Francisco Barreiro: “¿Queremos hacer una película? Hagámosla”

Francisco Barreiro es uno de esos actores que siempre te sorprenden para bien. Como un experimentado equilibrista, pasito a pasito, se ha hecho una carrera llena de títulos sorprendentes. Sin ninguna pisada en falso. Películas certeras, que además de entretenernos y hacernos volar la mente, nos dan una esperanza. Una fe que nos lleva a creer que el cine de los 60 y los 70 del pasado siglo no se ha extinguido. 

Es como estar con un joven Paco Rabal, o un Fernando Rey: actores hispanohablantes que se iban a trabajar como si nada a una película internacional, intérpretes siempre ligados a directores de culto. 

Mexicano de nacimiento, pero hombre de mundo, Paco es rara avis en este mundillo: arriesgado sin dejar de ser serio, chiquito de estatura, pero pura bomba (a lo Bogart). No me extraña que muchos de mis amigos, de los más nerds, se hagan ciclos de cine con sus películas, dejando a un lado los directores o los títulos. Mis amigos Juanca, Sancho y Braulio se echan ciclos de Francisco Barreiro como mismo se tiran a ver todas las películas de Mickey Rourke o Anthony Perkins. 

Esta charla es un regalo para ellos y para los fanáticos del buen arte cinematográfico.

Hoy Paco me ha abierto un huequito en su agenda para hablar en Hypermedia Magazine. Por esto y por su arte: gracias.

¿Dónde naces? ¿Cómo era tu familia? 

Nací en la Ciudad de México, la madrugada del 15 de febrero de 1983. Soy el menor de dos hermanos. 

Crecí dentro de la clase media mexicana, junto a mi hermana y mis padres, en un entorno cariñoso, al sur de la Ciudad de México. Mi madre es una persona sumamente paciente y amorosa, y mi padre es tímido y sensible. Creo que tengo cosas de ambos, pero al mismo tiempo siempre tuve un carácter más radical. 

Somos un núcleo pequeño, muy al contrario de lo que se estila o se estilaba en las familias mexicanas. Los roles se han ido modificando con el tiempo, o quizás ahora, que todos somos adultos nos entendemos desde otro lugar mejor. 

No puedo dejar de mencionar a mi tía, la cual es una segunda madre para mi hermana y para mí. 

¿Cómo empezaste en el mundo de la actuación?

Empecé de forma intuitiva y relativamente tarde. No crecí en un entorno cercano al arte ni a la creación artística, digamos que todo lo fui buscando y encontrando. Cursaba el tercer semestre de la carrera en Ciencias de la Comunicación cuando cruzó por mi cabeza estudiar teatro; ya había hecho un par de obras en la preparatoria y había algo del escenario y de los personajes que me cautivaba. Apliqué a una escuela de teatro que era prácticamente nueva, CasAzul, y me aceptaron. 

Por un par de semestres intenté combinar ambas carreras, pero no funcionó. Me decidí por el teatro. Tenía casi 20 años. 

Pero en realidad mi carrera empezó cuando conocí a Luisa Pardo y a Lázaro Gabino Rodríguez en 2004. 

¿Por qué te sumas a tantas películas de terror? 

Pura casualidad, y quizás un poco de “estar en el lugar y en el momento”. Creo que es muy complicado decir: quiero ser esta clase de actor o actriz, y que suceda; sobre todo cuando se tiene que sobrevivir de esto, es algo que toma su tiempo y en el mejor de los casos se puede ir construyendo o diseñando. 

Lo que sí creo, y alguna vez alguien me lo dijo, es que una carrera artística es un discurso personal. Así que intento ser cuidadoso con mis decisiones. 

Sin duda todo empezó con Somos lo que hay, pero creo que haber trabajado en Ahí va el diablo con Adrián García Bogliano, ícono del cine de terror latinoamericano y un director muy querido y respetado por la comunidad, me posicionó dentro del género, además de darme un premio (Mejor Actor, Fantastic Fest 2012) y una nominación importante (Mejor actor del 2013, Fangoria Chainsaw Awards; junto a Elijah Wood, Patrick Wilson, Toby Jones y Bill Sage), que creo hicieron mi trabajo más visible.   

