¿Sabes si la Revolución te quiere? Una serie de preguntas al vacío

¿En qué piensas?

En los tiempos.

Hoy amaneció de NOCHE. 

Llueve como si el universo se fuera a matar por la alcantarilla. 

Pero AQUÍ nadie corre como en las viejas canciones de Manzanero. 

A la gente le da pena.

Porque correr es una acción DRAMÁTICA.

Desesperada.

Como un HIMNO. 

Y eso se nota (hasta debajo de las sombrillas).

La VERGÜENZA, digo. 

A veces, la gente corre por motivos más sensatos.

Como ALLÁ.

Cuando piensan que algo se acaba.

Y en realidad empieza.

La DEBACLE.


¿Quién le teme a la lluvia? 

Una vez tuve SEXO en una litera mojada. 

La llovizna corría por el hueco de la ventana.

Como las LÁGRIMAS de aquel poeta histérico entre mis nalgas juveniles. 

Un actor del método Stanislavsky entró borracho, armando lío. 

(Coitus interruptus).

Hube de sacarme la tranca poética.

Que era esponjosa como la mollera de un BUSTO martiano.

Y partirle una silla en el pecho, al alcohólico. 

Cuando uno duerme empapado sobre un colchón de GUATA.

Se le pudren los pulmones.

Charcos en las axilas, también quedan.

Uno despierta radioactivo como manatí en la Base Naval de Guantánamo.  

La lluvia te puede dejar heridas.

En la MEMORIA. 

Los albergues para —los artistas— dormir.

Son lugares imposibles.


¿Cómo te lleva la vida?

Le digo al poeta.

Y me arrepiento al instante.

Too late.

¿Vida? ¿Qué es? 

(Me responde).

Hundido por una pregunta tan corta.

Pero heavy como el Titanic.

Se llama Sufrido Montes. 

No es un chiste.

Ni tampoco el nombre artístico. 

Sus cuatro abuelos se ahorcaron de una palma mocha en el 59. 

Y vive en PROVINCIA.

Le pregunto cosas random.


¿Cómo se está ahí en el campo?

—Veo luciérnagas.

—¿Güijes?

—Cuando niño.

—¿Has visto caballos? 

—Tengo dos, muy briosos.

—Sueño que caballos me penetran.  

(Y gano una MEDALLA de crema de leches muy juntas).

Sufrido, no tiene ganas de vivir.

Apenas reacciona. 

Me doy cuenta.  

Alguien que era una promesa de la Cultura Nacional.

Un DJ del lenguaje. 

El Baudelaire de Sabaneta. 

Pero escribía abstracciones.

ABSTRACCIONES.

Muy incómodas. 


¿Y qué haces ahora?

—Seducirte.

Really? ¿A qué saben tus besos?

—A naranjas dulces recién traídas del CAMPO.

Al fin, un vestigio de poesía (pienso, luego contesto).

—Tu ruralidad se ha vuelto algo muy serio. 

(Relincho).


¿Eres feliz?

—A veces. Cuando bebo. 

—¿Y qué bebes?

—A granel.

—¿A granel? ¿Qué es?

—¿La vieja Coca Cola del olvido?

—Sí, perdona. Uno olvida lo que detesta. 


¿Sabes si la Revolución te quiere?

—¡Uf, qué vacío! Eres un poco hostil.

—¿Te parece una pregunta grosera, difícil, erótica?

—No, es simplemente amarga, INCONTESTABLE como un apagón en Saturno.

—Si le hiciera esta misma pregunta a mi abuela ¿qué respondería?

NADA.

Mi abuela ama la REVOLUCIÓN. 

Algo que ya no existe.

La ama, además, IN-CON-DI-CIO-NAL-MEN-TE.

Su único nieto no concibe una lealtad tan jodida. 

El amor filial debería triunfar sobre la POLÍTICA.

La IDEOLOGÍA es el negocio de quienes se reparten el dinero de los leales. 

Mi abuela barre la calle como si el PODER fuera a besarle las manos.

Le reparte agua a los perros, mientras ella se consume. 

No atiende el teléfono, porque su nieto eligió salvarse.

A ella le escupen en la oreja —todos los días— que vivir AQUÍ no es lo correcto.

Que el propio nieto “es también su ENEMIGO”, porque vive ALLÁ. 

Donde ella no ha estado nunca.  

Pero les cree.

Y vigila por las noches. 

Hace GUARDIA.

¿Será que me espera?

El primer hombre al que quise, me dijo una vez, en la entrada de Coppelia: 

“Tu amor es como una Revolución”.

“Algo que arrasa con todo”.

 “Que parte de cero”.

¡Qué piropo más extraño!, pensé.

Era una comparación tan desmesurada y triste.

Como tomarse un helado de Violetas Gencianas. 

Tengo un amigo piloto, que ha estado en 59 países.

Él siempre dice —para mortificarme— que yo soy un LOGRO de la Revolución.

Entonces sonrío, medito, convulsiono. 

L(OGRO) parece sinónimo de experimento, no de orgullo.

En verdad insinúa que soy un SOBREVIVIENTE.

El Diego culto y patriota de Fresa y chocolate, dijo: 

“Entre una pinga y la cubanía, siempre la cubanía”.

Pero eso es otra cosa.


¿Me podrías recargar el celular? 

Pregunta Sufrido, cambiándome el tema.

—¿Es para hablar conmigo? —le respondo.




Los amantes del Drive-In: cine, horror y sexo - Rubens Riol

Los amantes del Drive-In: cine, horror y sexo

Rubens Riol

Kato es descendiente de miccosukee con un putón ruso. Extravagancias de Miami. Hey buddy, what are you up to? En casa. Estudiando. Loco por romper esta inercia. Sextea. Recibo una selfie de muchas pulgadas. El vitíligo hace un efecto lindísimo en sus genitales. Algo así como un camuflaje.





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