¿Elecciones para qué? Las encuestas de Bohemia

En Cuba la inmensa mayoría habla mal del gobierno, de modo clandestino, claro, bajito, porque las paredes tienen oídos. La gente está tan paranoica que cree que la Seguridad del Estado es como un big brother, con escuchas e informantes en todos lados. Tal vez sea así, aunque siempre he creído que se trata de una idea disciplinaria asentada por los aparatos represivos, para que todo el mundo se convierta en su propio policía. Es un modo eficiente y económico de gestionar el poder a través del miedo. No hay un sentimiento más paralizador que el miedo, hasta un día.

La cocina es uno de los lugares más comunes para descargar la frustración y la rabia. También lo era para los soviéticos, dice Svetlana Aleksiévich. En las cocinas se conspira, ahora también en las redes sociales, aunque muchos no quieren marcarse. Pero… ¿cuándo fue la última vez que los cubanos pudieron opinar pública y libremente de política? ¿Cuándo fue la última vez que pudieron decidir y evaluar el desempeño del gobierno, más allá de las cocinas y los pasillos?

En 1959 se produjo la única consulta popular durante los últimos sesenta años. Se hizo desde las páginas de la revista Bohemia. A través de un survey (encuesta) la gente pudo evaluar la gestión del gobierno revolucionario. Los surveys de Bohemia habían sido una suerte de termómetro político de la nación. Se dice que el golpe de Estado de Fulgencio Batista, en marzo de 1952, se produjo, precisamente, por los resultados de una encuesta que daban como ganador de las elecciones a Roberto Agramonte, candidato del Partido Ortodoxo. Batista decidió tomar un atajo e impuso una dictadura que trajo, entre otros resultados, el triunfo de la Revolución y la instauración de un régimen que lleva enquistado en el tiempo más de medio siglo. 

Los surveys de Bohemia eran diseñados por Raúl Gutiérrez Serrano, un profesor de Psicología Social que había estudiado en Columbia University y era miembro de la WAPOR (World Association for Public Opinion Research). Junto al pintor Luis Martínez Pedro, fundó una agencia de publicidad, y en 1951 fue nombrado por el Diario de la Marina como una de las diez personas más influyentes de la Isla. Durante el gobierno revolucionario, ocupó cargos en el Ministerio de Educación y fue profesor de la Universidad de La Habana. 

Después del golpe de Estado orquestado por Batista en 1952, Bohemia decidió no realizar más encuestas políticas hasta que en Cuba no se restituyera la democracia. Con el triunfo de la Revolución, la revista se animó a realizar un nuevo sondeo. Los resultados se publicaron el 22 de febrero de 1959. A través de un cuestionario, la ciudadanía evaluó el desempeño del gobierno revolucionario y del Ejército Rebelde. “Nunca se había visto antes una opinión tan favorable. Ni en nuestros surveys del 1946 al 1952; ni en nuestros estudios de surveys de otros países” escribió Gutiérrez Serrano.[1] Más del 90 % de los consultados creía que el gobierno lo estaba “haciendo todo perfectamente bien”. Las opiniones que diferían de ese criterio tan entusiasta, explicó, provenían fundamentalmente de centros urbanos. Dijo, además, que la encuesta se había realizado con métodos científicos, pero no ofreció detalles metodológicos, tampoco expuso las técnicas empleadas. Era una investigación muy básica que dividía la muestra por provincias, clase, sexo, raza y edad. 


¿Elecciones para qué? Las encuestas de Bohemia - Abel Sierra Madero

Bohemia. «Edición de la Libertad» (1ra parte). 11 de enero de 1959 (portada).


De acuerdo con el sondeo, la mayoría de la población pensaba que la Revolución había restablecido la libertad a los cubanos. “¿Cuáles son las mejores cosas que ha hecho el gobierno?”, se preguntó. La gente aplaudió la creación del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, una instancia diseñada para decomisar y expropiar a miles de cubanos de sus bienes y sus empresas. Las políticas laborales y la de reforma agraria gozaron también de gran aceptación.

Una de las opciones tenía que ver con la justicia. “Castigar a los culpables de la dictadura, fusilar a los criminales, castigar a los asesinos, fusilar a los malos, justicia rápida, vengar a los muertos”. Este tipo de ejercicios producía un sesgo porque inducía las respuestas. El 22,27 % de los consultados la marcó. Sin embargo, un mes antes Fidel Castro compartió los resultados del survey de una “prestigiosa firma”, no dijo cuál. Aseguró que más del 90 % de la población aprobaba el paredón.[2] Como se sabe, la justicia de esos años se impartió a golpe de juicios sumarios y fusilamientos, no solo a esbirros del antiguo régimen, sino también a muchos otros como una señal de escarmiento e intimidación; el terror jacobino terminó por imponerse. 

