Hamlet Lavastida: “En la cárcel o en el exilio”

La obra de Hamlet Lavastida, en su diversidad formal (dibujo, objeto, video, instalacionismo, performance) y sobre todo en su polisemia, consiste en mostrar que la creación artística es esencialmente política; es un producto de condición histórica y social, un polo de compromiso y de resistencia que no disocia el arte y la vida, la estética y la ética.

Lavastida hace de la verdad un asunto de vida y de acción; interroga y cuestiona la noción de totalitarismo que lleva al máximo los terribles riesgos acarreados por cualquier organización colectiva fuerte que aniquila la libertad del pensamiento y avasalla al individuo.

Su obra constituye un intensificador del pensamiento, en ella es “el vínculo del deseo a la realidad —y no su fuga en las formas de la representación— el que posee una fuerza revolucionaria” (Foucault), ya que usa el potencial simbólico del arte para pensar y promover un cambio de las perspectivas éticas y los mecanismos sociales y políticos en general. Su actitud se organiza en torno al concepto de artivismo y se acerca a la conducta subversiva de los artistas de Fluxus al relacionar el arte y la vida por mediación de acciones concretas creadas como actos de resistencia frente a una sociedad demasiado asfixiante

Se trata de una obra valiente y aguda, profundamente comprometida en una andadura de creación y de concretización de una visión sui géneris que tiene una relación muy estrecha con el contexto cubano y que, por su índole contestataria, su cuestionamiento sistemático del autoritarismo, de la dominación, de la represión, del adoctrinamiento, de la censura, de la injusticia, le ha valido duras críticas por parte del régimen castrista.

Lavastida utiliza documentos oficiales sacados de la prensa cubana del período revolucionario o logotipos políticos y se reapropia de ellos, los deconstruye con el propósito de denunciar las herramientas profilácticas, como él las llama, de la maquinaria ideológica castrista. 

Hamlet Lavastida forma parte activa del grupo 27N: movimiento conformado por intelectuales y artistas cubanos que reclama mayores libertades para el arte independiente en Cuba. En junio de 2021, a su regreso de una residencia artística en Berlín, fue trasladado a la Unidad de Instrucción de la Seguridad del Estado Cubano, Villa Marista, donde se le encarceló durante 87 días bajo el cargo de incitación a la rebelión. En septiembre de 2021 fue excarcelado y desterrado a Polonia, donde reside actualmente.

Empecemos por un autorretrato: háblame de tu infancia en Cuba, de tu familia…

Nací en el verano de 1983 en el noroeste de La Habana, en Santa Fe, esa pequeña comunidad de pescadores que, como todas las comunidades pesqueras en Cuba, no lo son del todo porque el Gobierno ha hecho y sigue haciendo lo imposible para que lo que viene y venga del mar, a no ser los huracanes y los frentes fríos, no llegue a casa de manera eficiente.

Mi infancia fue la de los años 1980 y 1990. Desde que tengo 3 años tengo memoria; o sea, que mi experiencia de vida comenzó en 1986. A partir de ahí hacia acá lo recuerdo todo. Recuerdo a la gente bailando breakdance al lado del pasillo del Cine Oasis, recuerdo la Causa no. 1 en el verano de 1989. Recuerdo las innumerables cajitas de los soldados muertos en Angola vistas en un televisor Caribe de los vecinos de al lado de mi casa; vecinos que, además, son los que me han criado y alimentado por media vida. Y es que más allá de mi madre y mi tío, la familia Corredera Veloz ha sido una suerte de familia no sanguínea para mí. Nunca tuve padre, él me negó su apellido, su reconocimiento filial; entonces, mis dos apellidos: Lavastida Cordoví, son maternos. Por ello, entre varias mujeres como Ludgarda, Carmita y Carmencita, más mi madre, me llevaron a tener bastante ausente de mi educación la figura del padre; es decir, mi educación carece de figuras patriarcales, cosa que es verdaderamente una dicha o ventaja en una nación tan envenenada por el centralismo, siempre orbitando alrededor de la figura masculina.

¿Cuál fue tu primera emoción estética? ¿Qué pasó para que te decidieras a ser artista plástico? 

Esto es complicado. Vamos a decir que fue a partir del momento en que decidí robarme de la biblioteca de la secundaria donde cursaba, la Abel Santamaría Cuadrado, dos libros de pintura: uno de Alberto Durero y otro de Edvard Munch. Es decir, mi primera experiencia estética en serio fue a partir de un microscópico acto delictivo, por allá por 1995. Aunque, por supuesto, para mí toda la experiencia estética era la realidad del contexto mismo en el que vivía. Todo lo que recuerdo de esos años me parece altamente interesante desde el punto de vista creativo. A partir de aquí creo que ya decidí tomarme bien en serio lo de dibujar, para sobre todo intentar entender los cambios entre lo que sucedía en la calle y lo que se veía por los medios oficiales y los no oficiales. 

