Terror en la sombra de la vieja escuela

Ser revolucionario y comunista no es cualquier cosa. Ambas cosas son actos de fe. El comunista es un creyente, aunque cree que es ateo. La idea del paraíso en la tierra es su manera de perderse y de salvarse. El revolucionario cree en la Revolución y en su dios, Fidel Castro. Creer en un dios vivo no es lo mismo que muerto. ¿Sobrevivirán los fidelistas sin Fidel

Tomás, el personaje que interpreta Héctor Noas en la Cuba alternativa de Corazón azul, gobernada por los chinos y amenazada por los estadounidenses, es un comunista “de la vieja escuela”. En ese universo descubren tanto petróleo en aguas territoriales, que se podría exportar, pero en el país reina el caos y la anarquía. Mientras una minoría es dueña de casi todo, continúa el discurso rancio de justicia social.

Tomás es un fotorreportero. En el momento de diseñar su vestuario veíamos la serie estadounidense Breaking Bad. Sus espejuelos fueron inspirados en los de Walter White (Bryan Cranston). Como transcurren diez años dentro de la trama, Miguel necesitaba un cambio físico para Tomás. Propuso que llevara barba. Elementos clásicos, comunes a distintas épocas, como jeans, chaquetas y botas, completan el concepto del diseño de vestuario. 

Mientras Tomás era el protagonista, el conflicto de Corazón azul estaba en manos de los “normales”. El desafío para Miguel fue descubrir la humanidad en los mutantes. ¿Cómo se define la humanidad? Tal vez en la posibilidad de elegir. 

Héctor abandonó la película. Es una estrella de cine y televisión. Contrario a nosotros, trabaja bajo la aprobación del Estado en un país donde el Estado es todo, al menos en apariencia; y no firmamos un contrato. 

Solo con superpoderes los mutantes pueden confrontar la violencia del Estado. Elena quiere tener una vida “normal”, es obvio que el experimento falla. Pero la “normalidad” implica arriesgar lo más preciado para ella, su libertad.  El resultado de su embarazo es anomalía. La tragedia de Elena fue creer que sus acciones no tendrían una consecuencia para sí misma;haber creído en dioses humanos. Elena vive dentro de una pesadilla creada por otros. 



Lynn Cruz, en fotograma de ‘Corazón azul’ .


Eduardo Martínez llegó en el sexto año de la película. Nos conocimos en la EICTV. En aquel momento Miguel preparaba la segunda escena de Elena: ella irrumpe en la casa de David, trae un mensaje para él relacionado con su padre, Tomás. 

—¿Tú eres David? 

—Sí.

—Yo conocí a tu papá, ¿puedo pasar? 

Elena y David se entienden más allá de las palabras. Desconfía tanto de Elena como de sí mismo. En medio de la conversación tocan a la puerta. Cuando David abre, un agente con gafas oscuras, de mediana edad, lo interroga. 

—¿Aquí vive Tomás Gálvez? 

—Sí, pero él está de viaje. O sea, él no ha regresado todavía.

—Sí, por esa razón yo estoy aquí. 



Eduardo Martínez, en fotograma de ‘Corazón azul’.


Ha llegado la anarquía y junto a ella el poder del Estado. Ambas fuerzas irrumpen casi al unísono en la casa de David. ¿Coincidencia? 

Eduardo Martínez debutó en el cine con el filme Santa y Andrés. Interpreta a un escritor disidente. Es perseguido, repudiado y apartado. Esos fantasmas entraron en su vida durante las presentaciones del filme, no solo en Cuba sino en festivales internacionales. Su perfil como actor no solo creció por su magistral interpretación en el filme, sino por el referente de Delfín Prats que subyace en el guion de la película. 

Le conté a Miguel que había conversado con él y con Lola Amores durante el trayecto hacia La Habana desde San Antonio de los Baños. Entonces Miguel pensó en Eduardo para la película. 

Paradójicamente, Eduardo en Corazón azul interpreta a un agente de la Seguridad del Estado. Se pone en la piel de un represor, como los victimarios de su personaje en Santa y Andrés. La experiencia fue tan buena, que Miguel decidió crecer su historia y rescatar una parte importante de la trama que perdió con Tomás. Eduardo propuso nuevos parlamentos para su personaje. Su gestualidad influyó en la puesta en escena que concibió Miguel. Nos ayudó a pintar la casa de Carlos. 



Foto de producción, cortesía de Producciones Pirámide.


