Gramáticas del inconsciente

Es el silencio quien primero sugiere la necesidad de una comunicación diferente, llegado ese punto de introspección en que el artista outsider enmudece y se diluye dentro del lenguaje común. La escritura aprendida deja de serle suficiente para moverse dentro de un universo creativo que estalla sin contención. Mientras, la urgencia expresiva le obliga a la invención de nuevos alfabetos desde el arte que le faciliten pronunciarse en otras realidades; esas que arrastran tras de sí el desgarre de experiencias traumáticas, el peso de caminos truncados por estados mentales de salud o la enajenación voluntaria frente a dinámicas sociales imposibles de continuar por el sujeto creador.

Hay un vuelco en los significados de palabras, números y símbolos que se tornan herméticos al lector. No importa ser comprendido. El artista está consciente que no lo será y asume las consecuencias. Prefiere ser escuchado desde el conjunto visual que propone un juego de zonas ocultas, indescifrables. Así, traduce sus propios códigos, establece las reglas de un tablero invertido, donde lo importante no es ser el ganador y donde cada paso te conduce por zonas frágiles del pensamiento artístico. No hay perdedores si nada se pierde, en este continuo aprender de lenguajes personales, únicos por sus contenidos y complejas estructuras. 

En torno a estas reflexiones es que NAEMI concibe la muestra titulada The Lenguaje Game, en el Kendall Art Cultural Center (KAC) de Miami; que, para la ocasión, hace confluir las obras de dieciséis creadores de su colección, cuyas técnicas varían del collage, la pintura, mixtas sobre papel, a la intervención de objetos, y que a modo de exploración ahonda en aquellos elementos que construyen una gramática sujeta exclusivamente a las normas del inconsciente.

Dentro de este conglomerado gramatical, en el cada quien sigue su propio dialecto, irrumpen las sintaxis poéticas de producciones outsiders ya consolidadas. Es el caso de las piezas de Jorge A. Hernández Cadi, El Buzo (La Habana,1963), que exhiben una contundencia de argumentos donde la segmentación de frases y anotaciones de su propia caligrafía hacen las partes del todo. En esa aparente dispersión de objetos intervenidos e imágenes cocidas tras puntadas de dolor sobreviene la percepción gestáltica que cierra la idea en obras consecuentes desde el comentario social de una realidad angustiosa; la que se impone y transcurre en el detalle clave de bloques de palabras recortadas: “resistir”, “tolerancia cero”, “espantoso cinismo”, “S.O.S”.

Con la pieza “MEIEOAOF” (2018) de Misleidys Castillo (Mayabeque,1985) vuelve el silencio; esta vez como testigo de los procesos de creación en la artista que, siendo sordomuda y diagnosticada con autismo desde pequeña, no pudo aprender a leer ni a escribir; por lo que apenas desarrolló junto a su madre un sistema de señas y sonidos, solo reconocible entre ellas para comunicarse. A los pies de sus icónicos gigantes y sus híbridos de animales, coloca estas escrituras de enigmáticos significados en un intento más por exteriorizar un mundo de ingenio y creatividad.

Otra propuesta excepcional es la de Ramón Losa (Albacete, 1959), con uno de sus emblemáticos libros “Me das miedo” (2018). Intervención donde el trazo impulsivo da paso a lo sensual y al movimiento de esa línea continua y laberíntica que le caracteriza. Ramón no se detiene a meditar cuando está inmerso en la factura de sus piezas, que vive cual proceso liberador. Las desarrolla en formatos medios sobre papel y se deja condicionar por la reducción espacial del soporte. 

Empezó a intervenir sus cuadernos a los 17 años, tomando como referencia las copias medievales de escrituras estilizadas y pinturas coloridas. Los suyos contienen imágenes, objetos y textos que parten de sus vivencias: frases sueltas, palabras tachadas, fechas; y considera que, “una vez acabados, el espectador debe limitarse a no hacer ruido y mirarlos”.[1]

Otra de las piezas que llama sobremanera la atención es “The cry, my chaos to me” (1993) de Bill Seeger. Con la alusión a El grito de Edvard Munch (Leten, 1863-Oslo, 1944) se abre un espacio de pujanza expresiva con figuraciones grotescas, fondos de bastas pinceladas y tonos sucios que pasan de rojos a rosas, junto a textos autorreferenciales que apoyan el desconcierto emocional con una grafía irregular, dramática, estática. En cambio, el reverso expone una especie de diario de apuntes que, a manera de pizarra, recoge reflexiones inconclusas, ausencias, tachaduras; es el abismo de contradicciones vivido por el artista a través de la atmosfera caótica de la escritura.

Resultan igual de llamativos los collages de Candice J. Avery (Michigan, 1951), donde, a partir de una evidente critica social, los textos se abarrotan y se fusionan a las imágenes de manera indisoluble. En “False liberation” (2012) acudimos a una trama cíclica de historietas, a continuos diálogos entre personajes que ironizan sobre cuestionamientos sociales o se mofan de temas sexuales. Mientras, en “Survival of the fittest” (2006), la conocida canción de John Lennon, Imagine, es deconstruida hasta la saturación visual.

Singulares connotaciones adquieren las piezas de Echo McCallister (Virginia, 1945-2017), quien, en esa búsqueda de una lógica otra, proponía escenarios infantiles de palabras y figuraciones al revés, acaso condicionados por la lucha que libró durante toda su vida contra el autismo; o las de Lisa Chuan Lee Cheng (EE. UU.,1965) que se inventa sus propios jeroglíficos y redimensiona un microcosmos de extrañezas y sortilegios. En tanto, Guillermo R. Casola Marcos, Rigo (La Habana, 1961) caricaturiza escenas de una cotidianeidad plagada de absurdos en la Cuba de hoy, con un humor que se mueve de lo ingenuo a la ficción y se enriquece en la intensidad de colores para contrastar con el desglose triste de precios, nombres, fechas, números, compras y carencias que apuntan hacia el arte cual posible tabla de náufrago.

En esta multiplicidad de lenguajes existe una línea común que dibuja paisajes de insólitos contornos y el juego subyace, entonces, en la apreciación pausada, en ese instante de complicidad que no cuestiona la naturaleza del objeto artístico ni a su autor. Se entremezclan las personalidades y las historias de vida de los artistas para acentuar el carácter íntimo, reservado, ambiguo de las propuestas; y ante la ruptura de sistemas estéticos y racionales, te seduce la provocación, el reconocerte también como poseedor de tu propia gramática.* 


Galería





* Texto del catálogo de la muestra, inaugurada el 4 de febrero en el Kendall Art Cultural Center de Miami. Comisario Lyle Rexer.


© Las imágenes incluidas en el artículo son cortesía de NAEMI.
Imagen de portada:
Jorge A. Hernández Cadi (El Buzo)
Cuidado ¡puede ser cultura!, 2019
Intervened books, photographs and mixed media. 7x 8 x6 inch

 




Nota:
[1] Largometraje Losa game. Retrato de un artista outsider (dir. Angel Cagigas, 2014, España, Producciones Readymade).




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Pía, la musa de los atollos

Yaysis Ojeda Becerra

Tuve épocas sin dormir con mi esposo y separada de mis hijos, porque me daba miedo hacerles daño. ¿Y si los mataba con esa corriente? A cada rato sigo sintiendo los fuetazos, pero trato de controlarlos con la pintura, que me calma”.






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