Eugenio Torroella: “Un teatro sin pretensiones y sin censura”

Serie de presentaciones de actrices y actores jóvenes coordinada por la dramaturga Daniela Alí y el artista Eldy Ortiz.





Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


¿Cómo llegas a la actuación?

De pequeño, mi mamá continuamente nos llevaba a mi hermana y a mí al teatro, a ver de todo, desde conciertos de música clásica hasta teatro para niños y adultos. Para nosotros el teatro siempre fue como un encantamiento, un lugar mágico lleno de colores, sonidos, risas y aplausos, donde el tiempo corría de forma distinta. 

Como yo era un niño muy inquieto y mi madre siempre me consentía, gracias a ella y a mi familia en general pude probar casi todo lo que se me ocurría. Así pasé por clases de pintura, inglés, danza rusa, guitarra, bajo, pelota, natación, polo acuático, esgrima, karate en distintos estilos, y actuación. A esta última siempre regresé. Desde muy niño comenzó mi amor por la actuación. Tan niño, que no creo ni acordarme. 

Comencé con Elsa Hernández en la Quinta de los Molinos, y no pienso detenerme nunca. Producto de mi energía, nunca aguanté mucho tiempo en el aula; por lo que los matutinos y actividades culturales eran la excusa perfecta para escapar del pupitre. A los 2 años me estaba divirtiendo, porque eso era lo que hacía en el grupo El Pequeño Príncipe, en la Casa de la Cultura de Plaza. Allí llega Gloria María buscando audicionar a niños blancos con el pelo largo para José Martí: el ojo del canario, y así es como llego a mi primer acercamiento a un trabajo profesional, interpretando a Fermín niño. 

En medio del rodaje de la película, después de un día donde tuvimos que repetir muchas tomas, mi madre, que me acompañaba al set casi siempre, me pregunta: “Machi, ¿no te aburres de repetir tantas veces la misma escena?”, y cuando yo le contesto que no, que para mí era muy divertido, ella me comenta que yo podía dedicarme a eso, que existía una Escuela Nacional de Teatro. Entonces, al terminar el noveno grado, me presento a los exámenes de captación, pero suspendo en el segundo examen. 

Comencé a estudiar Bibliotecología, justo al lado de la antigua sede de la ENA, en Siboney, y tanta era mi angustia viendo pasar a los estudiantes delante de mí, que siento que ese año fue fortalecedor para mi carácter. Comencé a escaparme de la escuela para recibir talleres de actuación, con Humberto Rodríguez en el Olga Alonso y con Ariel Bouza, director del grupo Pálpito, a los cuales envío mi eterna gratitud. Y fue en ese año donde alcancé mi primera meta: aprobar la Escuela Nacional de Actuación.



Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


¿Quiénes dirías que son tus principales maestros?

Mis vivencias, y todas las personas que han contribuido, tanto de forma positiva como negativa, a mi formación personal y profesional. A todos les debo lo que soy. 

Si tuviera que decir un nombre, diría: Danay Ramos Ruiz, mi madre, a la que dedico y dedicaré siempre mi crecimiento en todos los aspectos.



Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


¿Por qué te interesa el teatro como lenguaje?

Más allá de un lenguaje, para mí el teatro es una terapia, es el espacio donde me reformo y me exorcizo, donde me descubro y me sorprendo, donde me expongo. Creo que, si no me reformo yo en él, no puedo reformar a nadie. El tiempo que me ocupa es preciado y va más allá del tiempo de un ensayo: el tiempo mental que le dedico es mi mayor adicción. Para mí el teatro no es un trabajo: es una necesidad.



Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


Háblanos de tu proceso en la creación.

Los procesos son diversos, según el trabajo. En primera instancia, “escuchar” bien el texto. Entender las ideas con las que dialogo y entenderme con el director es crucial; esta es una fórmula que nunca varía en mis procesos creativos. 

Me gusta trabajar por atmósferas; una vez que logro entender la atmósfera de la puesta, de la película o del corto, y la particularidad de cada una de ellas, cómo transitan y coexisten, es que empiezo a sentirme libre. Para mí, es fundamental el sentimiento de libertad desde el respeto mutuo con las personas con las que trabajo. Y lo que busco es la sorpresa, porque me erizo de punta a cabo: es el éxtasis de mi trabajo que persigo incansablemente. 

No esperar nada y esperarlo todo es mi clave; esa lucha de contrarios me da vida. Trabajar para transformar al artista con el que trabajo, de la manera en que él decida, dándole mi verdad y recibiendo la de él, ella o elle, de forma abierta y sabiendo que ninguna verdad es absoluta. 

Nunca he creado un personaje: siempre lo busco dentro de mí, potenciando o anulando esencias de mi personalidad. Creo que todos los trabajos por los que he transitado han sido una búsqueda personal en mis sentimientos más bellos y en mis pasiones más bajas.



Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


¿Qué crees que le está faltando al teatro cubano actual?

Al teatro cubano actual le falta pasión… Como diría una de las personas que más admiro, mi Buda, Carlos Alfonso Díaz: le falta “gente dura”. Creo que estamos en una etapa formalista, donde el respeto se confunde con la formalidad. 

Ansío un teatro de riesgos, donde el nervio del actor no sea el público, o el texto, o un movimiento, sino la vivencia de la trama, el trauma que puede resultar de vivir una experiencia fuerte. Un teatro donde se ame, se odie, se sienta y se toque de verdad y no se haga “como que”. Odio los “como que”, porque en la vida no se hace “como que” se ama: en la vida se ama o no, y el teatro para mí es vida.



Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


En estos tiempos de pandemia, ¿cómo crees que debiera reinventarse el teatro?

Confío en que el teatro, como todas las manifestaciones artísticas, encuentre su camino en esta pandemia. La no presencialidad le quita una magia esencial no solo al arte teatral, sino a todas las artes escénicas, pero alguna alternativa habrá que buscar, no hay tiempo que perder. Creo, de forma optimista, que las reinvenciones son más que necesarias, y sé que las crisis obligan a crecer. Quizá una buena ganancia sea tener un canal online solo para ver puestas escénicas. Realmente no sé; si echo a volar la imaginación, creo que no pararía de decir ideas. 



Eugenio Torroella, por Eldy Ortiz.


¿Qué quisieras ver próximamente en las tablas cubanas?

Me gustaría un Grupo Nacional de Teatro que no tenga ni un director fijo, ni una plantilla fija de actores. Que se dedique a montar clásicos nacionales e internacionales con nuestros directores de vanguardia. Un grupo que se esté renovando todo el tiempo, y que sirva de escuela para jóvenes artistas.

Quiero ver referentes en carne viva, un teatro próspero, sincero y atrevido. Un teatro de grupo donde se respire la comunión, donde no exista el “No se puede”, el “No se debe”. Un teatro sin pretensiones y sin censura es lo que más añoro. Hace falta un cambio. 

“Yo creo en lo que está vivo y cambia” (Casa vieja, Abelardo Estorino).




Tony Alonso

Tony Alonso: “Me interesa el teatro como estilo de vida”

Daniela Alí

“Al teatro cubano actual le hace falta salud. Es increíble que una potencia médica deje que se enferme la cultura… El teatro nuestro a veces tiene cojera, miopía, sed, hambre, y quizás hasta miedo. No sé por qué hay tan poquitos grupos de teatros saludables. Hay que acercarse a ellos”.





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