José Kozer: No hay día sin una línea. Un comentario preliminar

José Kozer escribe en un idioma heredero del judeoespañol (el español es una lengua muerta en los Estados Unidos, la lengua de otra gran Expulsión). ¿Para quién? ¿Para qué público?

Primero, para el grupúsculo de los expatriados, para los círculos concéntricos de la Diáspora, desde Nueva York a Miami, Caracas, Madrid, Elizabeth, Hoboken y Ciudad de México. Luego, para los extranjeros, académicos y compiladores. 

Kozer solo comienza a ser apreciado cabalmente —como Martí en el XIX y Piñera en el XX— en Buenos Aires. Una cábala de judíos sudamericanos lo reclama como a uno de los suyos. 

Su idioma es el seudoarameo del Shuljan Aruj (La mesa servida, de José Karo), malformación del castellano y transfiguración morfológica del idioma que Elías Canetti y Baruj Spinoza hablaban en casa. Estas son las “perlas” de un judío en exilio. 

Perlas de plástico, jarchas de un romancero habanero. Su misma desproporcionada magnitud las hace antiguas, remitiéndolas a un tiempo gastado, pero universal, que participa de lo eterno y que el poeta reclama como materia prima de su opus. 

No hay poema particular, sino núcleos situados más allá de cualquier límite en tanto partes de un todo. José K se refiere al “Libro” de Mallarmé en el prólogo de su monumental Nulla dies sine linea (Lumme, Sao Paulo, 2015), que es más bien un Sefer ha Kozer en sentido bíblico antes que bibliográfico. La poesía de Mallarmé pertenece a la biblioteca; la de Kozer, por el contrario, se incrusta en un rollo máximo que no tiene fin: Ain Sof

José Kozer tampoco necesita dominar los misterios de la hermenéutica, sino asumir la escritura como vaivén y cantilena, repetir un ritual con una lógica y una dinámica propias: un yoga. Es la escritura que se toma como yugo lo que le sitúa más cerca de Martí que de ningún otro dador de la Ley. 

Como intérprete, Kozer no vuela muy alto, se va por las ramas. Si Borges se queda en la superficie del misterio —reverentemente, al parecer, pues sabe que no le está permitido entrar al Jardín— Kozer, en cambio, entra al Pardes como Pedro por su casa, se agacha a ensuciar en la hierba, su discurso tiene la naturalidad de la descarga. Es un aliviarse y corregir el pecado de haber comido del árbol de la vida. El expulsado, expulsa. Escrita con mierda y un palito (chino), su poesía es juego coprolálico, evacuación y dropping. El diamante está en el cieno, de ahí su nulla dies sine stercora.

La 
Muerte
se
pone
de
cuclillas,
somos
su
deposición
(al
evacuar
de
mañana).

Nulla dies sine linea es el sutra del diamante cortado con la vajra, el de diez mil facetas: en este ámbito Kozer es correligionario de Sarduy, el más improbable de los compañeros. Los rabinos peripatéticos que recorrieron Palestina en compañía de Shimon Bar Yojai son hombres de la misma catadura de Kozer. Del road movie zohárico salen las santas Auxilio y Socorro. 

“Rabí Pinchas estaba delante de rabí Rachuma en las márgenes del lago Kinneret. Era sabio, viejo y casi ciego. Rachuma le dijo a Pinchas: ‘He oído que tu amigo Shimon Bar Yojai tiene una joya, un hijo. He mirado la luz de esa joya, y brilla como la luz del sol que ilumina el mundo entero. Y esa luz se extiende desde el cielo hasta la tierra y alumbra el orbe hasta que Atik-Keter aparece y se sienta en su trono, lo cual ocurre al final de la corrección. Esa luz está en tu casa’”. 

La hija de rabí Pinchas era la esposa de rabí Shimon, por lo que rabí Elazar era su nieto. Los sabios explican que Maljut (la Esposa), íntegramente corregida, es una joya, usualmente una “perla”.

En cuanto al vestuario de Kozer: sus camisas en rebaja y sus cheos pantalones vaqueros, sus pulóveres desteñidos de eterno estudiante, son el signo de la indiferencia por las cosas del bajo mundo. No olvidar que los rabinos fueron arrieros sin más ocupación que el estudio.

la vieja camiseta desteñida de algodón, seda
natural. El pantalón
de mezclilla, bajos
deshilachados (un
descosido) túnica
azafrán. Obi, el 
cinto. Venado vivo
las sandalias…

Los rabinos están a punto de abordar un bote en el lago Kinneret cuando aparecen dos pájaros que sobrevuelan las aguas. Rabí Pinchas les pregunta si han visto a Bar Yojai, y los pájaros se alejan. Antes de que los rabinos embarquen, las aves reaparecen. Una de ellas trae en el pico un mensaje que dice: “Rabí Shimon Bar Yojai salió de la cueva acompañado de su hijo rabí Elazar”. (Talmud de Babilonia, Tratado Shabbat, 33b, 2; Zohar, 1.11a).

La historia concluye así:

“Rabí Pinchas fue hasta ellos y los encontró completamente cambiados: sus cuerpos estaban cubiertos de llagas de tanto tiempo que llevaban en la cueva”.

No es un secreto que Kozer permaneció encerrado cincuenta años en la caverna de la Academia y que su piel exhibe las pústulas de un prolongado cautiverio en la gruta del Exilio. Esto lo ha convertido en una especie de mártir. Tampoco es secreto que el poeta ha llevado una vida santa, y que Guadalupe, o Maljut, es “la luz de su casa”.

Kozer se atreve a decirlo todo; a revelar, por medio de la permutación y la gematría, los misterios contenidos en la palabra. El “contenido” de su poesía es la cifra y la raíz. Las historias de una lengua y un reino perdidos escritas en ladino (garabatos, molienda, fondillos, várices, níscalos), y el nuevo testamento de una tragedia: 

“Solo los sucesos especialmente dramáticos, como un asesinato o un crimen, y los terrores más extremos, se me han quedado grabados textualmente en español”. (Elías Canetti, La lengua absuelta, 1983).




Notas:

Citas de poemas de Nulla dies sine línea (Lumme, Sao Paulo, 2015).
“Tránsito”, p. 671
“Satori”, p. 593



Néstor Díaz de Villegas, Poemones

Narciso desvelado

Néstor Díaz de Villegas

Una interpretación hermética del poema
lezamiano
, en el ochenta aniversario de su publicación.


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