A pesar de los problemas metodológicos y de los márgenes de errores, el survey de Bohemia es una buena herramienta para analizar la opinión pública en ese momento. En junio de 1959 la publicación lo volvió a hacer. Aunque los resultados del nuevo survey indicaron que la mayoría de la población seguía apoyando las políticas del gobierno, los porcentajes de aprobación comenzaron a bajar. Si en la encuesta de febrero más del 90 % de la gente consideraba que el gobierno lo estaba haciendo “todo perfectamente bien”, en la de junio esa opinión la compartía el 78,31 % de los encuestados. En La Habana los números cayeron considerablemente con respecto al survey anterior, cuando esta pregunta había alcanzado el 84,64 %. En junio, el 65,59 % de la población de la capital pensaba que con los Rebeldes todo marchaba a las mil maravillas. También resulta llamativo que solo el 2,62 % de los encuestados opinó que el gobierno revolucionario respetaba la libertad de prensa, de expresión y de reunión. 

El 29 % consideró que los rebeldes lo estaban haciendo “pésimamente mal”. Gutiérrez Serrano explicó que “en todos los sectores y áreas se produce esa tendencia crítica de un 12 %”, y que el descenso se debía a las clases y sectores que estaban siendo afectadas por las medidas revolucionarias. Tales indicadores, en democracia, no constituyen un problema. Los gobiernos responden a este tipo de investigaciones con cambios de política y ajustan su gestión para cambiar las estadísticas en posteriores encuestas, pero en los regímenes autoritarios el ideal es la unanimidad, a eso aspiran, por eso los surveys de Bohemia comenzaron a levantar las alarmas entre los líderes revolucionarios. 

Unos meses antes de la encuesta de junio, Fidel Castro se lamentaba del resultado de los surveys, pero trató de restarles importancia. “Ya no tendremos el 95 %, ni el 85 %, ni el 80 %, ni el 75 %, es posible que hasta menos; pero siempre tendremos una mayoría, eso sí (…). Así que en elecciones no nos ganarán, porque siempre tendremos una mayoría, porque aquí… (DEL PÚBLICO LE DICEN: “¿Elecciones para qué?”) ¡Cuándo quieran las hacemos!”, alardeó.[3]

El 21 de junio de 1959, los editores de Bohemia escribieron una nota en la que dijeron que en esa ocasión el survey había incluido preguntas sobre las elecciones. Buscaban “las razones a favor y en contra de su celebración y del tiempo para efectuarlas”.[4] Los resultados los prometieron para el próximo número. Entonces, ya Fidel Castro había logrado convencer a la gente de que las elecciones no eran una buena idea. Aseguró que las celebrarían cuando estuvieran dadas las condiciones. En una entrevista con Edward Murrow, dijo que se cortaría la barba cuando hubiera cumplido su promesa del “buen gobierno”; nunca sucedió. El comandante hacía sus propias encuestas. “Vamos a hacer un survey aquí, vamos a hacer un survey. Los que quieren que inmediatamente convoquemos a elecciones que levanten la mano. Los que antes que nada quieren leyes revolucionarias”, indicó el 12 de abril de 1959 en un acto político.[5]

El número de Bohemia del 28 de junio de 1959 dio a conocer los resultados sobre el deseo de los comicios. “Usted quiere elecciones o no quiere”, se preguntó. El 57,34 % de la muestra dijo que no quería sufragios. A estos encuestados, explicó Raúl Gutiérrez Serrano, se les hizo una pregunta de control para saber si se oponían a las elecciones de modo rotundo y definitivo o si la respuesta estaba condiciona por la variable tiempo. Solo la tercera parte dijo que nunca querría elecciones. “Es decir que el ‘no quiero elecciones’ es un ‘no quiero’ condicional que significa no las quiero por ahora”, agregó el investigador.[6]

El 38,49 % de la muestra respondió que sí quería elecciones. También se le preguntó acerca de los tiempos. El 16,26 % dijo que las quería en menos de un año, el 78,77 % consideró aplazarlas después de esa fecha, mientras que el 58,23 % indicó que lo más sensato era que las elecciones se postergaran dos años. 

