Sandra Ceballos: “Algo que se lleva en el cuerpo para nunca olvidar”

Doblando la curva de este milenio, las más agitadas tendencias del arte cubano ya conocían suficientemente bien el trabajo de Sandra Ceballos. Su actividad era resultado del estallido de las artes visuales en la segunda mitad de los años 80, cuando despertó de las complacientes y adoctrinadas metodologías plásticas, hacia una auténtica revolución estética.

Si bien las galerías y museos de Cuba y el mundo habían visto pasar y permanecer la obra de Sandra en sus colecciones, un hito igual de trascendente acompañaría el salto finisecular del pensamiento intelectual y las prácticas artísticas en la Isla, la creación de Espacio Aglutinador a manos de la artista. Este fue el ágora por excelencia de los discursos más irreconciliables con el entorno retrógrado de la época, sacudido por la crisis socioeconómica de los 90 y su larga secuela, la mayoría de las veces en franca contraposición con el arte certificado y aupado por la institucionalidad cultural.

Muchos de los “compañeros de lucha” de Sandra, pertenecientes a aquel cardumen salvaje de los 80, emigraron; unos compulsados por necesidades de sobrevivencia “artística”, otros conminados a abandonar forzosamente las fronteras del paralelepípedo ideológico al que ofrecían total resistencia. Pero una especie de tenacidad, igualable a la de un salmón, corriente arriba en los cauces cada vez más estrechos del siglo XXI cubano, es la que practica esta creadora, atrincherada desde su obra y desde Espacio Aglutinador y sus ramificaciones. Tratándose de un ámbito polimorfo, con una proyección múltiple, la esencia de este proyecto sigue siendo la de aquel asidero irreductible del que se vale cualquier prófugo de las normas artísticas y sociales establecidas. Prófuga ella misma, hace un año comenzó el despliegue de un performance itinerante que responde al nombre de Casi todos conmigo. Aquí va un poco de su historia y de la acción desarrollada en la penúltima función de El Último, en la sede de El Ciervo Encantado.    

¿Qué conexión hay entre Malditos de la posguerra, que efectuaste en Aglutinador entre 2016 y 2018, con este viacrucis performático, Casi todos conmigo?

Realmente el proyecto Malditos de la posguerra (MP) es solamente uno de los gestores o generadores del programa de tattoo-acción que estoy llevando a cabo desde 2020, Casi todos conmigo. Para realizar los tatuajes convoqué a algunos de los artistas que participaron en MP a que me hicieran dibujos o frases para tatuarme tentativamente en los brazos.


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¿Deslindas formal y conceptualmente esas dos propuestas, o una es continuidad de la otra?

Bueno, debo hacerte un poco de historia. A los 20 años, cuando comencé mis visitas semanales a la casa de los artistas Manolo e Hilda Vidal, descubrí un mundo dentro del arte cubano que desconocía y que no había sido incluido dentro de los programas de clase sistémicos en la asignatura de Historia del Arte, de las academias de Artes Plásticas (como se decía en aquel momento), ni de Filología de aquella época (1981).

Ellos me relataron varios sucesos, de cómo tuvieron que emigrar o retirarse a sus casas muchos artistas y escritores que habían sido censurados o presionados para cambiar su estilo de trabajo y realizar una obra complaciente, que respondiera a los “intereses del Estado”.

Me sentí impotente, desde que era casi una adolescente, ante aquella avalancha de información recibida de primera mano con testimonios auténticos, racionales y pausados.

Aquello me llenó de ira y fue creciendo en mí un sentimiento irremediablemente desalentador con relación a los depredadores estatales de la cultura cubana: las aves de rapiña que mutilan a los talentos, exilian y los expulsan hasta de la historia. 

Fueron pasando los años y, a finales de los 80 y principios de la década del 90, hubo un fuerte éxodo de artistas hacia México, Europa y Estados Unidos, producto del reforzamiento de la represión, el Período Especial y la censura contra los artistas. Fue entonces que le propuse a Ezequiel (Ezequiel Suárez) hacer su exposición censurada en la casa en donde crecí

Posteriormente, ya después de haber abierto Espacio Aglutinador, pude completar muchos más testimonios cuando comencé mis visitas a la casa del artista Chago Armada y su esposa Dalia García, pues ellos realizaban tertulias privadas en los años 60-70 con escritores y artistas de la talla de Raúl Martínez, Tapia Ruano, Humberto Peña, Fonticiella, Antonia Eiriz, Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Samuel Feijóo y Antonio Vidal, entre otros. Muchos de estos (incluyendo al propio Chago) fueron censurados o discriminados; años después se sumaron nuevas víctimas como Rafael Zarza (algunas de sus tauropinturas), Tomás Sánchez (en sus inicios vetado por practicar yoga, como si eso fuera un delito), entre otros muchos escritores y artistas que emergieron en los 80. 

Después de la muestra que realizamos Ezequiel y yo, que se llamó Arte degenerado en la era del mercado (1994), bajo la petición de muchos colegas, decidí junto con Ezequiel continuar utilizando la casa de mi madre para poner en práctica el antiguo deseo que yo albergaba desde hacía trece años y que me ocasionaba algunas depresiones existenciales: el de divulgar y hacer justicia hacia las víctimas de la devastación cultural por parte de una hegemonía gubernativa.  