De ahí vinieron algunas invitaciones y películas, pero sobre todo buenas relaciones de amistad con personas de esa comunidad. 

Somos lo que hay es de mis películas favoritas de todos los tiempos. La veo como una especie de Ladrón de bicicletas, pero en género y en Latinoamérica. ¿Cómo llegas a este proyecto? ¿Cómo fue el trabajo con el director? 

Somos lo que hay llegué después de un largo proceso de audición, pero a Jorge Michel ya lo conocía de años atrás. Habíamos trabajado en otros proyectos de su generación en el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica). 

Jorge Michel es un director interesado en el trabajo del actor y con el actor, lo cual es bastante raro de ver. Tuvimos semanas de ensayos previos, viendo películas, leyendo textos, planteando preguntas, haciendo comentarios, etc.  

¿Qué edad tenías? 

Tenía 25 años. 

¿Qué recuerdas del rodaje?

El recuerdo que más presente tengo, sobre todo en estos momentos, es el brote que hubo del virus AH1N1, que retrasó un par de semanas la filmación. Entonces Jorge Michel aprovechó para dejarnos un ejercicio de aislamiento en casa a Paulina, Carmen, Alan y a mí, como una forma de experimentar con las sensaciones y la vida de los personajes. 

Recuerdo que me aislé por cinco días y no pude más. Hoy llevo más de 100 días en este confinamiento

Ahí va el diablo también me encantó. Aquí en la Isla se vio mucho, gracias a la piratería. 

Qué interesante lo de la piratería.

¿Cuándo conoces a Adrián García Bogliano? ¿Dónde filmaron la película? 

A Adrián lo conocí cuando recién llegó a México. Él había visto mi trabajo en Somos lo que hay, y me buscó con la intención de colaborar en su cortometraje para ABC’s of Death 1; desafortunadamente, no lo logramos. Tiempo después nos volvimos a reunir. Me ofreció colaborar en Ahí va el diablo. En menos de un mes estábamos filmando en Tijuana, Baja California, con un crew y un elenco completamente ecléctico, muy a su estilo. 

¿Cómo fue la experiencia? ¿Te resulta fácil hacer escenas de sexo, o desnudos? 

Adrián es sin duda el director con el que mejor me he entendido, quizás porque nuestra relación se basó desde el primer momento en la admiración mutua, el cuidado, la libertad creativa y el deseo explícito de colaborar a lo largo del tiempo. Nos hicimos buenos amigos. 

Creo que esos factores fueron trascendentales para aceptar desnudos o escenas de sexo en sus películas, pero para nada fue sencillo. 

En Scherzo Diabólico trabajaste con el genio cubano Jorge Molina.

He de reconocer que no conocía la obra personal del maestro Molina cuando hicimos la película. Sabía quién era, lo había visto actuar en un par de películas, pero sobre todo sabía lo que representaba para Adrián tenerlo en el set

Trabajar con Molina fue una experiencia muy interesante, tiene una energía y una presencia muy peculiar. Pero lo más fascinante es que te lleva a otro tiempo: tiene una forma de abordar la actuación que, a mi manera de ver, ya no existe. Es un actor que no tiene ningún tipo de límites

¿Te gustaría dirigir? ¿Qué temas te apasionan? 

Por el momento no tengo ninguna intención de dirigir una película, no me siento con el bagaje suficiente y no me gustaría ser un improvisado más; aunque por ahí guardado en mi computadora hay una especie de guion. Quizás en algunos años. 

Pienso que mi lugar sigue estando en el teatro; es dónde tengo más confianza, seguridad y experiencia. 

He hecho dos proyectos escénicos (monólogos) de mi autoría, los cuales también dirigí y actué, ambos con tintes documentales: Está escrita en sus campos (2014) y Ya nada nos dará lo mismo (2018). Este último lo presenté en La Habana, en septiembre de 2018, en la Sala Adolfo Llauradó. 

Ahí es donde están o han estado muchos de mis intereses: en el teatro, en el entretejido de ficción y documental, basado mayormente en momentos de la Historia de México, pero también en la presencia de un actor o actriz en el escenario, en el material de archivo, imágenes, documentos, entrevistas. En cómo nos contamos ciertas historias y la relación que estas tienen con el presente. 

