisa y escucha la voz de él que le repite: “Te dije que te traería donde crecen las flores de verdad”. Me sobrecogió esa escena, las flores que vienen del corazón. El hombre en tu vida, ese que te ha regalado flores de verdad. Quise hacer un homenaje a mi padre y a mis dos abuelos, hombres determinantes en mi vida. Las flores en los bolsillos de estos sacos son claveles.  



Me dijiste que me traerías a donde crecen las flores de verdad, Instalación, Sacos de trajes masculinos y flores naturales, 2015.


¿Quiénes son tus maestros en el arte? ¿De qué influencias se ha nutrido tu trabajo actual?

¡El arte es tan basto!, creo no ser lo suficientemente certera para precisarte cada uno de los que considero maestros para mi espacio creativo. Durante mis años de estudio descubrí referentes artísticos desde el campo de las artes visuales imprescindibles para encontrarme: Rebecca Horn, Ana Mendieta, Antonieta Sosa, Lygia Clark, Hélio Oiticica, Marina Abramović, Doris Salcedo, Chiharu Shiota, Frida Khalo, Jana Sterbak, Cindy Sherman, Hannah Wilke, Janine Antoni, el grupo Fluxux. Casi todas son mujeres porque, obviamente y tal vez por ingenuidad, necesitaba descubrir las herramientas que las artistas mujeres usan en su trabajo, de qué mecanismos se agenciaban, sentirme reflejadas en ellas y claro que sí, hay algo que nos une más allá del tipo de obra o tema que aborde su trabajo, es ese instinto de mujer. 

Sin embargo, amo encontrar hombres cuya obra me seduzca tanto como la de mis homólogas mujeres. Uno de mis pintores preferidos es Edward Hopper, puedo estar horas observando uno de sus cuadros, cargan con una soledad teatral que me abruma para bien y mi escultor preferido es Constantin Brâncusi. 

El campo de la moda, sus aciertos y desaciertos es una información indispensable para mi investigación como artista, la indumentaria como cronología de vida y terreno histórico es suficiente para seguir indagando más en esto. 

Un momento clave, donde me desbordé de saberes, fue mi proceso de tesis del ISA. Mucho de ese camino desempolvado se lo debo a mi tutora Julia Portela Ponce de León, la profe July, como le decimos la infinidad de estudiantes que pasamos por sus clases de Arte Latinoamericano. Ella es la principal responsable de estar horas frente una página en blanco deduciendo y estructurando lo que sería luego Ceremonia, mi tesis de universidad. 

Actualmente sigo estudiando cada vez que puedo, adquirir nuevos horizontes de conocimiento nunca está de más. Pero entretanto no puedo dejar de mencionar a mi abuelo, hoy reconozco que su manera de entender el arte, sus precisiones como arquitecto, me guiaron cuando estaba comprendiendo este universo.

¿Cómo es tu relación con el mercado?

De respeto e intercambio. Creo que el mercado cuando no lo asumes como necesario para crear, entonces llega y toca a tu puerta. Eso sí, tampoco es sentarse a esperar por algo, hay que trabajar, porque es válido sentirse valorado y ocuparse para que tu trabajo sea reconocido. No te puedo hablar como una artista posicionada en el mercado o lo que se conoce como ese gran mercado, pero dada mis ínfimas interacciones con el mismo no le hago ningún rechazo, siempre que se me respete como conjuntamente a mi obra, es el modo más factible de asumirlo.



Rutina. Instalación. Dimensiones variables, 2016.


¿Cuáles son las temáticas que determinan tu trabajo?

Mi universo interno. Y sí, puede parecer retórico, porque no es menos cierto que de eso va un artista muchas veces, de proyectar su interior, pero definitivamente esto es lo que me impulsa a crear. 

Mis estados de ánimos son un patrón fuerte en algunas de mis series, entonces por lógica entra mi sentir como mujer en la sociedad, sus problemáticas y circunstancias, siempre vividas desde mi experiencia. Espero ser lo más sincera posible cuando te hablo de las agonías, tristezas, pero también de lo sensual, lo empoderado, del amor y el desamor.

¿Qué entiendes por lo femenino y cómo imbricas este concepto propio con tus obras e investigaciones?

Dice Egon Schiele: «Mi cuerpo es la intención, mi cuerpo es el evento, mi cuerpo es el resultado». Mi propio cuerpo entiende lo femenino. Va más a allá de los patrones históricos establecidos, que también hacen parte de cualquier concepto validado, pero lo femenino en mí da al traste con mi propia condición de mujer y desde ahí presto mi voz. 

