Un paisaje desde la inducción del símbolo

Como en otras ocasiones, y respondiendo a mi política de apoyar el trabajo de jóvenes artistas cubanos, cedo el espacio de esta entrega de Lenguaje Sucio al colega y amigo David Mateo, quien repara en la fabulosa obra de Maikel Sotomayor, advirtiendo de las múltiples dimensiones simbólicas que quedan refrendadas en la narrativa paisajística de este soberbio pintor. 

Con independencia de las brillantes observaciones de Mateo, quiero advertir que -más allá o más acá de toda esta digresión oportuna- Maikel es un pintor carnal. La ensayística pictórica suya roza la piel, despliega (no me pregunten cómo) la enigmática de una poderosa seducción. Las obras de este artista generan extrañeza, fascinación, placer e inquietud. Su obra revela, como poco, una dimensión ontológica irrefutable desde todo punto de vista. Creo, sin duda, que se trata de una de las voces más consistente y necesarias dentro del nuevo relato de la joven pintura cubana. 

Andrés Isaac Santana




A excepción de dos o tres cuadros de su producción integral, casi todos los paisajes del artista Maikel Sotomayor se inclinan hacia el protagonismo de un objeto de procedencia natural, ya se una piedra, un árbol, una flor, un animal, una casa rústica o un tornado; figuraciones que portan en sí mismas toda la carga simbólica de una travesía, de un itinerario personal.  No hay elemento seleccionado por el artista, por muy rústico o exótico que sea, que no cargue con la huella o el indicio sugestivo de la presencia humana, una presencia que puede ser real o imaginaria. 

Siento un resonar en la naturaleza, un murmullo que me hace ver al paisaje como testigo de hechos y acontecimientos, me comentó en una ocasión al referirse a sus periplos por el campo cubano. 

Esa actividad de pesquisa ha tenido, como principal ruta de ensayo, las montañas del oriente del país, de donde procede buena parte de su familia y a donde viaja con sus amigos más allegados cada vez que tiene una oportunidad. Aunque recientemente ha comenzado a realizar también algunos recorridos por zonas rurales de la parte más occidental de la Isla: El Valle de Viñales, de cuyas experiencias ha decidido dejar testimonio en un conjunto de poemas… Las excursiones o el senderismo asumidos por cuenta propia, lejos de las normativas turísticas, experimentados desde la complementariedad ecologista y sensorial, podrían introducir un sentido de contraste, de refutación, frente a todas aquellas concepciones que desestiman o dan por viciados dentro de la producción visual cubana los argumentos motivacionales o inductivos de la naturaleza. 

No se trata de un trayecto planificado por Sotomayor con el propósito de alcanzar una evasión bucólica, una confrontación anímica con escenarios libres, descontaminados, sino más bien del despliegue, de la inmersión de una conciencia perceptual citadina, instruida, en espacios originarios o zonas de descendencia. El propósito que se percibe con ello resulta bastante elocuente: llevar a cabo una suerte de cotejo, de comparación –inducidos casi siempre desde la incertidumbre, la sospecha- entre la carga simbólica que aún se adivina en algunos de esos territorios primigenios, y las nociones alegóricas que compulsan en la actualidad determinadas experiencias cívicas.  

Constatar y revaluar la dimensión metafórica de ciertos componentes del espacio urbano o campestre de la isla, ha sido una de las contribuciones que han venido haciendo los jóvenes artistas que, como Maikel, incursionan de manera coyuntural o permanente, en el género paisaje. Ello ha estado estimulando, en la mayoría de los casos, una reactualización, un cambio del enfoque escudriñador del entorno, y ha ido fomentando un vínculo más expedito y sincero entre el panorama que nos circunda y los motivos intelectuales o estéticos de su representación. Tales beneficios podrían compensar en un momento dado el riesgo que hemos venido afrontando de una supuesta desvirtualización de los valores autóctonos en la práctica del paisaje.  

Cuando uno repasa la serie de cuadros que ha ido acumulando Maikel Sotomayor desde que se graduó de la Academia San Alejandro hasta la fecha, se percata de que aquella perspectiva abierta, panorámica, concebida mediante la utilización de figuras geométricas, en cuya metódica se advertía por momentos el influjo de la pintura neoexpresionista de algunos artistas de éxito, se está disgregando poco a poco para dar paso a ambientes mucho más complejos en cuanto a sus soluciones estructurales, más dinámicos en cuanto al tratamiento de la pincelada, la combinación cromática y la redistribución de los códigos visuales. Al irse distanciando de esa adopción abarcadora del entorno, y al privilegiar un tipo de paisaje más condensado o sintético, el procedimiento creativo ha ido ganando en complejidad técnica y amplitud en el uso de los artificios de sugestión.  

El empleo reiterado de los primeros planos, la recreación a gran escala de objetos emblemáticos, y la exacerbación de la mixtura compositiva entre la figura humana y el entorno, son procedimientos que han ido enriqueciendo el impacto visual y la capacidad de elucubración tropológica de la pintura de Maikel Sotomayor; han consolidado la apariencia metafísica de sus imágenes, y asentado una metódica para la representación paisajística condicionada, esencialmente, por la suficiencia inductiva del símbolo. 




Galería




Serlián Barreto: El sintagma barroco

Serlián Barreto: El sintagma barroco

Andrés Isaac Santana

Serlián Barreto es, con diferencia, uno de los artistas más sustanciales de la actual pintura cubana. Su obra responde a muy otras urgencias y a muy otras demandas.


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