¿Por qué digo esto? Es que desde muy pequeño oía siempre lo que se colaba en la radio por las emisoras del sur de la Florida con sus otros matices de la realidad. Para mí siempre fue tan válido lo que diseminaba el noticiero estatal como lo que reproducía en la onda corta Radio Martí. Después vino agosto de 1994 y eso lo cambió todo; ese evento, con sus cientos de balsas lanzadas al mar desde los arrecifes de Santa Fe, supuso un verdadero cambio en mi sensibilidad con apenas 11 años.

¿Qué formación tuviste? ¿Cómo valoras la enseñanza que recibiste? 

Pasé por 23 y C, por San Alejandro, por el ISA. En todos ellos, en general, la enseñanza fue pésima, aburrida. Estuve a punto de salirme varias veces; solo las amistades que había consolidado me llevaban una y otra vez a ir a esos centros. De alguna forma, los centros de educación son solo espacios de reunión; ello es el mayor aprendizaje, el único y verdadero aporte. Pero, para ser franco, muy poco se aprendía en esos años que cursé estudios; cada uno de los amigos que más se interesaban por el arte y la creación en esos años lo hacían a su modo, buscaban una autometodología, eso fue lo que los hizo ser artistas. 

La crisis de la cultura cubana también está atravesada por una crisis educacional, ello es innegable a pesar de lo que se fomenta y disemina por los medios oficiales con toda la retórica gubernamental. Mi paso por el sistema institucional educativo y cultural en Cuba me hizo constatar que existía una pésima pedagogía, un vetusto y doctrinario didactismo. Una impresionante incoherencia. Me parecía estar viviendo en las mismas novelas rusas que leía, una Habana como una suerte de Rusia rural imperial del siglo XIX. Recuerdo las clases, y recuerdo que salía de allí pensando que terminaría siendo un vagabundo por las calles del Vedado, porque para mí lo que se enseñaba ahí nada tenía que ver con la realidad, todo ello me desalentaba. 

Aunque, quizás, esa es la efectividad; quizás para eso se ha pensado la pedagogía socialista, para crear el desaliento, el escepticismo, el desencanto y el rechazo sobre la esfera de la cultura. Algo contra el intelectualismo; se fomentaba y se fomenta una cultura del anti-intelectualismo. Recuerdo ese eslogan de 1971 perfectamente graficado por José A. Figueroa: MÁS RURALISMO Y MENOS URBANISMO… Al final, creo que se logró. A veces pienso en la hipótesis de que ¿no será esta la forma más directa y elocuente de lanzarte a los brazos de un grupo social reclutable, del tropel antiintelectual, a los brazos del funcionariado institucional, o peor aún, a los brazos del MININT o del MINFAR?

¿Qué es el arte para ti? 

El arte para mí es algo bastante indefinido, pero esa indefinición es la que le dota de toda utilidad; es decir, la eficacia del arte es precisamente su indefinición, su capacidad por desregular todas las nociones de la experiencia o la memoria. Quizás es por eso que todos los Estados e instituciones disciplinarias intentan normar el arte y, si esto no les es suficiente, entonces siempre intentarán impedir que exista como categoría emancipada, por ello todos estos antagonismos de obediencia y desobediencia se dan en y hacia el arte. La historia cultural cubana de estos más de sesenta años así lo demuestra, eso es lo que quiero decir entre otras cosas cuando enuncio el termino profilaxis: prevención mediante la inacción, desconvocar la crítica creativa, la creación desobediente. Y sí, ¿por qué no?, para mí el arte, mucho más en el caso nuestro, le debería disputar y requerir a todas las formas de disciplinación y de corrección institucional que se intentan legitimar dentro del arte. 

¿Eres reacio a explicar tu trabajo, al acercamiento crítico?

Es imposible pensar mi trabajo hoy en día sin poder instrumentarlo, sin poder explicarlo. Sobre todo porque he llegado a la elaboración de hipótesis estéticas a partir de un entendimiento sobre lo representativo, lo perceptivo y lo interpretativo, y cuando digo hipótesis también pienso en su refutación. Así que todo lo que digo por acá también puede ser sometido a ese análisis. 

Cuestiones como estas, como las que han ocurrido en el cosmos del arte, tienen su origen en el debate filosófico, que a su vez también se han dado en el debate teórico de la cultura contemporánea, sobre todo en el que ocurrió en el siglo XX. Por ello, es ineludible hoy no pensar la creación como una forma de ensayo, de teorización sobre la experiencia y su función en la realidad. Estamos en un momento en que, cualesquiera que sean las poéticas artísticas, siempre existirán dentro de la experiencia interpretativa y deductiva. No importa las sensibilidades individuales que la sostengan, siempre habrá allí una hipótesis social, ética, política, educacional, filosófica, sexual, cultural, identitaria, etcétera. 