Tomás estuvo cerca de descubrir el origen de los experimentos genéticos; necesita “atención especializada”. Como los disidentes son la contraparte del poder, donde quiera que haya un disidente aparece el poder. Es la paradoja que termina por confundir a todos. 

Miguel les envió a sus amigos algunos fotogramas de la nueva escena con Eduardo. Héctor había abandonado la película, en aquel momento sin mayores conflictos. Tal vez porque Eduardo tiene un fenotipo parecido al suyo, Héctor no pudo evitar la pregunta en respuesta a Miguel de su email colectivo: “¿Un nuevo Tomás?”.

Poco tiempo después de que rodáramos la primera escena con Eduardo, escribí el unipersonal Los enemigos del pueblo (2017) y Miguel me dirigió. Invitamos a varios amigos cineastas, teatristas y actores. Eduardo asistió con Lola a Casa Galería El Círculo, el mismo lugar donde antes padecimos una redada policial para impedir la presentación de Nadie

Esta vez discutimos con los agentes y la policía en la entrada de El Círculo. Los invitados tuvieron que marcharse. Hicimos la función solo para las tres personas que lograron entrar antes. 



Censura a la obra de teatro ‘Los enemigos del pueblo’.


A la mañana siguiente fuimos a visitar a Eduardo y a Lola. Éramos vecinos. Ellos no sabían que yo había matado a Fidel Castro. Mientras les narraba la trama de la obra que no les fue permitido ver, el rostro de Eduardo se ensombreció. Miguel compartió el enlace a YouTube con la filmación del suceso en su muro de Facebook y etiquetó a todos los amigos que aparecen en el video, incluidos Lola y Eduardo. Poco tiempo después de regresar a nuestra casa, recibimos una llamada de Eduardo: “Ustedes me han utilizado”. 

Fueron las últimas palabras suyas dirigidas a nosotros. Pasamos de la empatía al silencio. Fuimos silenciados por él. No respondió ni siquiera el mensaje que Miguel le escribió por Messenger. A mí me era inevitable pensar cómo la ficción tomaba cuerpo en nuestras vidas. 

En Cuba nada permanece por mucho tiempo. Menos en el mundo del arte. Nos hemos acostumbrado a despedir gente. Lo sucedido con los actores en la película es una metáfora del país. Otros con los que trabajamos han emigrado y algunos han muerto. Con la pandemia he tenido la sensación horrible de despertar y encontrar el edificio donde vivo completamente vacío. 

El personaje de Eduardo pudo ser una fractura en el sistema por parte de los antagonistas. El agente que se obsesiona con Elena. En la escena que quedó aparece confrontado por ella.  

—¿Usted tiene una orden de registro?

—¿Quién es usted?

—Una amiga de Tomás. 

—Identifíquese.

Elena no vuelve a hablar. Le clava la mirada. 

Al no tener permisos de rodaje ni presupuesto para construir oficinas sofisticadas de vigilancia o espionaje, los agentes y sus jefes inmediatos son reflejos. Son reflejos incluso en los rostros de los mutantes rebeldes creados por la corporación Estado. 

¿Por qué Miguel elegiría esos reflejos además de por necesidad económica? 

Agente reflejo subordinado: “Perdomo, tú y yo nos conocemos hace una bola de años. ¿Por qué a mí no se me comunicó nada de esto?”. 

Agente reflejo superior: “¿Y tú crees que yo lo sé todo?”. 

Después de un largo período de fe, en su realidad alternativa, Miguel desnuda las dudas de los agentes. Su mano de director controla la ingeniería genética de Corazón azul. Eligió nuevos finales para cada uno de sus personajes, alterados por las mutaciones en el carácter y la realidad de sus actores. Para bien o para mal, deposita su fe en el control absoluto de su obra.  

Cinco años después no me arrepiento de haber matado a Fidel Castro en mi obra, como tampoco lo hizo Leopoldo Panero con John Lennon; aunque aún me resulta revelador el terror latente en la sociedad creada por él. Más allá de la realidad física, hay una extraña relación con su muerte. Fidel se llevó su luz, al país solo le quedó su sombra y Elena no puede ser feliz. 




Eumelio Gómez Hurtado

Paréntesis freudiano en tierra infértil

Lynn Cruz

A los 26 años dije que no tendría hijos. Todos pensaban que era muy joven para tener esa certeza. A los 33 quise ser madre. A los 41 me embaracé. Es una historia triste.






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