En las series Narcos: México y Luis Miguel, el público te ha podido ver en unos personajes bien diferentes a los de algunas de tus películas de género. Y creo que has llegado a una audiencia mayor. ¿Te gusta hacer series?

Para serte sincero, las series son un universo que no termino por comprender. En mi poca experiencia creo que hay poco riesgo en estas, y no me refiero a valores de producción, sino a propuesta. Me parece que todas van tras la fórmula del éxito comercial. 

En cambio, las películas no; algunas aspiran a ser obras, a solo ser contempladas. En ese sentido creo que las diferencias pueden ser todas: tanto fuera como dentro. 

Me gusta mucho actuar, pero no soy alguien que consuma series; a veces ni siquiera veo en las que actúo.

Lo que sí me han permitido las series, y en eso quiero ser completamente sincero, es que me han brindado por primera vez en mi vida una estabilidad económica y, con esta, el poder desarrollar otras actividades, dentro y fuera de mi quehacer artístico. 

En Se escuchan aullidos, dirigida por Julio Hernández Cordón, eres productor también, además de actor. ¿Cómo se filmó esta peli? ¿Cómo fue el proceso de conseguir la plata?

Esta película es una respuesta de un grupo muy pequeño de personas al sistema de producción en México y a la idea absurda de que se necesitan millones de pesos y decenas de personas para levantar un largometraje. Era decir: “¿Queremos hacer una película? Hagámosla”.

Me encontré a Julio en un restaurante y me platicó que le habían rechazado un fondo gubernamental para una película muy grande que quería hacer. Se veía incómodo. Me dijo que quería regresar a sus tiempos de cine-guerrilla, que necesitaba filmar, que tenía una idea en donde una de sus hijas transitaba y recordaba su infancia por Texcoco, que quería hacerla con un celular.

En ese entonces yo tenía algo de dinero ahorrado (justamente, de mi trabajo en una serie) y se lo ofrecí. Él lo aceptó. 

La idea era solo financiar el rodaje, pero terminé haciendo siete personajes ya que no había para pagar a más actores. Fue una semana de preproducción y una semana de rodaje, sin guion, sin permisos, todo improvisado.  

Es una película muy personal y lúdica. Creo que a partir de ahí construí otro tipo de vínculo con Julio. Mientras grabábamos, entendí que mi rol, más que poner una cantidad de dinero o improvisar siete personajes, era ser un lazo entre un padre y su hija.

Se escuchan aullidos tuvo su estreno en FICUNAM 2020 (que a mi parecer es el mejor festival de cine en México) una semana antes de comenzar la pandemia. Su estreno internacional fue en el prestigioso FID Marseille a finales del mes de julio. 

¿Qué tiene que tener un proyecto para que te sumes? ¿Algunas veces dudas y te demoras en dar el sí, o tras una primera lectura de guion ya te lanzas? 

Creo que cada proyecto llega en algún momento específico de tu vida que te hace tomarlo, o hasta provocarlo. He tenido la oportunidad de trabajar en proyectos muy diversos, con directoras y directores de todo tipo, y las razones han sido de igual forma: distintas. 

Este año se estrenará la quinta película que hago con Nicolás Pereda, Fauna. Existía la posibilidad de filmar con Geoff Marslett (Loves Her Gun) junto a la musa del cine Anna Karina, pero desgraciadamente ella falleció a finales del año pasado y, sumado a la pandemia, todo terminó por posponerse. 

Además, he hablado con Bernardo Arellano (El comienzo del tiempo) sobre hacer un western, y con Julio Hernández Cordón existe el plan de filmar el próximo año una película de vampiros que me entusiasma bastante. 

¿Existe compañerismo entre el gremio de actores? Me imagino que, como en todo en la vida, te lleves bien con algunos y con otros no… ¿Te sientes parte de una generación? ¿Junto a Gael García Bernal o Diego Luna, por ejemplo?

No creo que exista un gremio de actrices y actores en México, no lo veo, no lo he visto. Supongo que ha habido intentos, pero mi sensación es que no hay escucha, ni diálogo, ni estructura, ni ideas nuevas, y por lo tanto es muy complicado que exista colectividad. Lo que sí percibo es mucho desorden, pero sobre todo mucho egoísmo.