Con Malditos… (2016-2018) logré hacer una verdadera catarsis, pues este fue un programa informativo con documentación, fotos, videos y obras de estos artistas y colectivos. 

En realidad, los dos eventos (Malditos de la posguerra Casi todos conmigo) son un producto de toda esta información y vivencias personales. Ellos en sí no se complementan, ni son una continuidad el uno del otro; son independientes. Sin embargo, el primero origina la voluntad informativa en la praxis del otro, con similares intenciones. Cuando concluí el proyecto MP, no tenía ni idea de realizar estos performances.

Casi todos…, conceptualmente, es una reafirmación de la necesidad de visualizar este fenómeno aún más y de reunir artistas cubanos y de origen cubano que guardan en su currículo sentimental traumas e historias macabras, así como de otros que aún están sufriendo exilio y prisión.

¿Por qué casi todos y no todos? 

Por varias razones: una es que un grupo de estos artistas ya fallecieron y no tengo autorización legal para utilizar alguna imagen de su obra. 

Con relación al resto, me negué a ser selectiva y lancé una convocatoria para todos los vivos, e implicados en MP, que quisieran enviar sus prototipos. De todas maneras, serán casi todos pues hay algunos que no gustan ni asumen estéticamente como arte, en una suerte de body-art, el tatuaje; lo siguen apreciando como una consecuencia de la marginalidad. 

Otra de las razones es que mis brazos son muy pequeños y la idea es exhibirlos, no picar los diseños en partes del cuerpo que estén cubiertas por la ropa. 


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‘Salomón conmigo’. Expo colectiva ‘La carne’. Sandra Ceballos, 1996.


¿Cuándo empezaste con el programa de estas acciones?

El programa como tal comenzó en febrero de 2020, de manera alternativa al evento organizado por Adonis Milán y Perséfone Teatro, Spoon River, en Aglutinador.

Me gusta que mi intervención siempre ocurra al margen de algún otro evento, que no tenga el protagonismo, pues así están o estuvieron un grupo de estos artistas durante muchos años: al margen.

¿Tuviste este plan consciente de antemano, o comenzó empujado por alguna otra razón antes de tener definida la idea?

Como anteriormente expresé, no lo tuve consciente de antemano, pero sí estaba por allá adentro de mi saco mental, porque hubo un antecedente, el performance Salomón conmigo. Esta fue una intervención que realicé durante la muestra colectiva La carne, que se inauguró en Espacio Aglutinador en 1996, con una curaduría a cuatro manos entre Orlando Hernández, Gerardo Mosquera, Ezequiel Suárez y yo. En ella se exhibieron algunas obras relacionadas con el tatuaje y diseños originales de los propios tatuadores que en aquel momento estaban activos. Durante este evento hice tatuar en mi brazo izquierdo al polémico y metafísico personaje de Chago Armada, Salomón, que fue picado por el tatuador Che Alejandro Nápoles.


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Catálogo de la exposición ‘La carne’. Portada.


¿Por qué tatuajes?

El tatuaje representa para muchas personas algo que se lleva en el cuerpo para nunca olvidar. Es la memoria de seres importantes, dibujos de objetos simbólicos o místicos, signos, animales, fechas significativas, frases que nos representan o que muestran nuestras reflexiones, o aquellas que apreciamos, etcétera.


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Salomón, junto con los demás diseños, estará no solo en mi piel y en mi mente todo el tiempo de mi existencia en materia, sino que mi brazo es un soporte visible ante los ojos de todos los demás. Se trata de un modesto homenaje, un pacto de mi sangre con sus formas. 

¿Te gusta como pica Rodney Batista

Rodney es un excelente artista y un experimentado tatuador, que se ha consagrado en esta técnica con la realización de diseños muy complejos; de hecho, su propia obra. Aprecio mucho su labor y colaboración en mis acciones, pues es todo un maestro, además de ser portador de valores humanos visibles en muchos de los grandes: la sencillez y la humildad.



¿Iniciaste con él todo el trabajo o se incorporó después?

Lo inicié con él, pero también quiero invitar a otros jóvenes artistas emergentes que se han interesado en vincular el arte, como tal, al tatuaje.



¿Por cuántas acciones vas ya?

Rodney me ha picado tres tatuajes: diseños de Ángel Delgado, José Ángel Vincench y una frase de Coco Fusco. Ya tengo en proceso uno del artista Juan Sí González.



¿Te complació la experiencia en El Ciervo Encantado?

Hasta ahora, con Casi todos…, me he vinculado solamente con artistas del teatro, pero pienso intervenir también en muestras de artes visuales, no me importa el espacio que sea ni dónde esté, tan solo me hago a un lado y ya. 

El Ciervo Encantado, para mi criterio, es toda una escuela de performance y teatro —que son parecidos, pero no iguales— sin embargo, Nelda Castillo y Mariela Brito han sabido fusionar las dos variantes como una sola acción, con temáticas candentes muy comprometidas con el momento en el cual estamos sobreviviendo los cubanos que aún permanecemos en la Isla. 

Para mí fue un honor que me permitieran intervenir en su espacio. A ellas las aprecio también por sus valores humanos y su valentía.

¿Cuántas acciones más piensas completar? ¿Responde cada espacio donde las haces a alguna intención específica?

Esa información es secreta, mis acciones se harán de manera sorpresiva, sin previa divulgación.


© Imagen de interior y portada: Sandra Ceballos.




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