Desconocer esto es desconocer la existencia misma de las herramientas que se usan para pintar un óleo sobre lienzo. Uno lo puede hacer, todo es lícito aquí; pero creo que el desconocimiento, el desentenderse de ello solo lleva a formas elementales y a discursos también muy elementales. Por ejemplo, es el problema que tenemos en la pedagogía y la educación artística en Cuba; por ello el debate está tan reducido a microtácticas de mercadeo y a una muy lamentable y aburrida estética. Esto es lo que propicia que el doctrinalismo político pueda introducirse tan hábilmente dentro de esta invertebración. El daño antropológico también reside ahí, en las formas de entender, identificar y poder explicar ese mismo deterioro.

¿Qué artistas han influido en ti y a cuáles sigues admirando?

Voy a mencionar solo a creadores cubanos, pues de lo contrario jamás terminaremos… Pienso en Sandra Ceballos, Glexis Novoa, Ezequiel Suárez, Nicolás Guillén Landrián, Lázaro Saavedra, Heberto Padilla, Tania Bruguera, Ernesto Oroza, Antonia Eiriz, Ernesto Briel, Reinaldo Arenas, Ernesto Leal, Virgilio Piñera, Aldito Menéndez, Umberto Peña, Fausto Canel, Juana Borrero…

Desde la distancia, ¿cómo juzgas a tu generación, la de los años 2000?

Sobre todo me interesa la generación de artistas que emergió y visibilizó el problema de las libertades culturales, civiles y políticas a partir de la emisión de los Decretos 349 y 370 en 2018. O sea, una generación que de manera transparente y muy sólida decidió requerirle al Gobierno cubano su gestión política sobre y dentro de la cultura. Creadores como Luis Manuel Otero Alcántara, como Camila. R. Lobón o como Katherine Bisquet, que entienden que la situación del arte en Cuba es extremadamente crítica y que no solo el arte, sino todo el sistema cultural, está en riesgo

Mediante mecanismos legales como el Decreto 349, el Decreto 370 o el Decreto 35, el Partido Comunista ha institucionalizado la censura y la represión política, haciéndola extensiva a todas las formas de expresiones culturales, cívicas y políticas. Hoy en día no solo la cultura y sus artistas, sino también cualquier ámbito de la vida civil está en riesgo de ser minimizada por el aparato policial del Partido. Estamos en un punto en que se ha desdibujado inclusive hasta la identidad nacional. No existen referentes históricos en Cuba que se igualen a la debacle cultural a la que nos ha conducido el régimen político actual. Hoy los más destacados ciudadanos y artistas de Cuba se encuentran en dos lugares: en la cárcel o en el exilio.

¿Qué papel le concedes al arte en nuestra sociedad actual? 

En estos dos últimos años se han desatado las fuerzas de la irreverencia cultural en Cuba. Esta es mi relación con la contemporaneidad cultural cubana, con la contemporaneidad artística. Un grupo de activistas por los derechos culturales, civiles y políticos han decidido continuar ese cubanísimo legado de una creación y expresión en perpetua tradición crítica. Tanto el Movimiento San Isidro como el 27N han logrado coincidir sobre las mismas aspiraciones y necesidades civilistas que los manifestantes del 11J

La ciudadanía cubana, deudora de ese cosmopolitismo trasnacional, hoy cierra el círculo de esa necesidad republicana; es decir: devolver a los ciudadanos la cosa pública sin que ello sea algo privativo de la clase política gobernante. Esta ciudadanía de hoy reconoce que el despotismo y la opresión política también existen como una forma cultural que opera en negativo, la 14 Bienal de La Habana es un ejemplo de esto. Existe como un mecanismo que desde la institucionalidad fomenta la intolerancia política, por ende, la intolerancia cultural y artística. Y es que toda forma de represión sobre la diversidad creativa es extemporánea, pues en su cíclico reduccionismo solo acude a una forma creativa muy menguada; es decir, esa llamada “unidad cultural y creativa” con fines muy precisos de una muy específica agenda política.

Antes que instituciones culturales, hoy los cubanos reclaman derechos culturales universales, pues una cultura sin estos derechos no es una cultura genuinamente emancipada. La cultura institucional por sí sola no garantiza libertad cultural, son necesarias otras formas que increpen a esa disciplina ministerialista.

Hoy el Gobierno cubano es incapaz de reconocer que tiene una ciudadanía ya preparada para asumir la transformación política. Esto quedó demostrado en las protestas del 11 de julio, así como en el activismo cultural y político del MSI, 27N e INSTAR. Negarles esa participación política es una forma de omisión histórica de esa cultura cubana de la resistencia. Es justo aquí donde reside la contemporaneidad que percibo que está ocurriendo en el arte cubano, aunque no solo en el arte, sucede también en la sociedad entera.