Las respuestas no sorprenden si tomamos en cuenta toda la propaganda que se hizo desde el gobierno para paralizar nuevos comicios. Raúl Gutiérrez Serrano aclaró que la opinión sobre este tema se explicaba por la experiencia de las elecciones republicanas caracterizadas por la politiquería y el engaño. La otra razón de que “el Pueblo no quiera elecciones por ahora”, dijo, “es la satisfacción que tiene con el gobierno revolucionario y la necesidad de consolidar y llevar a cabo las medidas que está implantando, principalmente la Reforma Agraria”.[7]

Bohemia desempeñó un papel fundamental en la legitimación de la Revolución y la construcción de una narrativa afectiva sobre los Rebeldes. Los editores permitieron, entre otras cosas, que Enrique de la Osa se inventara que el régimen batistiano le había costado a Cuba veinte mil muertos. Apoyaron cuanto fusilamiento e intervención se realizó en el nombre sagrado de la Revolución. Pero el cerco sobre la libertad de expresión y la prensa se fue estrechando; la revista fue intervenida después de que a su director, Miguel Ángel Quevedo, no le quedó más remedio que asilarse en la embajada de Venezuela en julio de 1960 e irse al exilio. Terminó por suicidarse en 1969, ya lo había intentado antes. La culpa, dicen, acabó con él. Antes de quitarse la vida escribió una carta de despedida (para algunos, apócrifa) a su amigo Ernesto Montaner. “Fidel no es más que el resultado del estallido de la demagogia y de la insensatez. Todos contribuimos a crearlo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder”, se lee en la misiva.[8]


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Bohemia fue intervenida después de que a su director, Miguel Ángel Quevedo, no le quedó más remedio que asilarse en la embajada de Venezuela en julio de 1960 e irse al exilio.


El control de la opinión y el ejercicio del criterio

El survey de Bohemia en junio de 1959 fue el último con criterios políticos que se publicó en Cuba. El nuevo régimen se dio cuenta de que preguntarle a la gente y anunciar los resultados en la prensa no era buena idea. Querían impedir, precisamente, lo que sucedió en 2015, cuando los resultados de una encuesta realizada por Bendixen & Amandi —para Univisión en colaboración con The Washington Post—, demostraron que Barack Obama y el Papa Francisco gozaban de más aceptación que Raúl y Fidel Castro.

Sin embargo, el gobierno siguió haciendo encuestas e investigaciones como las que hacía Bohemia, pero no se publican. Para saber lo que en realidad piensa la gente, se crearon algunas instancias controladas por la sección ideológica del Partido Comunista. Una de ellas es el Departamento de Opinión del Pueblo. El PCC también controla varias instituciones de investigación. Una de ellas es el Centro de Estudios de la Juventud, que es gestionado por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). El Partido también supervisa el Centro de Investigaciones Sociológicas y Psicológicas (CIPS) y el Instituto Cubano de Antropología. Aunque estas entidades formalmente las maneja el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba (CITMA), en la práctica responden al Departamento Ideológico del PCC. Desde allí se comisionan las investigaciones, algunas de ellas son consideradas como secretos de Estado y los resultados no se pueden publicar. Trabajé en el CIPS por dos años, conozco muy bien el asunto. 

La opinión de los cubanos ha sido históricamente supervisada. A su llegada al poder en 2006 —debido a la enfermedad del máximo líder—, Raúl Castro convocó a la ciudadanía y al Partido Comunista a romper el secretismo de los medios de comunicación, que había caracterizado el periodo de su hermano. De este modo, el general presidente incitó a un “debate” nacional para restaurar la credibilidad de los medios oficiales y del propio Partido, y aseguró que el Estado debía garantizar espacios para la discusión y la diferencia de opiniones.

Sin embargo, lejos de promover la libre circulación de las ideas y un universal principio de libertad de expresión, acotó que las diferencias debían ser “expresadas preferiblemente en lugar, tiempo y forma, o sea, en el lugar adecuado, en el momento oportuno y de forma correcta, siempre serán más deseables a la falsa unanimidad basada en la simulación y el oportunismo. Es por demás un derecho del que no se debe privar a nadie”.[9]

Pero una cosa es el discurso político y otra la praxis. ¿Quién o quiénes deciden la pertinencia o la inoportunidad de un criterio y qué cuestionamientos son lícitos o no? Para controlar la libre circulación de las ideas, el gobierno cubano ha creado espacios “autorizados”. Uno de ellos es la sección en el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, para que las personas escriban y comenten acerca de los problemas que las aquejan. Para evitar “espontaneidades”, los programas de opinión en la televisión cubana se redujeron considerablemente y se graban y editan bajo estrictos conceptos ideológicos. 