No me gusta ser absoluta, creo que la dualidad de ideas es válida para entender y marcar caminos más aun en estos tiempos. Quizás será mi condición de ser gemela, pero justo por esa razón en donde la visión de dos es latente, considero que lo que puede ser femenino para ti no lo es para mí y viceversa.

Ahora mismo estoy inmersa en un proceso de replantear todos mis conceptos y paradigmas, creo que las estructuras están cayendo, están ocurriendo cambios y el cambio implica analizar una vez más los territorios donde te mueves. En este devenir está lo femenino, es algo que descubro y me seduce cada día más, es infinito. Llevar vestidos o vestirse con pantalón no define hoy lo que puede o no ser femenino, creo que el poder está en la actitud, en los pensamientos, en la proyección de cada cual. Por ejemplo, para mí no existe nada más femenino que ver a mi madre dormir, las manos de mi abuela en estado de reposo o a mi hermana sembrando cactus.



Obsesión. Instalación. Cintas métricas, alambre y tela, 2015.


¿Cuál ha sido tu experiencia más contundente como diseñadora escénica? 

Desde hace un tiempo el diseño escénico está ocupando un lugar especial y misterioso en mí. Comencé en el medio de la escena de manera empírica, como todo en la vida, pero la práctica te hace crecer. Ahora puedo decir que también me considero diseñadora escénica. 

Reconozco que me queda mucho por investigar y llevar a cabo en este medio, sin dejar de mencionar que respeto muchísimo a todos los diseñadores escénicos que existen a mi alrededor. 

Amo cada una de las puestas en escenas que he diseñado, he tenido el privilegio de realizar puestas en donde lo multidisciplinario y la imbricación de diversas miradas hacen posible llevar a cabo un proyecto desprejuiciado y con total libertad. Pero definitivamente mi experiencia más decisiva como diseñadora escénica es La voluntad de los tristes. ¡Qué título más lindo, verdad! 



La voluntad de los tristes de José Luis Sánchez con diseño escénico de Gabriela Reyna.


Pues sí, esta obra vino a confirmarme que el diseño escénico no está tan alejado de mi desempeño como artista visual. Es la más contundente hasta ahora por varias razones, en principio, era la primera vez que me invitaban a realizar el diseño de una obra teatro y ser parte de su proceso fuera de Cuba, lo cual representaba un reto.  Aquí, de una forma u otra conoces los entramados que lleva hacer arte, cuentas con tus amigos, conoces la ciudad, sus telas, botones y sabes por dónde empezar a coser. Viajar a Tijuana ha sido una de las decisiones más acertadas de mi vida, con la compañía Teatro de León,  su codirector  José Luis Sánchez, que a la vez es el dramaturgo de la obra y también fue parte del elenco de actores, me abrieron la posibilidad a esta experiencia. Otro reto fue la producción de la obra. Fueron meses de trabajo en los que me involucré en darle cuerpo visual a lo que se quería, desde los ensayos hasta movernos para conseguir que nos prestaran una máquina de coser. El diseño de luces, comprendí aquí que adoro entender y saber al menos lo básico de cada uno de los elementos que componen una escena. 



La voluntad de los tristes de José Luis Sánchez con diseño escénico de Gabriela Reyna.


Para esta obra decidí lanzarme a diseñar la iluminación y de repente me vi en cabina montando las luces en ensayos. Pero el estreno es otra cosa, sientes el mismo nervio que puede estar sintiendo el actor, debes estar al tanto en qué momento poner la luz o el cenital rojo para tal monólogo. Tuve accidentes técnicos que luego forman parte de la magia del teatro. 

Algo bien hermoso que sumaría a esta experiencia fue la amalgama de idiosincrasias. Yo, cubana, me encontraba en Tijuana, una de las fronteras más transitadas del mundo, José Luis es colombiano y el resto del equipo mexicano, por lo que la identidad de cada cual salía a flote en todo este proceso. Y para qué mencionarte la proyección y confección de los vestuarios y escenografía. Uno nunca está del todo satisfecho, al menos yo en este medio de la escena que aún me es insaciable. Confieso que ahora en la distancia la escenografía llevaría más elegancia en cada uno de sus elementos, que arreglaría el traje de Julio, que cambiaría los zapatos de Miryan, a Mario le agregaría un sombrero, al abrigo de Israel lo hubiera abarrotado aún más de peluches y a Jose, a él pensándolo mejor, lo dejaría tal cual.

Así lo vivo, recordando cada intercambio humano que se hace en el teatro. Sí, porque eso tiene el diseño escénico, el trabajo en equipo, que me fascina. Lo efímero, las acciones ejecutadas, y cada segundo de escena, se queda en la memoria y ahí vive, para siempre.



Gabriela Reyna – Galería.




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