Aun así, sí me considero afín a un grupo de personas que son las y los integrantes del colectivo Lagartijas Tiradas al Sol(Luisa Pardo, Lázaro Rodríguez, Mariana Villegas, Carlos Gamboa, Juan Leduc, Sergio López, Marcela Flores) con las cuales hemos construido, a lo largo de casi dos décadas, además de proyectos escénicos, libros, audio-libros, películas y talleres. Una forma de vida en torno al quehacer artístico. 

¿Te consideras underground o independiente? 

Me considero alguien receptivo a cualquier tipo de proyecto; pero también es cierto que con los años me he vuelto más selectivo, más desconfiado. 

Me parece que funciono mejor en círculos de creación pequeños, porque estoy más habituado a ellos y generalmente hay ahí más libertad, más riesgo en las ideas o en las formas, un mejor diálogo. Otras maneras de ser parte. 

En ABC’s of Death 2 hay una serie de actores y directores que forman un grupo bien interesante. Yo tuve la oportunidad de verla en Austin. ¿Cómo llegaste al papel?

Me parece curioso que me preguntes por ese proyecto, ya que ha sido el único en donde el proceso fue el contrario. Es decir, en algún momento vi los cortometrajes de Dennison Ramalho y me causaron un fuerte impacto. Meses después hice un viaje a Nueva York y yo sabía que él vivía allí, así que me aventuré a escribirle por Facebook para invitarle a unas cervezas, conocernos y platicar. 

Dennison aceptó; para mi sorpresa, él conocía mi trabajo. Nos pusimos tremenda borrachera juntos y una de las cosas que platicamos fue que lo habían invitado a dirigir un segmento para ABC’s of Death 2, y que le hubiera gustado invitarme, pero que el presupuesto era bastante limitado; además de que pensaba filmarlo en São Paulo.

Entonces, bastante borracho y sin un centavo en la bolsa le dije: “Yo pago mi boleto a Brasil”. 

¿Qué rol te gustaría? Uno que nunca te haya llegado. 

No tengo idea, pero hay algo que he estado pensando últimamente a raíz del proyecto de uno de mis mejores amigos, y es que, en los últimos 10 años, tanto en teatro como en cine, el personaje que más he interpretado es a mí mismo: Paco. 

Creo que me gustaría, de pronto, ir en sentido opuesto: volver a otras ficciones. 

¿Qué estás preparando ahora?  

Dentro de Lagartijas Tiradas al Sol estamos trabajando en un libro sobre los primeros 17 años del colectivo, una especie de recorrido que intenta abarcar toda nuestra obra y a las personas que nos han acompañado.  

De igual forma estoy trabajando en una serie de pequeñas colaboraciones con amigas y amigos que se desenvuelven en ámbitos distintos al cine o el teatro.  

¿Cómo llevas la cuarentena?

Trabajar en ese libro de Lagartijas Tiradas al Sol ha sido una respuesta al confinamiento y al aprovechamiento de este tiempo, además de una excusa para vernos una vez por semana por Skype, platicar de otras cosas y tomarnos unos tragos. 

Creo que en general llevo bien la cuarentena; vivo solo, eso me da tranquilidad y libertad para actuar a mis anchas, pero definitivamente ha sido intenso y desconcertante.

La salud de mis seres queridos es lo mejor que me han dejado estos meses. 

¿Qué le puedes recomendar a los jóvenes actores que están empezando? 

Que sean disciplinados, que estudien y se apasionen. 

Que trabajen en equipo y busquen ser extraordinarios. 

Que no esperen a que alguien les diga qué hacer o cómo hacerlo, que se equivoquen y lo vuelvan intentar. 

Que no se cansen.



Francisco Barreiro.




La rumba del diablo - Carlos Lechuga

La rumba del diablo

Carlos Lechuga

Los videos, las directas, los live, las tiraderas: me parece que los cubanos y las cubanas, allá, acá, acullá, andamos como pollitos ciegos chocando contra el mismo cascarón. Este le dice a aquel, el otro le dice al otro. Y así andamos entretenidos mientras el diablo, en algún lugar cómodo, se toma un vasito de Coca-Cola con hielo y se echa otro show.


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