¿Normalización o garrote?

De acuerdo con la encuesta realizada en 2015 por Bendixen & Amandi, el 64 % de los entrevistados consideraba que la “normalización” de relaciones con Estados Unidos traería a Cuba reformas en el sistema económico, pero el 30 % pensó que nada iba a cambiar. Han pasado varios años de aquel experimento y pienso más o menos igual: la “normalización” de Obama o la política de línea “dura” de Donald Trump no devolverán a los cubanos la libertad ni la democracia. 

En Estados Unidos, a los que están a favor del engagement con el régimen poco les importa la memoria, los crímenes del castrismo o el desastre social y económico que ha dejado a su paso. Solo quieren seguir en la cumbancha y que la crisis se mantenga en el tiempo. Se las dan de buenitos y preocupados por la suerte de un pueblo al que solo ven como mercado y oportunidades de negocitos. Algunos son dueños de charters, compañías de mensajería o turoperadoras que facturan millones de dólares al año, que van a parar muchas veces a las arcas de los militares cubanos. Tratan de vaciar de contenido la Historia para producir una amnesia colectiva que mantenga todo exactamente igual. Otros están a favor de la “normalización” por pura ideología.



Protesta a favor de la «normalización» de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba.


Muchos en el exilio, hay que decirlo, tampoco quieren que la cosa cambie para poder seguir viviendo de los grants y los fondos destinados a la “democracia” en Cuba. Por otra parte, los que apoyan la política del garrote de Trump no entienden que el aislamiento y el recrudecimiento del embargo constituyen el escenario ideal para el régimen. El embargo es la base de la ideología castrista, lo provee de los argumentos para reproducir el sistema y alimenta el nacionalismo populista que tanto calado tiene aún fuera y dentro de la Isla. Las dos políticas están atrapadas en un círculo vicioso, conducen al mismo callejón sin salida, a un dead end

La democracia en Cuba debería pasar por las urnas, por un sufragio transparente y supervisado por organizaciones internacionales, y no por el presidente estadounidense de turno. Cuba tiene que decidir, de una vez y por todas. Ahí deben estar concentrados todos los esfuerzos, se trata de hacer una presión tal, dentro y fuera, que al régimen no le quede más remedio que convocar a elecciones. Desde hace décadas, los cubanos votan con los pies, nos largamos adonde sea. Eso tiene que cambiar, pero mientras llega ese momento hay que tener listo un proyecto de país.  


¿Elecciones para qué?  

De este modo incitaba Fidel Castro a las multitudes a inicios de 1959; sabía la respuesta de antemano. Ese era su modo de consulta. Lanzaba una pregunta y tomaba como representativa la respuesta de los asistentes en una plaza. Así gobernó toda la vida, vaciando de contenido la democracia que prometió restaurar. Nunca compitió en unas elecciones libres, tampoco se sometió al escrutinio de la ciudadanía, ni rindió cuentas sobre su desastrosa gestión. Diseñó todo de modo que fuera “elegido” constantemente por unos cuantos militantes. Gobernó a punta de pistola, traje de verde olivo y peroratas interminables. A esa fórmula autoritaria el marxismo de manual le llamaba “centralismo democrático.” 

Cuando en 2002 Oswaldo Payá logró recaudar más de diez mil firmas para solicitar al parlamento cambios a la legislación y un referendo nacional, la respuesta del comandante no se hizo esperar. Violó la propia Constitución y la blindó con el Artículo 137, que aseguraba que el socialismo era “irreversible.” Por tal irreverencia, en 2003, setenta y cinco disidentes fueron encarcelados y condenados a más de veinte años de cárcel. A este proceso se lo conoció como la “primavera negra”. Payá, por su parte, recibió la presión constante de la Seguridad del Estado. En uno de los muros aledaños a su casa en un barrio del Cerro, pintaron una frase que lo representaba como un traidor: “En una plaza sitiada la disidencia es traición.” Así lo marcaban. 

