Luis Manuel Otero ha puesto el cuerpo

Luis Manuel Otero ha puesto el cuerpo, ha hecho que nos preguntemos sobre nuestra responsabilidad como ciudadanos y las posibilidades que tenemos como artistas para remover la tierra que el Estado cubano apisona cada día. 

Una vez le pregunté cómo lograba permanecer en calma cuando la policía se lo llevaba detenido. Me contestó que no se dejaba provocar, que había que dejar que fluyera y no darles motivos para una acusación que desviara la atención de lo realmente importante. 

Esta actitud centrada y consecuente ha hecho que lo repriman, encarcelen, liberen; que lo repriman y encarcelen nuevamente, hasta sumar 27 detenciones desde 2017.

Ahora las autoridades han pasado a un nuevo nivel: lo quieren encerrado para siempre. Entonces surgen las preguntas: ¿Por qué, para el Estado, las acciones simbólicas de un artista resultan tan intolerables? ¿Por qué se empeña en silenciarlas? ¿Por qué un artista negro, que no estudió en escuelas de arte ni pertenece al sistema estatal de control de creadores, nacido en un barrio pobre, representa una amenaza para el Estado? 

Hablo, claro está, de un Estado debilitado, corrupto y caótico, que expone cero transparencia y que modifica las leyes a su antojo para perpetuarse. Con un único partido, sin contrapeso de poderes, la prepotencia de sus funcionarios ha crecido. El esfuerzo por promover una imagen democrática es, en todo caso, internacional; la posición interna, hacia sus ciudadanos, es un camino hacia la amenaza que provoca el miedo permanente. Por supuesto que nadie desea inmolarse, los cubanos queremos tener una vida “normal”, pero esto se hace imposible dentro de un Estado totalitario que vigila cada uno de nuestros movimientos, en todos los niveles: profesionales, afectivos, familiares…

Cuando el miedo no funciona, cuando el deseo de la cotidianidad normalizada no funciona, surgen formas nuevas que remueven las políticas de la experiencia y producen imágenes ofensivas. Luis Manuel Otero ha ganado becas pero no se ha quedado fuera del país, ha podido abrirse paso en el mercado pero, como me dijo un día, le parece totalmente inefectivo; ha podido simplemente seguir las reglas, para poder dormir cada noche en su cama, pero ha seleccionado poner el cuerpo, convertirse en esa figura incómoda, y más que incómoda: imperdonable. 

Ahora existe la posibilidad de que Luis Manuel Otero esté hasta cinco años preso, y es escalofriante. Pero paraliza sobre todo saber que ya ha pasado antes, en diferentes escalas. Juicios sumarios como el de la Primavera Negra, conocidos y amigos a los que se les impide salir del país, a los que se les impide entrar, a los que recogen en la calle, a quienes les amenazan a sus familiares, quienes han perdido sus trabajos… 

El Estado cubano nos tiene miedo, y Luis Manuel Otero lo revela cada vez que sale a una acción artística y es detenido. 

El Estado cubano le tiene miedo a un negro pobre, sin educación artística, que ha decidido hacer arte y nos ha movilizado a todos. 

(Ciudad de México)





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