¿En qué medida el encarcelamiento que sufriste en Cuba cambió tu manera de aprehender el régimen castrista y qué impacto podrá tener en tu obra y en tu vida?

El efecto de tres meses encerrado en Villa Marista es devastador; aún intento componer esas largas horas que suponían un día tras otro dentro de ese lugar. Y es que, a pesar de haber reflexionado sobre la previsible prisión (pues en Cuba cualquiera que ejercite la crítica política sabe que podría terminar irremediablemente en un lugar como ese), a pesar de mis indagaciones sobre artistas y militantes políticos que han terminado en ese mismo sitio, a pesar de toda esa cierta “preparación”, nada te es útil allá adentro. Villa Marista es casi imposible de describir, es un sitio con características paranormales, pues precisamente está hecho para que no pueda ser descrito e ilustrado. En eso radica la tortura psicológica, en ello radica su especificidad controlada, en no dejar huella, no dejar rastro.

Pero a su vez, ese lugar reafirma y constata objetivamente muchas de las indagaciones que ya había hecho sobre casos como los de Heberto Padilla, Belkis Cuza Malé, Antonio de la Guardia o Arnaldo Ochoa. En este sentido, el impacto en mi práctica artística ha sido el del testimonio directo sobre algo que antes estaba mediado solo por la literatura o el testimonio del otro. En este caso, la experiencia de mis lecturas se transformó en efectos reales, tangibles y finalmente comprobables, una comprobación de hechos en negativo, pero hechos al fin. Aunque quizás esto no hubiese tenido mayor envergadura si mi cuerpo de trabajo no hubiese ido y venido precisamente a ese lugar que es el cuartel general de la Seguridad del Estado. Pues al final la última verificación de todas mis búsquedas culminó en vivir y acompañar las mismas paredes y los mismos pasillos que, por ejemplo, Reinaldo Arenas.

Respecto al impacto sobre mi vida, aquí te dejo una pequeña reflexión que es parte de un texto mucho más extenso titulado República Penitenciaria que comencé a redactar en pequeños fragmentos de cajas de cigarro en la celda 31. Fragmentos que he ido recordando y reescribiendo, de cuando mi nombre no era Hamlet Lavastida, sino 2239.

  1. Está demostrado: por cada hombre libre existen al menos dos o tres hombres penitentes; por cada hora de tiempo libre existen tres horas de cautiverio; esos son los datos arrojados en nuestra república al menos hasta ahora. Está confirmado, por cada metro de espacio libre, existen al menos sus tres metros y medio por sus dos metros y medio de espacio en penitencia. No es algo que se ignore, y por supuesto es algo más que una intuición, todos conocen que para cada uno de los desobedientes estas serían las condiciones, la nueva regla, la nueva norma. Este sería su nuevo hábitat, su nuevo hogar.
  1. Al ser soñado por la república, el penitente suele replicar en sueños el vasto edificio de pasillos, rejas, oficiales y penitentes con los que convivió. Todo entorno para el penitente lo es esa república; el museo, el hospital, el otro país, e inclusive el mundo mismo. Comienza a confundir el criterio de libertad con el otro de cautiverio, sospecha de todo y de todos. Más aún, comienza a urdir la posibilidad de una ética penitenciaria donde los valores morales de culpa e inocencia han sido omitidos, divisa cárcel en todas partes. Distingue conductas policiales o delictivas en gestos antes no pensados como delitos, su modo de vida comienza a establecerse en el precaver, en el advertir y advertirnos. Su existencia comienza a complementarse sistemáticamente en ese talento, en el vaticinio de infracciones.

Solo en sueños el penitente en penitencia está emancipado; el no tiempo que ofrece la blancura del dormir es la única posibilidad de libertad en cautiverio, por allí vaga su mente, en la memoria de su libertad, escapa. Aunque también en sueños, el penitente ya en libertad, en ese mismo no tiempo que le ofrece la blancura del dormir, nuevamente el cautiverio le aparece, retorna. Es decir, en cualquiera de los casos el penitente no encuentra sosiego pues el cautiverio siempre le será recurrente, nunca escapará de la prisión, pues nunca escapará de sí mismo. En el dormir también estará allí, esta también es su ocupación, recolectar y clasificar, para más adelante intentar sanear la mugre republicana de su pensamiento.


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© Imagen de portada: Hamlet Lavastida por Peter Rosemann.


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Noel Morera: “Los artistas cubanos tienen miedo”

François Vallée

Me botaron de San Alejandro por gusano, por falta de respeto, por contrarrevolucionario, me botaron por mi propia personalidad. Creo que en lo único en que he estado de acuerdo es por la razón por la que me botaron. Es verdad, soy un falta de respeto y un inadaptado formacional”.






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