Oswaldo Payá murió en 2012 a causa de un accidente automovilístico, provocado, dicen algunas fuentes, por la Seguridad del Estado. Su hija, Rosa María, ha solicitado una investigación internacional para esclarecer el asunto. Además, ha seguido la tesis del cambio de su padre, que se basa, fundamentalmente, en la realización de un plebiscito, de una consulta popular. Con ese objetivo creó Cuba Decide, una plataforma “no partidista” que ha recogido miles de firmas de apoyo a su visión. De acuerdo con su sitio web, Cuba Decide “es una iniciativa ciudadana para cambiar el sistema político y económico en Cuba provocando un proceso pacífico de transición hacia la democracia”.[10] Se trata, se explica, de crear las condiciones para un referendo que fuerce al régimen “a someterse a la voluntad del pueblo”. Las ideas que esta plataforma maneja acerca de la consulta popular deberían ser asumidas por la mayoría de las organizaciones opositoras en la Isla y por toda la ciudadanía. Desafortunadamente, no ha sido así. 


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Muro cercano a la casa de Oswaldo Payá en un barrio de El Cerro.
Foto tomada por el autor en 2010.


Siempre he creído en las micropolíticas para el cambio social. Que se pida al Estado que respete a los emprendedores, al periodismo independiente, que baje los precios del Internet, me parece genial. Que se exija una ley de cine o una de protección animal, sería muy oportuno. Una ley de género serviría para evitar los altos índices de feminicidio; otra, que criminalice la homofobia y permita el matrimonio igualitario, es importante. Sin embargo, considero que un referendo con un proyecto de país en la gaveta es el único modo de que esa nación que todos queremos, sea posible.

Si en 1959, cuando Bohemia preguntó en un survey, la gente hubiera votado por unas elecciones y no por consolidar la Revolución, es muy posible que el destino de Cuba hubiera sido otro. ¿Quién sabe?




Notas
[1] Raúl Gutiérrez Serrano: “Survey nacional: El pueblo opina sobre el gobierno de la Revolución”, Bohemia, Vol. 51, No. 8, 22 de febrero de 1959, p. 76. 
[2] Fidel Castro: “Discurso en Artemisa”, 17 de enero de 1959. http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/c170159e.html
[3] Fidel Castro: “Discurso en el Palacio Presidencial”, 22 de marzo de 1959. http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f220359e.html
[4] Raúl Gutiérrez Serrano. “El pueblo opina sobre el gobierno revolucionario y la reforma agraria”, Bohemia, Año 51, No. 25, 21 de junio de 1959, p. 8.  
[5] Fidel Castro: “Discurso en una concentración campesina en Camagüey, 12 de abril de 1959.  http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1959/esp/f120459e.html
[6] Raúl Gutiérrez Serrano: “Survey de Bohemia. El pueblo opina sobre las elecciones”, Bohemia, Año 51, No. 26, 28 de junio de 1959, p. 71. El subrayado es del original.
[7] Ibid., p.70.
[8] La carta se publicó mayo de 2002 en Contacto Magazine
[9] Raúl Castro Ruz: “Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura del Sexto Período Ordinario de Sesiones de la Séptima Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular”, República de Cuba, 18 de diciembre de 2010. http://www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/2010/esp/r181210e.html
[10] “¿Qué es Cuba Decide?” https://cubadecide.org/que-es-cuba-decide/




Félix Sautié: “Mi teléfono te lo dio la Seguridad del Estado” - Abel Sierra Madero

Félix Sautié: “Mi teléfono te lo dio la Seguridad del Estado”

Abel Sierra Madero

Uno de los comisarios más cercanos al poder durante la década de 1960 y 1970 en Cuba fue, sin dudas, Félix Sautié Mederos. Estuvo cargo de publicaciones como MellaEl Caimán Barbudo y el periódico Juventud Rebelde. Hoy es un hombre solo que escribe sobre teología y la Revolución “traicionada”.


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1 Comentario
  1. Abel Sierra Madero presta un valioso servicio al análisis del fenómeno de la revolución cubana desde el estudio de la manipulación de los medios, como ha desarrollado hace algunos años. Las estadísticas cubanas siempre han sido poco consideradas, salvo excepciones (Mesa Lago, Amor, Sales), desde el Censo de 1899 realizado por las autoridades norteamericanas de ocupación, hasta las encuestas de Opina y el Instituto de la Demanda Interna. Agradezco al autor los datos que aporta, sus atinadas observaciones y las sensatas propuestas que obsequia, todas para tener muy en cuenta.

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